Claudio
Canut de Bon1
Hay libros que nos abren una ventana hacia el tiempo pasado, y éste es uno de ellos. La visión que nos entrega Luis Joaquín Morales Ocaranza, de profesión médico, que a sus 32 años publica su libro: Higiene Práctica de los Mineros, en 1893. Nos describe y detalla una realidad de la vivencia humana en la minería atacameña, la principal de Chile, muy similar a la coquimbana de ese tiempo.
La sensibilidad profesional del autor, en contacto directo con una población minera errante y aventurera, la observación de su actuar en los pequeños poblados o en campamentos mineros, caseríos o placillas, que surgían alrededor de grupos de pequeñas minas de algún distrito, le facilitó reunir informaciones comunes a los mineros, como también las necesidades en sanidad ambiental local. La alta mortalidad infantil fue otro tema, junto a la ignorancia maternal popular en el cuidado de enfermedades o en su alimentación; debe haber tocado en su conciencia ilustrada profesional, ya que en su libro merece un capítulo especial.
La actividad minera en la zona del Huasco, como unidad geográfica centrada en la hoya hidrográfica de su río, con las ciudades de Vallenar y Freirina, el puerto de Huasco y caletas, abarcaba también las montañas costeras del interior y las llanuras semi-desérticas del lado sur de la antigua provincia de Atacama. Su naturaleza geológica y su aridez exponen las rocas y sus depósitos minerales a los buscadores de minas, los famosos cateadores del desierto; así, es fácil comprender que el Huasco tuvo y tiene minería chilena desde hace 250 años. La actividad extractiva se realizaba, en el siglo XIX, en numerosos centros mineros productores (Agua Amarga) primero, el cobre después (Carrizal Alto) y algunos menores de oro; el principal producto era el mineral de cobre. En 1840, ya Ignacio Domeyko había visitado y estudiado el distrito minero de Carrizal y describe sus profundas minas en las distintas vetas; entonces, en el año 1890 ya llevaban 50 años de actividad y, seguramente, muchas de las observaciones médicas del autor del libro proceden de ahí.
En la actualidad, consideraríamos el tamaño de esa industria en pequeña minería artesanal, unos pocos casos de minería semi-mecanizada, y Carrizal Alto con su fundición, como mediana minería, por el volumen de su producción; si bien las más importantes tenían laboreos regulares de accesos, ya sea piques verticales mecanizados o socavones horizontales con carros; en hondura, en los bloques de explotación, o avances, necesitaban abundante personal minero para los trabajos de perforar manualmente la roca, acarreo de minerales vertical por medios de cargadores o apires y desaguadores. En la superficie se necesitaban quebradores de mineral, escogedores para separar mineral de cobre de la roca estéril, o sea el escogido manual seleccionando mineral de alta ley de cobre para la fundición —en hornos reverberos— de esos minerales sulfurados.
Por la descripción de manualidades era necesario contratar abundante personal minero; existía así una permanente oferta de puestos de trabajo, lo que daba lugar a la formación de una numerosa población de costumbres diversas, propensa a tener problemas sanitarios por falta de higiene y cultura del autocuidado.
Si nos imaginamos o hemos visitado alguna antigua mina aún conservada, de fines del siglo XIX, a la luz de los conocimientos actuales en minería, con labores más amplias y seguras, más ventiladas, podemos deducir que los principales problemas que daban origen a enfermedades profesionales era la circulación dificultosa del aire, el polvo en suspensión, calor y humedad ambiental, gases del humo de los explosivos y de lámparas de aceite, exposición brusca al frío al salir a la superficie y la falta de agua para aseo personal. Los accidentes eran las caídas desde escaleras o de golpes por desprendimientos de rocas. Afortunadamente, las minas de cobre huasquinas no tienen minerales arsenicales o con mercurio que pudieran empeorar el ambiente subterráneo; si bien pudieron existir gases sulfurosos por descomposición de pirita en los ambientes húmedos mineros, ese problema lo tenían en la fundición de minerales existente en Carrizal y algunas otras, en Atacama. Esta técnica fue traída a Chile por Carlos Lambert en 1830 a La Serena; en los años del libro de Higiene Práctica de los Mineros ya existían otras fundiciones en el norte atacameño; curiosamente, también se menciona una fundición de plomo como caso particular.
Considerando las condiciones mineras ya descritas, este libro señala, desde sus primeros capítulos, las condiciones del aire dentro de las minas, sus incidencias en las afecciones pulmonares, el humo de las lámparas o de la pólvora; también va al polvo del metal por sus composiciones minerales. Describe muy bien los laboreos (túneles en profundidad) ahogados con gas carbónico donde las lámparas no arden por falta de oxígeno; cita a Domeyko en relación a otros casos en minas elquinas de cordillera. Los trabajos de desagüe merecen descripción aparte por su extremo sacrificio. Mención especial hace sobre la mala costumbre de la falta de aseo corporal de los mineros, al extremo que casi llegan a tener una segunda piel por la capa de polvo pegada al cuerpo; resulta anecdótico que describe casos que un simple baño mejoraba dolencias.
