Las contradicciones capital-provincias, el autoritarismo del gobernante persiguiendo reiteradamente a la posición liberal y la continua implantación del Estado de sitio, promovieron que los conflictos contra el gobierno —apaciguados y contenidos en el tiempo— tomaran fuerza en la sociedad del país.
El centralismo y la postergación de las provincias agudizaron la situación: gran parte de las entradas fiscales del país, tales como la minería del norte y la agricultura del sur, se entregaba al progreso y beneficios de la región central.
Esto dejó claro que los motivos que llevaron a la “guerra civil de 1851”, no habían sido superados por el gobierno de Manuel Montt.
Es así, como nace una aspiración franca y levantada por hombres de progreso y libertad, contribuida por todas las clases sociales, por ser la protesta más valiente y autorizada en contra del sistema de gobierno que se había establecido contra toda ley; no sólo abarcó el norte de Chile como se conoce y piensa, sino que los actos dictatoriales y violaciones a las leyes prendieron como una descarga eléctrica, el entusiasmo y corazones en muchas zonas del centro y sur del país.
Los jefes de partidos de la oposición parlamentaria de Santiago, sus correligionarios de la prensa y la sociabilidad; se concentraron para agitar la opinión del centro y estimular los movimientos populares de las provincias. Estas fueron tomadas por destacadas personalidades como: Pedro León Gallo, Ramón Antonio Vallejos, Pedro Pablo Muñoz, Luis Ovalle, Joaquín Oliva, Nicolás Tirapegui y Pedro Ruiz Aldea.
El Movimiento Revolucionario Constituyente de 1859 comienza a hacerse presente en varias zonas del país, con sublevaciones y revoluciones como lo sucedido en Valparaíso, San Felipe, Talca, Concepción, entre los más destacados.
El Movimiento Revolucionario de los trabajadores de Valparaíso
Valparaíso, era la colmena comercial de la República, y al igual como la capital y las provincias del norte y sur del país, fue desde 1851 un centro político hostil al gobierno de Montt, por lo que no era de extrañar que en esta gran urbe las pasiones políticas de los opositores al gobierno dejaran salir sus agitaciones y sentimientos.
Luego de un período de escrutinios para parlamentarios y regidores a la municipalidad; el cual ganó el partido liberal, de reuniones para conspirar descubiertas por el gobierno y de una represión al libre albedrío de la ciudadanía porteña, el 28 de febrero al medio día de 1859, el pueblo se pronunció. A cargo de Horacio Manterola, tumultos de gente se dirigieron a la intendencia con el fin de tomarla, pero se encontraron con ésta cerrada y al no poder derribar la puerta principal del edificio, Abelardo Villar prendió fuego a la puerta del costado de éste. A las 13:00 horas se presentó el comandante Jacinto Niño con dos compañías de fusileros y mandó a hacer fuego sobre el pueblo. Esta última arremetida puso término a la sublevación en la intendencia. El enfrentamiento armado se llevó a cabo también en los cerros, desde donde se resistió a la marinería que fue desembarcada para hacer frente a la insurrección. El único combate que se produjo ese día fue el que se llevó a cabo en el asalto de la aduana; en el que se produjo un tiroteo de aproximadamente un cuarto de hora, entre la policía y los conjurados del Almendral.
La sublevación de Valparaíso fue de una sola jornada y estuvo ausente la burguesía del puerto, ya que está, junto a las casas extranjeras; respaldaba al gobierno de Montt.
Al día siguiente, 29 de febrero, las autoridades hicieron fusilar al joven Abelardo Villar, por incendiario.
Luego de ese acto, conocido como la “revolución del aniversario de la patria”, toda intensión de sublevación terminó.
