La publicación del “Diario de los Libres”, durante la revolución en Copiapó, fue un gran acierto, porque tenemos un testimonio epocal fresquísimo; no sólo de los sucesos de la revolución de Bernardino Barahona, sino del quehacer de Copiapó en aquella época; de su desarrollo, de su importancia cultural y de un botón de la vida cotidiana de sus habitantes.
El Diario de los Libres, se publicó desde el lunes 29 de diciembre de 1851 hasta el jueves, ocho de enero de 1852, día de la funesta batalla “Linderos de Ramadilla[1]”. Se publicaron seis ejemplares, en hoja doble, o sea, en cuatro hojas tamaño carta; en total veinticuatro hojas de material informativo. Se editó en Copiapó, en la calle O’Higgins, en la casa de don Alejandro Carril, cuyo director fue don Natalio Lastarria, y que, además, fue nombrado director del Estanco por Bernardino Barahona, en un decreto de Intendencia.
Diario de los Libres N º1
Copiapó, lunes, 29 de diciembre de 1851
Este primer número[2], que salió a circulación al día siguiente del inicio de la revolución, y obviamente redactado en la noche, contiene una editorial que señala, debajo de “Viva el General Cruz”, entre otros: “… así, pues Copiapó como los demás pueblos no pudiendo tolerar ese yugo, ha dado el grito libertad. Ha organizado una revolución sin obstáculo alguno; y debido al celo del magistrado que rige ahora el gobierno, Copiapó permanece tranquilo, sin que se turbe al ciudadano en lo más leve en el curso de sus trabajos”. En la primera hoja, también aparece una carta, firmada “por unos amigos del orden”, con fecha, 27 de diciembre de 1851, que da cuenta de la tranquilidad reinante en Copiapó y en los lugares cercanos, que no ha habido ni desmanes ni saqueos, y terminan facilitando la acción que encabeza Bernardino Barahona.
En la siguiente página, viene una proclama, que aparece casi en blanco y claramente escindida del original —como sucederá con algunas otras—, y que, seguramente, es la primera firmada por Barahona. Luego, aparece un decreto de la “Intendencia provisional de la provincia”, fechada el 27 de diciembre, y se refiere a mantener los almacenes abiertos, y que aquellos que “oculten o permanezca en estado hasta las 12 del día se declarará cómplice ligado con los que atentan contra el Gobierno de los Libres y se llama a los que perteneciendo a la policía que se presenten en la Intendencia para reincorporarse a sus respectivos cuerpos”.
Este número se completa con avisos comerciales, salidas del reciente inaugurado ferrocarril; también, otras noticias, “Publicaciones Europeas” y movimientos monetarios. Al final de este número, salen dos informaciones que marcan: el ex Intendente Fontanes está trabajando para recuperar el poder, tratando de arrebatar las armas que los vecinos tienen para su defensa. La otra noticia que trae: “Una nueva línea de Vapores”, del almirantazgo de Inglaterra en las costas Occidentales de África, para el tráfico de esclavos.
Diario de Los Libres Nº2
Copiapó, martes, 30 de diciembre de 1851
En el segundo número, debajo de la nota “Viva el General Cruz”, en la editorial, se señala la lealtad al General Cruz y que “Los libres, en este caso, no harán otra cosa que seguir las deliberaciones de su Ilustre General Cruz; pero no depondrán las armas en estas circunstancias en que peligra, sin duda la tranquilidad pública”. Se completa la editorial, recalcando que “Todo el departamento de Copiapó goza en día de una envidiable tranquilidad, y sería doloroso, por cierto, que por una inconsideración del Gobierno se turbara la quietud pública y hubiera que deplorar desgracias en circunstancias que sólo debe pensarse en la paz de los pueblos”.
Luego, una larga carta, fechada en Valparaíso, el 26 de diciembre, dirigida a: “Mi querido M.”, y firmada por J. M. Aldunate. En lo fundamental, llama a resignación por la capitulación del General Cruz y de su reconocimiento del Gobierno de Montt; y, además, dice, que fue “una capitulación vergonzosa”. Esta capitulación resultaría definitiva para el desenlace de la revolución en todas las provincias de Chile.
