Estimados amigos que nos acompañan: En este día en que estamos coronando un trabajo que nos obligó a dedicarle muchas horas de lectura, de estudio y de reflexión, creo que es necesario respondernos algunas interrogantes. La pregunta fundamental sería ¿Por qué y para qué una nueva edición de Crónica de La Serena? La respuesta surge inmediata: por la necesidad de traer al presente al ciudadano Manuel Concha Gajardo; porque advertimos que existe gran desconocimiento hacia su persona, y aunque ya se habían publicado dos ediciones: copias de la primera y original: una en 1979 y luego otra en 2010; las únicas referencias conocidas han sido las escritas a modo de prólogo por el Dr. Mario Ferrecio quien más bien hizo un severo estudio de la obra específica “Crónica de La Serena” desde la perspectiva de la Lingüística; acotando más en los defectos que en los aportes; sin valorar el objeto del enorme trabajo emprendido por Manuel en una época imposible de comparar con la de hoy.
Fue así como nos vimos rastreando el timbrado de sus huellas, las que nos obligó a incursionar en este trabajo de investigación que ha permitido reunir testimonios, vislumbrar capacidad, temple y afición de quienes conformaron la colectividad durante el siglo XIX época en que Manuel Concha Gajardo remarca la riqueza patrimonial del medio serenense con su pluma, sello, tilde, temple de escritor, cronista, periodista, y poeta.
Manuel Concha nace en el año 1834; época en que a la ciudad de La Serena se le concede la calidad de Capital de provincia incorporando a sus dominios los pueblos comprendidos entre Atacama por el norte y Choapa por el sur.
La Serena —hasta comienzos del siglo XX— no disponía del servicio de alcantarillado y para este efecto corrían acequias a tajo abierto que atravesaban el interior de las propiedades. Esta fue la ciudad que conoció y en la que vivió Manuel Concha, aquella que después de almuerzo, siguiendo la costumbre de los días de la Colonia, se entregaba al placer de “hacer la siesta”, y caída la tarde rezaba el ángelus.
Las calles pasaban casi siempre llenas de “tropillas” de mulas y burros, cargados de mercaderías y provisiones con las que se abastecían las diferentes minas de la zona. Eran los tiempos en que los niños podían jugar con entera seguridad en las calles del barrio sin temor a ser arrollados por algún tipo de locomoción.
Tras el rastro de textos ignorados se ha llegado a la prensa de aquella época en que Manuel Concha vivió e hizo su apreciable aporte a la cultura en la sociedad serenense.
La prensa, como fuente fidedigna y portadora de valiosa misión histórica y cultural, nos ha aproximado a nuestro objetivo. Ha sido posible, a través de sus escritos, conocer al hombre, su vida, sus demandas, sus afanes, su mundo interior, ubicado siempre dentro de un horizonte de nobles ideales y valores doctrinarios.
Fue el fundador del periodismo en La Serena, en las condiciones que reclamaban entonces el progreso social y la cultura de la provincia. Cultivó una extensa producción literaria: obras de teatro, cuentos, artículos periodísticos, novelas, el drama histórico y social, el cuento de imaginación y las tradiciones populares.
Manuel Concha contaba con tan sólo 17 años cuando fue sorprendido por el movimiento político de 1851, año en que la ciudad de La Serena vivió con rigor los crudos episodios de lo que conocemos como “Sitio de La Serena”; y pensar que todavía tenía que vivir los perturbadores acontecimientos de 1859 (Revolución Constituyente) y de 1879- (Guerra del Pacífico); destino que permitió acrecentar su pensamiento liberal y fortalecer la dirección de sus ideales.
Bajo la Imprenta “Cosmopolita” de propiedad de don Manuel Concha, el 5 de junio de 1858, se publica el primer número del diario “El Cosmopolita”. El que se define como:” Comercial, Político i Noticioso que se publica todos los días lunes, miércoles i viernes, cuya Imprenta estaba ubicada en Calle de los Carreras”.
La presencia de Manuel Concha en El Cosmopolita, se advierte a través del relato folletinesco inserto en la parte inferior de la página literaria. El autor encabeza todos sus folletines con la siguiente advertencia:
“no hagáis como muchos, que sólo leen las obras para hallar defectos que reprender”
Otra característica destacable de Manuel Concha es su honradez profesional, una vez que recibía una historia, siempre cumplía con el “honorable” requisito de solicitar la autorización para publicarla y citaba la fuente. Nunca se atribuía algún argumento por simple que fuera.
Escribe “Un viaje de vieja” apuntes de cartera, como Manuel Concha los denomina, en realidad representa un verdadero diario de vida. Fuera de este viaje al Perú, no hizo otros, permaneció voluntariamente recluido en amor a su tierra. Manuel tenía 33 años cuando una tarde se embarca en el vapor “Santiago” surto en la bahía de Coquimbo, con destino al Perú.
A la misma hora que el vapor se alejaba de la costa, el tren que hacía el recorrido La Serena- Coquimbo, regresaba a La Serena.