El Movimiento Revolucionario en Aconcagua
Cuando la provincia de Aconcagua, cuando tomó conocimiento del movimiento popular de Copiapó se decidió desarrollar una estrategia que permitiera conducir el movimiento en la zona y al mismo tiempo, tomar Putaendo. Debido a que el 12 de febrero de 1859 se recordaba la Batalla de Chacabuco y estando la guarnición con una fuerza de 90 policías y 100 hombres traídos de Los Andes y Putaendo en días anteriores, se distribuyeron por grupos los promotores de la revolución y al grito de libertad y eco de algunos disparos todo comenzó.
La cárcel fue tomada por Wenceslao Vidal, Baldomero Lara y cinco ciudadanos; Francisco Chaparro, Manuel Rodríguez y ocho compañeros tomaron la Intendencia y condujeron a la cárcel a Don José Timoteo González, el intendente.
El cuartel de policía fue tomado y el pueblo en masa se adhirió al movimiento.
Don Luis Ovalle fue proclamado intendente de la provincia y Joaquín Oliva, jefe militar de la plaza.
Putaendo fue tomado después de un ligero combate por Don Lucas Cotter, Manuel Rodríguez y cincuenta hombres.
El día 13 de febrero, se realizaron los preparativos para la defensa de San Felipe y Putaendo; construyendo trincheras, cerrando calles y formando batallones cívicos, ante la inminente llegada de las fuerzas de la capital.
El día 14 de febrero se presentaron éstas. Fueron repelidas y batidas por los defensores; ocurriendo lo mismo los días 15, 16 y 18 de febrero.
Estas circunstancias y la tenacidad de los sanfelipeños, exasperó a Montt, mandando nuevos cuerpos militares al mando de Tristán Valdés; que sumadas a las ya existentes dieron un total de más de 1.000 plazas de todas las ramas del ejército.
Al amanecer del 28 de febrero, Tristán atacó la ciudad, siendo recibido por un nutrido y vivísimo fuego por los revolucionarios y después de cuatro horas de encarnizado combate, la plaza fue rendida; siendo el batallón cívico compuesto por 100 hombres el último en caer, y dejando la vida de todos ellos en su lucha.
Vencida la revolución, sus sostenedores se refugiaron en el teatro, iglesias, cuarteles, chacras y casas; siendo ultimados en los lugares donde eran encontrados.
Los vencedores no respetaron nada; robaron, violaron, asesinaron, quemaron casas y edificios; sufrió toda la población e incluso gente neutral, el paso de las tropas de la capital. Estas últimas estaban apoyadas por paisanos de Los Andes, enemigos naturales de los sanfelipeños, que avivaron las huestes capitalinas a la barbarie y saqueo que prosiguió una vez rendida la plaza.
Un niño de nueve años que sirvió como tambor a las tropas revolucionarias fue fusilado, una connotada madre que defendía el honor de su hija fue degollada, el noble señor Joaquín Oliva, guerrero de la patria vieja fue fusilado y luego de muerto su lengua fue mutilada por un oficial, su familia asesinada y su casa y molino destruidos a cañonazos.
La rendición de la plaza para las tropas de gobierno, más que una victoria, fue una feria, ya que hicieron y deshicieron a su antojo.
La Guerra de Guerrillas
Las guerrillas, eran grupos de ciudadanos, campesinos en su mayoría, que llevaban una vida llena de peligros y falta de recursos en pos de luchar por combatir por sus principios políticos en contra del absolutismo del gobierno de Montt.
En la zona central, desde Rancagua a Chillán, la guerra de guerrillas repercutió en el desarrollo nacional de la guerra civil, distrayendo la atención del gobierno e impidiendo que las fuerzas se concentrarán en un ataque en el principal foco de la revolución; el norte chico.
Uno de los principales caudillos de la guerrilla fue Don José Miguel Carrera Fontecilla, sobrino de Doña Javiera Carrera Verdugo, en cuya hacienda se comenzó a organizar la guerrilla. Carrera incursionó en los poblados de Chépica y Peumo y unido a la guerrilla que comandaba Fernandois, atacaron Rancagua.