A continuación, en la página dos y tres, viene una carta dirigida al director del diario con fecha 28 de diciembre. Esta carta, me parece, es el documento más importante que aparece en el “Diario de los Libres”, ya que se refiere a una misiva enviada por Juan Crisóstomo Álvarez Aráoz[3], prócer de Argentina, que estaba acantonado, en esa fecha, en el pueblo de San Antonio, cercano a Copiapó, y que se trataría seguramente de una de sus últimas cartas; ya que, luego de atravesar la cordillera, sólo días después de haber ayudado a exterminar la revolución de Bernardino Barahona, fue apresado y fusilado en Tucumán, el 17 de febrero de 1852[4]. Esta carta demuestra, entre otros, la implicancia de los unitarios argentinos contra los regionalistas e igualitarios chilenos[5]. Paradoja, ya que ambos luchan contra el despotismo centralista, aunque Álvarez fue portaestandarte de Rosas[6], era conservador de corazón, y sólo se cambió de bando para seguir a su tío, Gregorio Aráoz de la Madrid1. Y, también, demuestra la importancia de ellos (Sarmiento, Varela, Tejedor, Oro, y otros) en la historia argentina, y lo oscuro de sus actuaciones en Chile. Por ello, me parece importante publicar completa esta carta: “Sr. D. Natalio Lastarria.// San Antonio, diciembre 28 de 1951.// Muy señor mío:// Importando a la tranquilidad de la provincia y al bienestar de mis compatriotas, hacer conocer el objeto con que tengo reunida una fuerza considerable en este departamento, creo de un deber sagrado la obligación de hacer al público leal e ingenua explicación del objeto que han tenido y también mi operación en adelante; para efecto me dirijo a Ud. en la persuasión que hará por su parte para tranquilizar a los habitantes y autoridades de la ciudad, trasmitiéndoles mi pensamiento y explicándoles con franqueza mis operaciones de campaña.// En los momentos en que estalló la revolución del día 26, tenía una fuerza secretamente reunida en el pueblo de San Fernando con el sólo objeto de proteger y engrosar otra que días antes estaba ya en marcha sobre la cordillera, a fin de pasar a la República Argentina, para cooperar (auxiliado por mis compatriotas emigrados en Copiapó) al próximo derrocamiento del poder absoluto de Rosas.// La revolución en aquella circunstancia entorpecía casualmente el movimiento que debía verificar con mis argentinos para pasar la cordillera, movimiento que nada tenía de común por otra parte con los asuntos políticos de Chile. // No habiendo nada de común, repito, entre la expedición Argentina contra Rosas y los intereses de la revolución en Copiapó, era mi deber ponerme a la cabeza de la fuerza reunida en San Fernando , y retirarme de la ciudad para conservar los recursos y elementos que con heroico sacrificio había reunido la emigración Argentina para contribuir a destruir la tiranía de Rosas.// Esta obligación, Sr., era sagrada, y yo la he cumplido debidamente retirando mi fuerza a este departamento, donde permaneceré el tiempo indispensable, doce o quince días para terminar el equipo de mis compatriotas, con el sólo auxilio del bolsillo argentino y sin perjudicar en nada la propiedad chilena.- Sin estos días de demora no podríamos disponer de los recursos pecuniarios que nos ha proporcionado el patriotismo argentino, y nuestra fuerza no está en el caso de abandonar recursos tan lealmente obtenidos.// Repito que permaneceré los días precisos para reunir esos elementos, y declaro bajo palabra de honor y lealtad militar, que si durante este tiempo fuere atacado por fuerzas de uno u otro partido político de la provincia, me batiré hasta perder el último hombre de los que componen esta división.// Declaro igualmente, que no está en mi ánimo ni en los intereses de mis compatriotas perseguir ni sostener las nuevas autoridades de la provincia, que sólo queremos neutralidad a fin de conservar la propiedad argentina y no frustrar la expedición contra Rosas: que estas condiciones las sostendremos mientras permanezcamos en el territorio chileno, haciendo respetar y considerar a toda persona de este vecindario y cualesquiera otra que se asilare aquí, sin examinar el color político a que pertenezca. // En esta virtud, puede Ud. asegurar que la persona del Sr. D. Juan Agustín Fontanes, será sagrada mientras permanezca en este campo, y que toda intentona contra su independencia y seguridad será rechazada por el esfuerzo de esta división.// Tengo en mi poder quinientas armas tomadas en el tránsito de la cordillera a los sostenedores de Rosas, y hombres suficientes para ocuparlas. No tocaré a ellas hasta pisar la República Argentina.// Puedo asegurar que al oponerme con algunos compañeros a la revolución del 26 fue tan sólo mientras consideramos aquel movimiento sin más objeto que un ataque directo a la propiedad; pero que, tan pronto como se dejó comprender su tendencia política, nos alejamos de la población para no tomar partido en aquella cuestión.// Señor: puede dar publicidad V. a esta comunicación, y asegurar bajo palabra de honor que sostendré con dignidad y lealtad las condiciones que declaro por neutralidad.// Con este motivo tengo el honor de ofrecerme a Ud. su más atento y seguro servidor, Q. B. S. M. // Juan Crisóstomo Álvarez.