Escribe Manuel, construyendo un bellísimo pasaje en el que ratifica el profundo amor que sentía por su ciudad natal. La describe vista desde el mar con los últimos fulgores del crepúsculo de la tarde;
“se asemeja a una bandada de blancas palomas detenida entre la verde yerba del campo. Esta visión encantadora desapareció pronto, mui pronto, como todo lo que se ama.)
Manuel Concha nos traslada desde Lima a la cordillera, hasta la antigua ciudad de Jauja, nos lleva en su viaje gracias a su narrativa amena, acertada en detalles, aportando datos importantes, indicando fechas, describiendo el paisaje marino, la cordillera, el Rímac. Podemos compartir su viaje a través del cual nos permite complacernos con su veta lírica
Nos habla de las aves, de los huertos, de los animales. Nos comparte su visión de las minas, de los habitantes de las alturas: del cholo, siempre a pie tras de sus recuas de llamas; ignorantes de los trastornos políticos y sociales que tienen lugar a pocas leguas a la redonda y sin embargo se consideran muy felices.
Manuel tenía 37 años cuando se publica en 1871 “Crónica de La Serena”. En su página de “Advertencia preliminar” dice: “Nuestro trabajo quedará recompensado si merece la aceptación del pueblo de la Serena, para el que especialmente ha sido escrito”.
A través de sus relatos publicados en Tradiciones Serenense el año 1883- es posible disfrutar de su optimismo, alegría, sentido del humor y su particular ingenio para el género jocoso en picarescas intervenciones como; “se hizo el de las monjas· (Pág. 19) y los apodos para un mismo personaje; “Diablo, Matoco, Mandinga, Uñudo, Cornudo”, Pág. 122.
Internarse en la fronda literaria de Manuel Concha en busca de su vida, de sus sueños, de sus ideales, ha resultado apasionante. Desde el escenario de sus diversas producciones siempre aparece su figura de hombre de letras ordenado, riguroso en la entrega de la información, galante, apasionado cuando describe con palabras lo que hoy sería tan fácil de mostrar mediante una producción virtual.
Gracias a la generosa adhesión del Sr. Gabriel Cobo; director del Museo Arqueológico de La Serena, hemos podido acceder a los manuscritos e índices dejados por Manuel Concha y donados por su bisnieta Sra. Hebe Sepúlveda Concha – en agosto de 1969. Pudimos comprobar que la obra de nuestro escritor es muy superior a la que le conocemos. Dejó índices para posteriores publicaciones y que sin duda significan un tesoro incalculable para el patrimonio de las letras serenenses.
Desde el Diccionario Histórico, Biográfico y Bibliográfico de Chile”, de Virgilio Figueroa, Pág. 425.leo: Manuel Concha “poseía una sensibilidad exquisita. Era de regia apostura, varonil y de altiva belleza, pero cuando sufría algún revés o experimentaba algún sufrimiento propio o ajeno, que para él era lo mismo, sus ojos, verdes como los campos serenenses, se cuajaban de lágrimas y se transformaba en un niño, dominado por la ternura y el sentimiento”
Agradezco a la Sociedad de Acción y Creaciones Literarias de la región de Coquimbo el haberme asignado la tarea de conocer y dar a conocer a tan destacado hombre de letras. Recorrí todos los escritos que me fueron posible leer y creo haber cumplido con el cometido que se me asignó y puedo decir con satisfacción que conozco a Manuel Concha, yo lo he visto viajando entre las montañas, navegando entre los canales de Venecia hasta donde lo llevó su imaginación. Lo vi sumergirse en la cultura propia de la Edad Media para escribir el artículo: “Don Pero Grullo” el que redactó en castellano antiguo o español medieval.
Lo he visto paseando por las calles polvorientas de la Serena, lo he visto con su familia, disfrutando con sus siete hijos. Veo especialmente a sus hijas practicando el piano con el método de enseñanza Lemoine. Lo he visto en el diario “El Cosmopolita” entregando información, y encendidas proclamas. Siento su personalidad humilde sin aspavientos escribiendo en situaciones de precariedad propias de la época; sin luz eléctrica, sintiendo muchas veces el agobio por los problemas sociales. Lo veo despedirse en 1891 en medio de la borrasca política de ese año, manifestando entusiastas simpatías por el presidente José Manuel Balmaceda quien regía entonces los destinos del país. Y en el momento del último adiós comparto plenamente lo que allí junto a su tumba se dijo:
Fue pobre en bienes de fortuna; pero rico en talento y dotes literarias; y si alguno de estos potentados de la riqueza, en su fatuidad osó mirarlo a veces con desdén, ellos pronto serán envueltos en el polvo del olvido, en tanto que el nombre de Manuel Concha vivirá en sus obras eternamente dentro y fuera del pueblo que le vio nacer.
He aquí, amigo mío, has dejado esta mansión de miserias y de duelo para volar a rejiones más serenas e ideales”.