Las guerrillas respaldaban los actos de sublevación que surgían en los distintos pueblos centrales. Es así, que las primeras incursiones de Carrera fueron en los poblados de Chépica y Peumo. Luego unida a las guerrillas que comandaba Fernandois, que venían derrotadas desde Curicó, atacaron Rancagua donde también fueron derrotados.
Las guerrillas de Arce, atacaron Parral y posteriormente Linares, en la cual permanecieron tres días y luego obligados a replegarse a Chillán donde se unió a las huestes de Pando Y Ugarte. Posteriormente estas guerrillas fueron derrotadas en Chocoa por las fuerzas del mayor Sr. Joaquín Vila.
Las guerrillas volvieron a reorganizarse y bajo el mando de Carrera atacaron nuevamente Curicó y luego Teno. Posteriormente las fuerzas de Carrera, Fernandois y Arce, fueron derrotados por el ejército gubernamental en Pichiguao el 2 de mayo.
La guerra de guerrillas se prolongó por un período cercano a cuatro meses, en la que participaron innumerables campesinos y demostraron su capacidad de lucha y de poner en aprietos al ejército regular; lo que permite indicar que es un nuevo hito del campesino chileno, como lo fue en Yungay.
Insurrección y Sitio de Talca
Siguiendo con los pronunciamientos en las provincias del país; en Talca, el movimiento revolucionario es llevado por una agrupación de patriotas ligados a un círculo de ciudadanos relacionados con obreros y artesanos. Era necesario el pronunciamiento de Talca pues su finalidad sería abrazar a las zonas del Maule y Curicó y sirviese de ejemplo para la sublevación del resto del sur.
El movimiento revolucionario de Talca, estaba dispuesto para levantarse el día 17 de septiembre; pero desde su organización, la fortuna no pareció acompañarlos y uno de sus principales propulsores, el señor José Domingo Canto, fue detenido el mismo día que debía ponerse de acuerdo con otros ciudadanos para ejecutar el movimiento.
Las reuniones se llevaban a cabo en el hotel de la plazuela de Santo Domingo; donde siempre se veía reunido a Ramón Antonio Vallejos, Manuel Vargas, Valenzuela y al Sr. J.A. Bustamante, comandante del batallón cívico de Talca.
El día 19 de enero de 1859, un hijo del pueblo se puso al frente de los obreros y los artesanos; Don Ramón Antonio Vallejos, pronunciándose y tomando la jefatura del movimiento. Se tomó el cuartel cívico y de policía, este último engañando al Sr. Bustamante cuando les abrió la puerta y les permitió entrar. La cárcel se rindió. Vallejos fue secundado por Manuel Vargas y sus fuerzas se componían de todas las clases populares en un número de 100 hombres; la cual fue aumentando con más personas que se unieron, y luego los soldados del batallón cívico Talca que apoyaron la causa.
El intendente Sr. Adrián Borgoño, viendo que no podía defender y restaurar la ciudad, decidió abandonarla.
Vallejos fue proclamado intendente por Manuel Vargas y se dispuso inmediatamente a la defensa de la ciudad. Atrincheró la plaza, las torres de Santo Domingo y San Francisco fueron ocupadas por soldados; para vigilar y defender la ciudad.
Montt, mandó tropas de línea a cargo del teniente coronel Sr. Vicente Villalón. Luego fue nombrado jefe de este ejército el general Sr. Manuel García.
El 7 de febrero, García atacó la plaza y fue recibido por nutrido fuego de parte de la resistencia. Penetró por la Alameda y las primeras en caer fueron las fuerzas cívicas; las demás, resistieron dentro de la plaza atrincherada.
El día 8 se colocaron piezas de artillería para derribar las torres de Santo Domingo y San Francisco, desde donde le hacían nutridas descargas de fusilerías.
