Son muchísimos los poemas y las canciones creadas para exaltar a los pueblos y a las ciudades de estos valles; pero, con todo el mérito que algunas obras tienen, no aparece la canción que se vocee en los labios del pueblo, a semejanza de «Mejillones», o «Valparaíso» del Gitano Rodríguez.
Pero Fernando Binvignat, autor de «Madrigal de palomas», hizo algunos textos de notoria calidad, convirtiéndose en el poeta bisagra de la literatura del norte chileno: último de los grandes de Elqui y primero de la segunda parte del siglo. Su obra acentúa los valores locales, con metáforas vigorosas y licuadas. Este poeta nacido en La Cantera, Coquimbo, está entre los que injustamente no se le entregó el Premio Nacional. Su obra es vistosa, exitosa y vital; sin embargo, el olvido y el abandono también le acompañan: laureles que suele entregar la región a sus mejores hijos.
Con Juan Carlos Brown, asistimos a un acto de la familia Binvignat, hace algún tiempo, donde propusimos algunas acciones: deseamos que la avenida de La Cantera lleve su nombre; esperamos realizar un estudio completo de su obra y publicar una antología que abarque la totalidad, tanto en prosa como en verso. Estaba presente Octavio Binvignat, doctor, profesor universitario en Brasil, organizador del evento, con el cual estamos trabajando un texto visual y bilingüe de la obra de Fernando Binvignat.
Ahora que se cumple el centenario de su nacimiento, resulta más gravitante avanzar en el reconocimiento de este poeta, porque las antologías más recientes de la poesía chilena no lo consigan y cuando lo hacen, como el caso de la canónica de Nain Nómez, lo tratan de “poeta menor”. Lo primero será, indudablemente, un fuertísimo reconociendo de sus pares del valle de Elqui; ahora, precisamente que ya nos acercamos a un ordenamiento del sector. Próximamente asumiremos una antología de su obra y otra de los poetas del valle, partiendo con Fernando Binvignat. La obra de este poeta y cronista es lugareña; pertenece a la rica historia del Norte Infinito: Es poeta de tomo y lomo. Esto es lo que les pide el pueblo a sus poetas. Este mismo pueblo les pide a sus autoridades, que además de mirar el horizonte, tengan vocación por lo propio; porque las autoridades que no reconocen a sus artistas pagan con el olvido: no brillan; mueren con la muerte del mandato.