A continuación de la Carta de Álvarez, viene una nota llamada “Jefes argentinos”, y que se refiere obviamente a la carta anterior y al reconocimiento inmediato de su importancia histórica. Esto viene a explicar que había dominio y conciencia de lo estelar que se vivía en Copiapó. La revolución no fue espontánea, sino consecuencia del proceso de la maduración de la república; y, en lo particular, por la suma de sucesos y conatos en el mineral de Chañarcillo. La nota dice, al comienzo: “Por la célebre carta que insertamos, verán nuestros lectores de Copiapó, que ya están libres de ser atacados por los enemigos de Rosas, los cuales persiguen en su patria al tirano, y en Chile son los mejores soldados del despotismo sistemado, calculado hábilmente”.
También, hay un decreto sobre el funcionamiento del reciente inaugurado ferrocarril, firmado por Bernardino Barahona, donde comisiona al escritor, Alberto Blest Gana a ejercer el cargo de director de este ferrocarril. Además, fija el funcionamiento de este y de la responsabilidad al respecto de los ingenieros extranjeros para cumplir sus funciones, si no sufrirán una “multa arbitraria”. Trae, además, varios avisos, y termina con una proclama firmada por Barahona, que va dirigida a la tropa: “Soldados = ya he sido testigo del entusiasmo con que volasteis a las armas al primer aviso de que querían turbar vuestro reposo. Felizmente todo se ha desvanecido, pues vuestra inquietud partía solamente de una quimera// Permaneced tranquilos, que ya estoy seguro de vuestra lealtad y valor. —Seguid tranquilos, os repito, ocupados en vuestras disciplinas militares; y tened entendido que sólo os molestaré, cuando un justo motivo me obligue a desenvainar la espada.// Bernardino Varaona”.
Diario de los Libres Nº3
Copiapó, miércoles, 31 de diciembre de 1851
En la editorial de este número se señala que “no es nuestro ánimo justificar con esto, la revolución efectuada en este pueblo; pero al menos queremos disculparla, sabiendo que ella, como todas las demás, no es una consecuencia indispensable de los desacuerdos del Gobierno. Vamos a demostrarlo”. En lo fundamental, señala que el pueblo es soberano y un “Gobierno tiránico es enemigo del pueblo”.
En la correspondencia, hay una larga carta, donde se rotula que la permanencia de Montt en el Gobierno significa, entre otros, la catástrofe “que ayer mandó a destruir la provincia de Coquimbo y gran parte de sus habitantes sin misericordia; mañana asolará la de Copiapó en los mismos términos; y así sucesivamente todas las de la república…”. Marca como ejemplo, al Gobierno argentino del General Rosas, que prometió a este mismo pueblo de su mando infinitas ventajas y, sin embargo, “ha sumergido a la república en un piélago de desgracias…”. En otra carta, firmada por “un libre”, se señala que “Copiapó ha dejado de sentir el peso exterminador del viejo ministerio. Hace tiempo que se oía el clamor…”.