No puedo dejar pasar la notable semejanza, guardando las proporciones, de este médico chileno, escritor de su profesión, historiador del Huasco en su segundo libro en 1896, en este rincón de Chile, y de otro médico en Alemania, siglo XVI, año 1556, en Basilea, publica el monumental y ya clásico libro: De Re Metallica (De los Metales) en latín, con más de 100 grabados de las técnicas mineras de la época. Es el segundo libro más notable que salió de la imprenta de Gutenberg después de la Biblia. Es un libro clásico de la cultura minera en todo el mundo occidental. Lo interesante es que el autor Georgius Agrícola (Jorge Bauer) también relata en un capítulo sobre “las dolencias y accidentes de los mineros”, habiendo recogido observaciones en los centros mineros de Sajonia y otros lugares. Describe (con un paralelismo a Morales) los mismos tipos de enfermedades a los pulmones, reumatismo por trabajos en el agua fría, polvo ambiental, aire estancado en labores mineras, gases de minerales, accidentes por caídas, en fin, una similitud asombrosa en la visión profesional de estos dos médicos separados en el espacio y en 350 años en el tiempo. Esta coincidencia pone a Morales como un humanista, a la altura de J. Bauer homólogo en sus observaciones médicas en los mineros.
En Chile, las escuelas de enseñanza minera se inician con Ignacio Domeyko en 1838 en La Serena; en 1851, en la Universidad de Chile en Santiago. En Copiapó se forma el Colegio de Minería en 1857. Luego nacen las Escuelas de Minería, 1885 en Copiapó y 1887 La Serena. Sus programas de estudios solo consideraban materias básicas y técnicas. No hay ramos relacionados con el bienestar del personal minero.
Con los años, los avances técnicos, los movimientos sociales en busca de mejores condiciones de trabajo, la conciencia sobre los temas higiene, sanidad y seguridad en minería han avanzado. Podemos señalar, ya en 1933, la edición del libro: Economía Minera, de Theodoro J. Hoover, ingeniero de minas y educador (Universidad Stanford – California), publicado en inglés, tiene un capítulo extenso y completo sobre el tema sanitario y bienestar. Se refiere a campamentos limpios y dignos, alimentación adecuada, aire libre de polvo en las minas, agua sin gérmenes, servicios sanitarios, atención médica de urgencia, etc. Todo en minas de tamaño mediana minería en Canadá, México y USA. El autor citado era hermano de Herbert Hoover, también ingeniero de minas y que fue presidente de los Estados Unidos de N.A. entre 1929 a 1933. Lo destacable es que esta última persona fue el traductor (junto a su esposa) del libro: De Re Metallica, del latín al inglés, en 1912. Recién en 1972 fue editado en castellano en España. Esa edición me permitió leer con más detalle, las observaciones médicas de J. Bauer y así, separados casi 350 años, ver la semejanza con L. J. Morales, validando su libro Higiene Práctica de los Mineros en Chile, en el rincón atacameño del Huasco.
Si comparamos la realidad actual, a inicios del siglo XXI, ya desde mediados del siglo XX tenemos un gran avance con mutuales de seguridad, hospitales, seguros, leyes e instituciones que fiscalizan condiciones de las minas y trabajadores mineros. Debemos considerar que este libro fue un buen inicio en Chile para formar la conciencia de responsabilidad social empresarial actual.
Este libro indudablemente es un aporte a un mayor
conocimiento de la minería y del patrimonio de las regiones de Atacama y
Coquimbo. El regreso de esta obra del subterráneo del pasado es una pella de
oro para las nuevas generaciones, y especialmente, para los investigadores de
la historia minera de Chile.
1.- Nació en La Serena. Ingeniero Industrial de Minas; Académico (Senior) de Geología de la Universidad de La Serena. Especialista en temas de la historia de la minería chilena, ha publicado diversos libros y monografías al respecto. Ha realizado investigaciones científicas en mineralogía presentadas en Congresos Geológicos nacionales y extranjeros. Fotógrafo científico y submarino; bombero, andinista y minero; es miembro del Colegio de Ingenieros de Chile, de la Sociedad Nacional de Minería (SONAMI), de la Sociedad de Creación y Acciones Literarias Región de Coquimbo (SALC) y de la Sociedad Patrimonial Pedro Pablo Muñoz Godoy (SPPMG). Recibió Medalla al Mérito Profesional del Instituto de Ingenieros de Minas de Chile, 2011. Reside en su ciudad de origen.