Por Arturo Volantines
Con el epígrafe Guillaume Apollinaire (Les souvenirs sont cors de chasse dont meurt le bruit parmi le vent.) y con una dedicatoria a María Inés (Vendrá la muerte y tendrá tus ojos/ León”), parte este pequeño libro, pero fundamental objeto del larismo chileno: Cuerno de Caza; Ediciones Mimbre; impreso en Santiago, diciembre de 1965, en Edición de 150 ejemplares, correspondiente éste al número 53. Además, el texto termina con un epígrafe de León — Paul Fargue: “Sueña Tranquilo. Todo está igual que ayer. Escucha…”. Portada y otras imágenes en linograbados de Guillermo Deisler. Prólogo de Hernán Lavín Cerda: “Estos Cuernos de Caza los ha reunido el viento./ Cada uno es una hoja de otoño. Hace tiempo llegaron desde el Sur,/ a través del tren y de la lluvia. Pertenecen al árbol del otoño,/ al Sur que es mitad sueño y mitad tierra, al jardín abandonado,/ a la casa que se quedó dormida detrás de la puerta,/ a la muchacha que se cansó de hacer señas desde el puente,/ al ángel que tal vez no vuelva a aparecer por ningún lado./ Seis Cuernos de Caza que el viento le robó a León Ocqueteaux,/ y cuyo rumor vive en la tierra”.
Como sabemos, la inigualable Ediciones Mimbre publicó más de un centenar de objetos artísticos; antologías visuales, pequeñas y grandes portadas y postales; libros propios de Deisler de arte visual y poesía objetal; muchos libros de la Generación del 60; además, de los primeros libros de Waldo Rojas, que son de los más bellos objetos literarios chilenos; incluido un óleo sobre la pampa y muchos tacos linograbados. Este libro, el siguiente y sospecho de otro libro visual, le fueron publicados a León Ocqueteaux en Ediciones Mimbre. Asunto extraordinario, ya que León era notablemente generoso, pero fue totalmente tacaño en el ámbito de su producción literaria.
Este texto contiene seis poemas llamados: “Mientras tú duermes, Fábula de la casa solariega, Mensaje a la muchacha de una aldea, (publicado en “2 Poemas”); Elegía en un jardín, Susurrando al atardecer y Cuento de invierno, (publicado en “2 Poemas”, con el título de Historia de Amor, y, además, contiene expresamente el epígrafe de Jack Kerouac: “Ella y yo nos escondimos en la secreta casa de la noche”). En el poema “Elegía en un jardín” contiene un epígrafe, aclarador de todo el libro, de Serguei Essenin: “Estoy enfermo de recuerdos de infancia”. También, es relevante el fechado final del libro: “Pillanlelbún, Enero- Febrero de 1960”.
Lo antes dicho me parece importante; no sólo se trata de un texto que contiene poesías, sino que se trata de un libro objetal; artístico en sí —como todos los libros de Deisler—, y con otros elementos asignantes, verbales y no verbales, que crean una atmósfera y un objeto que habla.
Presumo que este texto es antológico, ya que es demasiado parejo; una pequeña joya literaria, tal vez la mayor muestra de la poesía lárica. En los libros posteriores, León Ocqueteaux va en búsqueda de una voz más personal, pone algo distintivo; sin embargo, este libro se vuelve insuperable en su propia producción y en lo que hicieron los demás láricos, debido, tal vez, que en éste acuden muchas buenas coincidencias. En las obras de Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, Efraín Barqueros, entre otros, no tienen una obra objetal ni publicada por Guillermo Deisler, excepto: “Personaje de mi ciudad” de Rolando Cárdenas, que es un libro mucho más visual, pero de menos calidad poética que el conjunto de Cuerno de Caza.
