Prólogo. Gonzalo Ampuero Brito
Parafraseando un viejo adagio, “A vieja ciudad, mejor cronista”. Para La Serena, Fernando Moraga A., periodista de profesión e historiador por extensión, ha sido, sin lugar a dudas, el cronista que ella se merece.
Heredero de la tradición iniciada por su colega, Don Manuel Concha en el siglo XIX, papelero compulsivo y buen oidor del entorno noticioso de la región –profesional en lo suyo- y aferrado a viejas leyendas, decires y personajes del pasado, no es de extrañar que nuestro autor haya caído en la tentación de seguirle la pista al fundador de la Muy Noble e Ilustre Ciudad de La Serena, Don Juan Bohón.
El atractivo de este personaje de la historia local radica, en primer lugar, en sacar del olvido y poco reconocimiento que le han atorgado por centurias vecinos y autoridades de esta nobiliaria urbe a su fundador, nacida en los años que la hueste hispánica se imponía a los naturales con la Cruz y la Espada. En segundo término, y como frágil explicación para su olvido, la escasísima información que de él se ha conservado, ha tejido un velo de misterio y leyenda en su entorno. ¿Cuál era su figura? ¿En que circunstancias llegó a Chile desde el Viejo Mundo? ¿Cómo murió allá en el lejano valle de Copiapó? ¿Acaso es verdad que los indígenas, tras su ajusticiamiento, amarraron su cuerpo en la montura de su caballo para luego encaminarlo hacia el Sur, a manera de escarmiento?
Responder esas preguntas con la escasa documentación que se tiene a la mano, significó para Fernando, acometer una tarea sin saber hasta donde podría llegar la historia y en que momento se iniciaba la leyenda.
Sin las trabas que le impone a muchos escritores la férrea disciplina de las Ciencias Históricas, Fernando Moraga enfrentó este desafío, estrujando lo poco escrito por los historiadores convencionales y cuanto informe, documento o relato llegó a sus manos. El resultado es esta crónica o ensayo –no atino bien a calificar el escrito- que pone al fundador de la ciudad, tal vez en la primavera del año 1544, en un personaje real, vívido y respetable.
No es para menos. Bohón puso los cimientos de la ciudad, en la rivera Norte del río Elqui, “a tres leguas de la orilla del mar”. Su martirio en Copiapó y el violento y exitoso escarmiento que aplicó Don Francisco de Aguirre a los naturales, para luego refundarla en el lugar que hoy ocupa, fueron hechos que comenzaron a tejer el manto del olvido de su paso por la Historia de Chile.
Con el estilo que le caracteriza, Moraga nos entrega un relato ágil, sin evitar el ordenado análisis de las escasas referencias que de Bohón se conservan en la documentación existente. Renace de esta manera el personaje olvidado, con la esperanza de recibir el reconocimiento que ni en vida ni en la Historia Oficial se le ha dado.
El lector deberá emitir el juicio para determinar hasta que punto nuestro autor cumplió con la tarea que voluntariamente se impuso. Por mi parte, no me siento defraudado. Más bien veo que se plantea un duro desafío para aquellos historiadores que pudieren desenterrar nuevas evidencias y limpiar un poco más el retrato que ha recuperado Fernando Morga en su ensayo.