A continuación, vienen dos bandos, firmados por Bernardino Barahona: “Copiapó, diciembre 30 de 1851.// El intendente y comandante general de armas provisorio de la providencia de Atacama, ha expedido con esta fecha los artículos siguientes:// Art. 1°. Ábranse todas las tiendas, almacenes y talleres que por orden verbal de este día se habían mandado a cerrar, permaneciendo abiertas y en su ordinario comercio.// Art. 2°. Habiendo acreditado la experiencia que la disposición del Gobierno central para impedir la circulación de la moneda extranjera ha ofrecido grandes dificultades al comercio: se manda, que de hoy se admitirá toda clase de moneda extranjera no estando cercenada, ya sea de oro, plata o cobre, y el que contraviniere pagará la multa de 2 onzas de oro sellado o un mes de prisión. Publíquese por bando, anótese imprímase y circúlese en los lugares públicos y acostumbrados.// Bernardino Varaona”. El segundo bando, firmado, al día siguiente: “Copiapó, diciembre 31 de 1851.// El Intendente y Comandante general de armas provisorio de la provincia de Atacama, ha dictado con esta fecha el decreto que sigue:// Atendiendo a las urgencias de este Gobierno para poder sostener el orden establecido, que tanto sacrificio le cuesta; y notándose que la principal necesidad es la falta de numerario, he venido en acordar y decreto.// 1°. Véndase todas las especies estancadas por un veinticinco por ciento menos de los valores establecidos: 2°. Todo individuo que tenga firmado documentos cumplidos a la Administración del Estanco y Tenencia de Ministros de esta Ciudad, se presentará a pagar en el término de veinte horas, contadas desde las once de hoy que es a la que se publica de este decreto. 3°. Los estanquillos de esta ciudad y la Chimba rendirán cuenta al Administrador nombrado por este Gobierno dentro de 24 horas.// 4°. El que contraviniere a lo dispuesto en los dos últimos artículos pagará una multa o sufrirá una prisión al arbitrio de esta Intendencia. Publíquese por bando. Fíjense copias en los lugares públicos para que llegue a noticia de todos y anótese.// Bernardino Varaona”.
Diario de los Libres Nº4
Copiapó, viernes, 2 de enero de 1852.
Bajo el título habitual de ¡Viva el General Cruz!, en la editorial, se vuelve a la carga con la reflexión que se empezó en el Nº3, donde se sigue desarrollando la preocupación respecto de la soberanía del pueblo. Dice: “He aquí la marcha que ha recorrido en los 41 años de su revolución: desde 1810 hasta 1828 triunfó su fe en la independencia y libertad; y desde 1828 ó 1841 sobrevino la reacción, y aduciendo graves conflictos esa misma libertad —Desde esa época hasta la presente entró el pueblo en las tinieblas de la confusión, de la incredulidad, y del choque de los elementos sociales— Hasta que desbordándose el pueblo, por decirlo así, ha podido llevar adelante sus atentados; sin que el Gobierno los haya podido prever ni impedir”.
Inmediatamente, aparece otra larga respuesta de Bernardino Barahona, al ex Intendente Fontanes, fechada el 1 de enero de 1852, que, en lo medular, habla de lo sólido e importante de la revolución. Luego, sigue el intercambio epistolar, donde Fontanes busca afanosamente una disolución negociada para el término de la revolución.
En el cuerpo dos, de este número, aparece un nuevo decreto de la Intendencia provisoria, fechado el 31 de diciembre de 1851, donde se puntea que se recibe a don Francisco Telles y a don A. López López en representación de los directores del ferrocarril, por lo que con este decreto deja la conducción del ferrocarril don Alberto Blest Gana y se autoriza a don Francisco Telles para que se haga cargo de la administración. Más adelante, en el mismo decreto, se da indicaciones para asegurar el funcionamiento del ferrocarril, los correspondientes pagos, y quedando nominado de director de bienes, el sub-delegado de Caldera.