Todas la intenciones láricas asisten en “Cuerno de Caza”: la relación con el ethos (“Poblada de canciones muertas la casa solariega:/ Siempre la encuentro detenida en el pasado./ Es como las palomas que se enferman de tristeza./ Hace mucho tiempo, me persigue su rostro de madera, …”), la otredad, el volver a la infancia para ver un mundo más puro, la lucha contra el tiempo, el trascender lo cotidiano con lo cotidiano, la fidelidad a la tierra (a la aldea), el arraigo y el dominio perdido, el reintegrarse al paisaje, la nostalgia y la melancolía (“Luego todo desapareció como el mal tiempo en la primavera,/ mientras mi amor se marchitaba como las amapolas en los trigales./ Hoy te busco entre la noche, recobrándote,/ y de nuevo te descubro bajo el árbol,/ en que quise grabar tu nombre por temor que me olvidaras./ …Hace mucho tiempo, tú y yo nos escondimos en la casa de la noche,/ pero es mía la sombra que en la tarde golpea tu ventana,/ y es verdad que tú ya no respondes.”), etc.
Pero, creo en algo más de fondo, porque tempranamente Ocqueteaux se plantea una estética y una ética del ser lárico, como lo señala Eduardo Llanos: “Personalmente, el principal motivo por el cual releo y valoro la poesía de Teillier es precisamente la certeza de reencontrar allí el eslabón perdido de esa larga cadena de esfuerzos por ofrecer una alternativa ética y estética en un área cada vez más asediada por el mercantilismo y el dogmatismo instrumentalizador”[1].
Para comprender más esta propuesta me parece también clave la versión, al respecto de Alfonso Calderón, que en cierta forma pertenece a esta corriente —si es que pertenece a alguna—, el cual señala: “Ésta consiste en la reiteración de un mundo poético que se va condensando, reiterando, amplificando, como un coro, pero, al mismo tiempo, formulando sus propias leyes, su mítica particular, a través de un asedio a memorias reales y ficticias”[2]. A continuación, Calderón agrega una lista de los propósitos láricos. No estoy de acuerdo cuando señala: “…algunos aportes fundamentales de Teillier a la lírica nacional…”; ya que estos mismos aportes fueron hechos por el conjunto de los láricos y, notablemente, por León Ocqueteaux.
No es aquí donde decir que Teillier se equivocó respecto al aporte de Romeo Murga, como se equivocan también los que le atribuyen todo el mérito lárico a Teillier. El aporte de lo lárico, por ejemplo, a la Generación del 80 es importantísimo; sobre todo, al testimonio y a la ética; pero esa contribución también es aportada por el mismo Calderón, Barquero, Cárdenas, Luis Vulliamy, Sergio Hernández, Ocqueteaux y otros.
En el libro siguiente, León Ocqueteaux profundiza su radicalidad lárica; marca diferencia respecto a sus dos primeras obras. Sin embargo, Cuerno de Caza es una pequeña obra canónica y es parte del notable patrimonio de la poesía chilena. Puedo afirmar, entonces, con Octavio Paz: “No son muchos poemas, pero casi todos son sorprendentes”[3].
Mientras tú duermes
Hoy te he hallado dormida entre la hierba.
Una lluvia de hojas te ocultaba la dulce cabellera,
y una caravana de pájaros silvestres
te llevaba a la aldea perdida de tu infancia.
Como la niña mytyl estás deslumbrada:
De nuevo vuelves cantando de la escuela,
y por un momento abandonas tus muñecas
para preguntar el significado de la palabra arcoíris.
Sonriendo repites al abuelo que aprendiste ya
la estación del año en que caen las hojas.
Otra vez me tiendes tu mano perfumada,
para juntos contemplar el puente tumbado por el agua.
Todo acontece entonces como en los libros de cuentos.
Cómo quisiera comprender por qué hay tanta tristeza en lo que escribo.
Pero es inútil, me digo,
mientras te acaricio con los ojos de la deshecha cabellera,
y antes que desaparezcas en el alba,
me voy en silencio para que no despiertes.
[1] Teillier, Jorge; Los Dominios perdidos, Editorial Fondo de Cultura Económica; Prólogo, página nº 12, Santiago, 1994.
[2] Teillier, Jorge, Muertes y Maravillas; Editorial Universitaria; Aproximaciones a la poesía de Jorge Teillier, páginas nº 151 y 152; Santiago, 1971.
[3] Paz Octavio, Chamucero Alí, Pacheco J. E., Aridjis Homero; Poesía en movimiento; Siglo XXI editores; página nº 13; México, 2010.