Martina Chapanay fue una mujer indígena que está inscripta en la historia argentina. Nacida en 1799, en una comunidad huarpe de las Lagunas de Huanacache, San Juan, siendo muy joven adquirió las destrezas de los gauchos, tal que se convirtió en una “gaucha”, como experta jinete, cazadora y chasqui. En los años de 1830 llegó a San Juan un emisario del general Quiroga, caudillo federal, a reclutar gente para su ejército, para combatir en las guerras civiles, ella se fue con el emisario como su pareja. Posteriormente Facundo Quiroga la autorizó para entrar en combates, en los cuales se enfrentaba de igual a igual con los adversarios con las armas en la mano (lanza, boleadora, cuchillo), adquiriendo fama por su valentía. De tal manera Martina se convirtió en montonera cuando tenía 23 años. En esas montoneras había huarpes, capayanes y yacampis; indios y mestizos de la provincia de San Juan, así como de toda la región diaguita.
Muerto su compañero en combate y desilusionada de la campaña de Facundo Quiroga contra los indígenas de la pampa argentina en 1835, regresó a su pueblo, encontrándolo abandonado: la población prácticamente había sido eliminada por los reclutamientos, despojos y muertes. Se volcó a la vida de salteadora en los caminos de la montaña y la travesía junto con la banda del gaucho Cruz Cuero. En 1840 habría roto con dicha banda, siguiendo sola o con otros grupos sus actividades y ayudando a los pobres.
En 1845 se integró a las fuerzas del caudillo federal sanjuanino Benavides, participando en las luchas contra el general Acha, de las fuerzas unitarias, quien tomó la ciudad de San Juan pero luego fue derrotado. Después de ello Martina volvió a la vida de bandolera y sus compañeros fueron cayendo uno a uno en manos de las fuerzas policiales. En 1856 se enganchó con las montoneras del Chacho Peñaloza y nuevamente lo hizo en 1863: convertida en sargento, dirigió la guardia personal del caudillo federal, de 200 hombres. Después del asesinato del Chacho, por acuerdos entre vencedores y vencidos, Martina Chapanay (con parte de sus compañeros) se integró al ejército nacional como policía: allí se encontró con el mayor Irrazábal, el asesino del Chacho, a quien desafió a duelo para vengar a su jefe. Irrazábal sufrió un ataque de nervios y, atemorizado, no concurrió al duelo.
Luego Martina dejó esa función y se convirtió en una trashumante junto a grupos remanentes de montoneros que andaban por la travesía en toda esa década: eran gauchos que vivían al margen de la sociedad. Aparentemente colaboraba con las autoridades pero en realidad era vigilada por estos. No participó en las montoneras de Felipe Varela de 1867-1868, pero para entonces tenía 68 años.
En sus últimos años, siendo una leyenda viviente, ayudaba a los viajeros que viajaban por las duras travesías del desierto sanjuanino. Se instaló en Mogna, una pequeña población enclavada en medio del desierto, donde murió por la mordedura de un tigre, en 1887. La leyenda y la memoria de los habitantes del lugar indican el lugar donde estuvo el rancho en el cual vivió con una mujer indígena y sus restos estarían en el cementerio de la Villa de Mogna, donde se levantó un pequeño santuario, donde hay leyendas grabadas y exvotos, diferentes elementos recordatorios y de muestras de agradecimiento de promesantes. Allí es una “santita” de la religiosidad popular, que es distinta a la religiosidad institucional católica.
Martina Chapanay se ubica entre la leyenda y la historia, entre la santificación y condena. Las historias que se cuentan sobre ella son versiones distintas, tanto si se trata de los relatos de la memoria popular como los relatos de los historiadores.
Martina es condenada por el pensamiento conservador y rescatada por organizaciones populares como símbolo de la mujer rebelde y luchadora. Su fama continúa como una leyenda que permanece en la memoria del pueblo.
Su vida está llena de historias y sentidos diferentes, incluso contradictorios. ¿Martina fue líder del movimiento de resistencia social de la época? ¿De la rebelión huarpe lagunera? ¿Del movimiento campesino indígena? No se conocen documentos que lo atestigüen, pero sin duda fue expresión de la rebeldía indígena-gaucha y fue muy popular pero ella no figura como una dirigente de los campesinos indígenas, sino como combatiente de las montoneras, en las cuales, es cierto, participaban sus paisanos.
Esta gaucha rebelde es una expresión simbólica en su quíntuple condición de mujer-indígena-gaucha-montonera-bandida rural, transgresora de las rígidas normas sociales patriarcales de sujeción de la mujer, de negación y sumisión de la población huarpe y como montonera de la causa que el discurso dominante consideraba la barbarie.
Es la única mujer que puede incluirse en el santoral de los gauchos milagrosos, santificada por el pueblo aunque no sigue el esquema típico de haber tenido una muerte violenta y en edad temprana para ser considerada con poderes de milagrosa.
Martina Chapanay es un personaje propio de la travesía, la manifestación en la región cuyana del desierto. Por otro lado, la travesía era —en esa época— un espacio marginal no ocupado por el Estado, territorio de libertad donde vivían los gauchos perseguidos por el poder. Ella fue marginal al sistema y perseguida por la justicia.
Vivió en la etapa de las guerras civiles (1820-1862) y de la constitución del estado nacional (1862-1880). Fue una época de invisivilización de los pueblos originarios de San Juan y de la retracción de los gauchos, dentro de las acciones de genocidio que ambos grupos sufrieron bajo los gobiernos centralistas del puerto de Buenos Aires.
Fue además de montonera -soldado de las fuerzas federales- una bandolera social. De acuerdo a Hugo Chumbita (Jinetes rebeldes, 2000) los bandoleros sociales se diferencian del individualismo de los delincuentes por la dimensión colectiva de su rebeldía frente al orden, por la relación solidaria que tienen con su grupo de origen —las comunidades campesinas—, por ser una expresión contestataria de los grupos que sufren opresión por las clases dominantes.
El gaucho, personaje social de las condiciones de la etapa precapitalista en la Argentina, era un condenado con el desarrollo en la etapa capitalista que necesitaba la subordinación de la mano de obra; se requería peones mansos que vendieran su fuerza de trabajo a un patrón. Era la transformación de la estructura económicosocial argentina, que se movía, en virtud del desarrollo desigual, a diferentes ritmos según las regiones del país. Martina Chapanay —más allá de su vida individual— es expresión de la resistencia de los desposeídos.