En el cuarto cuerpo de este diario, aparece un aviso de correos. Más adelante, sale la correspondencia, con dos cartas al director. Hay que señalar que las cartas, en esa época, eran otra forma de opinión e información generalizada y, especialmente, respecto a esta revolución, tanto en Copiapó como en el país[7]. En la primera carta, se refiere a que la “revolución era desprestigiada con diabluras por la prensa del poder y, sin embargo, la revolución de Copiapó es una buena lección que no deberían nunca olvidar todos los Gobiernos y presumirse al fin que no se puede gobernar a los hombres libres por el imperio de la fuerza sino por medio de la moderación, justicia y equidad”. En la otra carta, se refiere a los esfuerzos de la Intendencia revolucionaria para “regularizar los servicios” y lograr la normalidad. Luego, se dice, que “hay una convicción general en el pueblo, de los sentimientos patrióticos que abriga la división de los “Los Libres de Copiapó”. Al final del texto, explica: “¡soldados el pueblo está encantado de vuestro patriotismo, porque sabe que volveréis a vuestras casas con harto menos de lo que poseíais al tiempo de tomar las armas; pero redoblando vuestras tareas diarias procurareis recuperar el producto del tiempo que habéis destinado al servicio de la patria, con tan sublime obligación”.
Diario de los Libres Nº5
Copiapó, viernes[8] 3 de enero de 1852.
En la editorial de este número, igual que las anteriores, debajo de la proclama, viene una opinión respecto al intercambio de cartas del señor Barahona con el señor Fontanes. En lo medular, se señala que el señor Fontanes ha tenido que atrincherarse con los mercenarios argentinos. En cambio, “el señor Barahona, al ponerse a la cabeza del movimiento, que se ha efectuado con tan buen éxito, no pensó en otra cosa, que en trasladar aquí una copia de los demás movimientos políticos que han agitado a la república, y que le ha cabido la satisfacción de que pudo efectuarla sin estrépito, y sin que hayamos tenido que lamentar ninguna desgracia”.
En la correspondencia, se hace una alabanza a esta revolución, ya que partió en la plaza con —“20 hombres libres”—, para defender el derecho de todos los ciudadanos, y que en el transcurso de una hora se multiplicó. A continuación, dice: “La revolución de nuestra provincia debe servir de modelo para todos los tiempos y lugares, pues ella se ha verificado con el menor número de desgracias posibles, y se ha hecho absolutamente popular, porque su objetivo era justo, santo y no tenía en mira un fin indigno de hombres que saben apreciar sus derechos políticos y su dignidad personal. Sigamos en marcha, y la época actual ocupará una página dorada en la historia de la provincia, mereciendo por ello los hombres que han dirigido la revolución. Un voto de gracias de las generaciones futuras”.
Ulteriormente, aparecen varias proclamas. En una de ellas, se expone: “Conciudadanos: hemos llegado al año 52, dejándonos el 51 en la empresa más importante y más gloriosa que los ciudadanos chilenos pudieran ejecutar…”. Luego, se señala: “No hay hombre sobre la tierra que no aspire a gozarla en los límites que prescribe la virtud, como no hay ninguno tampoco que no sea feliz gozándola moralmente”. Y, posteriormente, hay otra proclama: “el Libre”. Expresa: “Ayer dormía profundamente bajo el enorme peso del despotismo; hoy despierto, gozo ya de la alegría que hoy brinda la libertad”. Estas proclamas son abiertamente redentoras y optimistas, cargadas de furia revolucionaria; pero me parecen, notablemente valiosas, ya que expresan una opinión, obviamente escrita, desde los insurgentes; de gran dominio filosofal de las corrientes de esa época en el mundo, y profundamente sabedores del contexto político nacional e internacional, que han quedado escritas para la historia, y que se contraponen absolutamente con las versiones que quedaron estampadas en los diarios de la oligarquía regional y nacional y, especialmente, en el diario de los “Patricios locales, El Copiapino” y en el informe que hiciera llegar el jefe de las fuerzas de gobierno Victorino Garrido[9], al ministerio del interior del país.
En la última página, aparecen varios informes de la comandancia de la ciudad, firmados por A. García, donde se da cuenta del control de la ciudad y de desórdenes menores, especialmente de algunos soldados en “casas de algunas mujeres”. También, aparecen varios avisos: a los señores comerciantes, un buen negocio, Don Juan Martines que ha legalizado un descubrimiento de plata y el barco que se espera en Caldera con mercaderías.
