Por Luis Barbieri
Este oficio de escribir poesía se realiza a solas, en esa buena soledad que permite rodearse de aquellos poetas y narradores de los cuales se alimenta este trabajo. Se escribe a solas para un sector reducido de lectores, casi para una élite compuesta por sus pares y amigos cercanos. Pero en éste caso, Campanas bajo el mar de John Martínez, se hizo acompañar por escritores, artistas visuales, artesanos, narradores e investigadores que comparten un mover, una visión. Cada epígrafe o nombre al cual son dedicados los textos, están unidos por un mismo ideal.
Campanas bajo el mar se divide en 4 partes -como el imperio Inca- Ecos del oleaje /8 islas del aire / Lares y superficies / Brevísimos cantos buscando pentagramas.
En este libro hay un profundo anhelo de reconstruirse, una reflexión sobre la identidad y la búsqueda de lo único. Se sabe que los pueblos originarios son altamente espirituales. Su cosmovisión es diferente a nuestro mundo globalizado donde vivimos. Que la vida y la muerte en los pueblos prehispánicos estaban y siguen ligados a sus deidades. Que hombres y dioses eran cercanos. Había códigos y ceremonias con un lenguaje que era familiar para sus deidades. Que los descendientes del dios sol eran reyes entre los hijos de la tierra. Tan cercanos que una princesa del sol podía enamorarse de un mortal, como sucede en el drama de Ollantay – el guerrero hijo de la tierra y la Princesa Cusi Coyllur -.
Como punto de partida nos encontramos con el poema Prepararás la maleta como si fuera tu alimento, texto que marca el espíritu central del libro. En general, es la pérdida de lo verdadero, la esencia de lo original, la ausencia de nosotros mismos, en ésta América que aparentemente se ha desnaturalizado. Habitamos ahora un mundo, que es mucho más que ser globalizado por una tecnología, también por años que han ido sincretizando su espíritu, por la religiosidad de occidente y en donde aquellas cosas que eran sagradas, se van, se pierden en la oscuridad de la ignorancia: cómo el cóndor, el águila, las piedras ceremoniales; la obsidiana, la diorita, desaparecen por los elementos de éste caos.
“Nuestra tierra es hermosa pero duele/ paga tributos, sangra/ es un cóndor en el altar/ un águila en la hoguera del sacrificio/ y habla la obsidiana, la diorita»
Esa América primigenia que aún tiene su verdad y la guarda en su corazón, las voces, el culto primitivo y verdadero al sol, la Pacha Mama y las piedras ceremoniales. Pero creo que nosotros también somos esa América y también somos parte de ese caos.
“tendrás listo el corazón / habrás puesto en orden los elementos del caos. / Vas a partir, dejarlo todo / los pájarosflores / los árbolesríos / América / describe tu belleza o su dolor es inútil / porque hoy partes…”
Hay una lucha interna por conocer aquello, que se sabe pertenecer y presiente que aún existe, que aún queda lo sagrado de la tierra. Él ha conocido lo sacro de occidente, lo judeocristiano, ese conocimiento es parte de su vida formal, es Lima, la experiencia de la niñez. Lima es la religiosidad de la Virgen Balvanera y es la educación impuesta por otra cultura que lo lleva a buscar una definición.
“eres libre cómo un puñal / el mundo debe ser amado / o ser tu peor enemigo”
Reconoce que su raíz verdadera está en la tierra de industria lítica y a pesar que no se considera ajeno a ésta América primigenia, aún no se siente digno de armar una Apacheta a modo de ofrenda. Puede sentir en ese “mineral inédito”, allí lo mora, lo habita, es un vaticinio de la Runa, vinculada a los misterios y los secretos. Leo la palabra Runa y pienso en el manuscrito de Huarochirí. Reliquia trascendental de la literatura quechua de principios de la Colonia.
“Runa me observa / una piedra que late / un pedazo de piedra preñada”
Más adelante:
“Puedo oír con el cuerpo todo el lenguaje de la piedra / la morfología del universo / todos los tótem / los dioses / porque la piedra habla se mueve/ hace gestos / y yo todavía / no soy digno de armar una apacheta”
Lo veo al autor, caminar por el borde, por la frontera de dos culturas. Una impuesta por occidente y la otra, casi ignorada por la cultura formal, pero presiente que corre por su sangre. Una forma de vida olvidada que tiene otros horizontes y que sigue ahí, detrás de una cortina instalada por la educación formal. El texto que en algún momento llega a lo lárico y no puede ser de otra forma, cuando habla con pasión por su tierra, de su verdadero Lar. El libro logra y sin caer en el panfletismo, con señales abundante de imágenes, llevarnos al conflicto de dos mundos, con la idea del despojo y el abandono, equivalente a la poesía actual mapuche.
Para terminar dos elementos me llaman la atención: La primera, no hace una mención en algún verso de Altura de Macchu Picchu de Pablo Neruda y la otra, me parece que sólo incluye la cultura Quechua / Aimara.