Dos notas importantes aparecen al final de este número. Un decreto, firmado por Barahona, donde invita a presentarse en sus negocios o en la Intendencia; que dejen de ocultarse y que no teman a la revolución: “Al efecto, declara solemnemente que a nadie se le persigue ni se le perseguirá jamás a no ser aquellos que hicieren armas contra la revolución”. La otra: es una noticia de “a última hora”, “nuevo triunfo para los libres”. Dice: “veintitantos vecinos de los más respetables de este pueblo, se han juntado hoy día, para encargarse de proporcionar los fondos necesarios para el sostén del ejército, sin que el jefe revolucionario tenga que ocuparse de este asunto tan importante. Esto viene a demostrar que luego de la resistencia encabezada por Jotabeche, Fontanes y las tropas de argentinos encabezadas por Juan Crisóstomo Álvarez, el pueblo más ilustrado, comenzando por los Matta, empezó a ver con mejores ojos a la revolución.
Diario de los Libres Nº6
Copiapó, jueves, 8 de enero de 1852.
El último número publicado de este diario es conmovedor, es patrimonio Atacameño; afortunadamente, en este caso no es el objeto sólo el valioso, sino lo que pervive de él en él; lo que fluye, y es una fuente y un indicador verdadero del ser atacameño. Además, es, por añadidura, la mirada desde los otros; nosotros los vencidos, que, sin embargo, a través de esta visión, se contrapone a la visión oficialista, abusiva y opresora de los vencedores.
Como es habitual, su editorial plantea cuestiones de fondo y, obviamente, como lo he dicho antes, fue importantísimo el papel de las proclamas y de este diario. El último número que salió a la luz, precisamente, el mismo día de la batalla de “Linderos de Ramadilla”, viene a dejar clara la situación, al final de esta editorial: “La prensa periodística ha sido el órgano principal de que se ha valido el gobierno para extender sus planes de falacias de mentiras con las apariencias de verdad, con los cuales ha podido desalentar, confundir, en una palabra, desmoralizar gran parte del partido opositor. Pero por desgracia de él ya se le conocen sus mentirosos planes, el tiempo, destino fidedigno de los acontecimientos, no deja ímprobo ningún hecho”.
En seguida, aparecen tres proclamas. La primera, se refiere a los “Ciudadanos Libres”, donde se infiere que se ha dado muestra de ilustración y generosidad, pero el texto está cortado del original, sólo se mantiene un punteo hasta el número diez. Esto sucede en cuatro ocasiones; pareciera que el archivo original fue manipulado con fines didácticos o para usarlos en otros archivos; presumo que no ha sido con fines de ocultamiento. Después, una proclama en mayúscula: “LIBRES COMPAÑEROS”, donde dice, entre otros: “La desesperación ha triunfado en ellos. La mentira ya no hace progresos en vosotros. No les queda otra cosa que hacer sino entregaros lo que tan injustamente nos han arrebatado; ese asiento que solo nuestro general Cruz es digno de él”. Y, a continuación: “compatriotas ¿no habéis jurado morir antes que entregar las armas? ¿No habéis jurado mantener el orden hasta que la paz sea consolidada en toda la república? Sí… Pues bien, la patria os coronará de laureles si la sacáis del abismo en que la han sumido sus hijos traidores.// ¡Viva el orden! ¡Vivan los libres!”.
La última página se completa con avisos, suscripciones al diario y a la imprenta de los libres; un negocio, y otros. Pero, en la penúltima página, viene el postrimero bando público que aparece en este periódico: “Copiapó, enero 5 de 1852.// El ciudadano B. Varaona, jefe de la división de los libres e Intendente provisorio de la provincia de Atacama etc.// Por cuanto ha llegado a mí noticia que algunos vecinos importantes de esta ciudad se ocupan en sus correrías en manifestar interpretaciones erróneas respecto a la situación de nuestras fuerzas por creer que tenemos al presente enemigo que nos imponen, o pudieran de alguna manera hacer que la división valiente de los libres se pueda hallar en el caso de ceder a invitaciones de paz, sin otro objeto que la razón y el deseo de ser , como desde el principio, los sostenedores de una causa política y la salvaguardia del orden; que estos vecinos exageran y ofenden quizá en grado supersticioso el honor de los soldados libres, de que formo número, he venido a acordar y decreto: 1º. Se prohíbe a todo individuo que en las calles, almacenes, tiendas, despachos, cafeces, etc. el proferir palabras ofensivas a la división de mi mando en el sentido que dejo expuesto: y el que contraviniere a la disposición sufrirá una prisión al arbitrio de esta Intendencia.// 2º. El artículo primero es extensivo a todos, sea cual fuere su rango, estado, sexo, etc.// 3º. Se prohíbe que los vecinos armen hombres en sus casas y el que conserve estas armas en ella o fuera de la ciudad; y el que contraviniere a esta disposición, sufrirá una pena al arbitrio de esta Intendencia.// 4º. Publíquese por bando, fíjese carteles y anótese.// Bernardino Barahona”. Finalmente, vienen una noticia de “a última hora”, donde dice: “Antes de ayer ser corrían rumores en esta ciudad que el ex Intendente Fontanes se hallaba acampado en la hacienda de Totoralillo, con cincuenta hombres, argentinos la mayor parte, con los cuales pensaba dar un asalto a la plaza que ocupan los libres de Copiapó; pero felizmente, varias personas fidedignas que han venido de viaje por aquel punto, han desmentido del todo tan increíbles rumores. Está probado que semejantes novedades no pueden sembrarlas en la población sino ciertos partidarios del dicho Fontanes, que se figuran que las bravatas de este han de aterrar a los mil quinientos libres que hoy trabajan por sacudir el yugo que los oprime”.
El Diario de los Libres; también “El Atacama”[10], correspondiente a los avances en la guerra del ‘79 de Elías Marconi Dolarea; la revista literaria escrita por los sargentos del Regimiento Atacama en Pocollay, llamada “El Atacameño”[11]; el Parte de Guerra[12] de la Batalla de los Loros, del comandante del Estado Mayor del Ejército Libertador del Norte, Ramón Arancibia Contreras son, entre otros, patrimonios escriturales y testimonios del ser atacameño y de su importancia en la historia de América Latina.
El Diario de los Libres es claro testimonio de la riqueza escritural y del pensamiento en Copiapó; de lo notable de su acerbo, de cómo se fue vertebrando esta ciudad y de cómo su cultura elevadísima daba pasos tremendos en torno al progresismo, al deseo de cambio y de crecimiento. El Diario de los Libres fue, indudablemente, el indicador del desarrollo del pueblo de Atacama por su Independencia, y que, luego, esta sería conducida por los Matta y los Gallo, hasta el día de hoy, en vísperas de un mundo que amanece.
[1] Francisco A. Encina; Historia de Chile, tomo XIII, p. 123; Editorial Nascimento, Santiago, 1949.
[2] A la fecha, no hemos encontrado ninguna otra copia de este Diario, a pesar que hemos revisado los principales archivos del país.
[3] Ruth Iturriaga Jiménez; La comuna y el sitio de la Serena en 1851; p. 55; Editorial Quimantú, Santiago, 1973.
[4] Carlos Páez de la Torre H.; La Gaceta, San Miguel de Tucumán, 16 de octubre de 2011.
[5] Archivo Intendencia de Atacama; Volumen 116.
[6] Carlos Páez de la Torre H.; La Gaceta, San Miguel de Tucumán, 16 de octubre de 2011.
[7] Los biógrafos tanto de Juan Crisóstomo Álvarez como de Victorino Garrido han elogiado la capacidad epistolar de estos. Ver, por ejemplo, en: Alcibíades Roldán; Don Victorino Garrido con algunos apuntes sobre su época; Talleres de El Imparcial; Santiago, 1940.
[8] Suponemos que es un error de imprenta respecto al día viernes, ya que el 3 de enero corresponde al día sábado.
[9] Archivo Intendencia de Atacama; Volumen 116.
[10] Fundado por Elías Marconi Dolarea en 1875. Ver en: Pedro Pablo Figueroa, Diccionario Biográfico de Chile, tomo II, p. 241; Imprenta y Encuadernación Barcelona, Santiago, 1897.
[11] Pedro Pablo Figueroa; Atacama en la Guerra del Pacífico; Imprenta Colón, Santiago, 1888.
[12] Archivo Benjamín Vicuña Mackenna; Volumen 147, pieza 16.