La defensa continuó con bravía tenacidad. El 13 de febrero los revolucionarios recibirían tropas provenientes de Chillán, pero García se enteró de esto y los mandó a interceptar y bloquear el paso. La defensa fue hasta el final. Entremedio hubo un parlamento que fue rechazado por Vallejos; el que provocó la ira de García y amenazó con incendiar la ciudad, a lo cual Vallejos respondió con mandar la cabeza de un prisionero de gobierno por cada cañonazo realizado por las fuerzas oficialistas.
El general encontró difícil tomar la plaza y aun cuando continuó sus ataques, siempre encontró resistencia, y fue en estas circunstancias en que un fusil de unos de los hombres sitiados se disparó por casualidad, hiriendo en el muslo a Vallejos. Ésta con el tiempo se gangrenó y provocó la muerte del líder de los revolucionarios.
El mando fue tomado por Manuel Vargas. El 18 de febrero, Vargas capituló y el 21 en la noche él y su tropa abandonó Talca, siendo ocupada el 22 en la mañana por tropas de gobierno. Al morir Vallejos, se apagó la llama de la revolución en esa ciudad.
Los Constituyentes de Concepción
En el sur, en Concepción, logrado el triunfo de los opositores en las elecciones, el directorio liberal de Santiago se dirigió a sus iguales, exigiéndoles promover la revolución como se estaba desarrollando en el resto del país.
El movimiento fue aceptado en un principio, pero aplazado; debido a que habría sido un sacrificio para los revolucionarios de la región, ya que se encontraban sin recursos y armas como para hacer frente a tropas de línea bien armadas y nutridas como las que había en Chillán y Concepción. Para evitar que los ansiosos realizaran sublevaciones parciales o aisladas, los directores liberales de la zona abandonaron el lugar y se refugiaron en otras zonas.
En esta fase se hacen presentes las guerrillas. Juan Alemparte y Mateo Madariaga estuvieron a cargo de las primeras. La primera acción fue atacar Talcahuano y posteriormente Concepción, con unos 600 hombres mal armados, donde fueron derrotados por las fuerzas al mando del coronel Sr. Basilio Urrutia. Los derrotados se retiraron al puerto de Penco.
Después del frustrado ataque a Concepción, Nicolás Tirapegui reunió unos 1.000 hombres y se reunió con la guerrilla de Benjamín Videla; ocuparon Los Ángeles y obligaron a las fuerzas de gobierno a retirarse a Chillán.
En Los Ángeles se presentó Bernardino Pradel con sus huestes Araucanas. Pradel no quería avanzar a Chillán hasta tener unas 6.000 lanzas; pero no le hicieron caso.
A esta altura, las guerrillas reunidas ya eran un ejército revolucionario y avanzaron a Chillán. En el llano de Maipón el 12 de abril se enfrentaron al ejército gubernamental, dirigido por José Manuel Pinto; que contaba con más de 2.000 hombres y cuatro piezas de artillería, y el ejército revolucionario, dirigido por Nicolás Tirapegui, contaba con más de 2.000 hombres y nueve piezas de artillería. Como fue durante toda la revolución, las tropas de gobierno fueron triunfadoras y pusieron fin a las actividades revolucionarias en el sur.
La revolución de 1859, en la zona central y sur de la República, fue una campaña difícil de lograr, ya que el gobierno del presidente Manuel Montt tuvo presente las enseñanzas que le entregó la revolución de 1951; es decir, siempre tuvo bajo su atenta mirada a todos los caudillos que pudieran organizar un movimiento en contra de sus directrices. Esto quedó demostrado en todas las sublevaciones que se llevaron a cabo, pues siempre fueron llevadas por tumultos y guerrillas espontáneas, comandadas por personalidades que tuvieron que tomar el mando según la urgencia y necesidad del momento.
Faltó organización, financiamiento, armamento, alimentos y zonas donde la tropa revolucionaria pudiera descansar y reorganizar sus prioridades. Siempre tuvo que enfrentar a una tropa de línea, que muchas veces se vio reforzada por tropas de la capital; todas estas bien armadas, pertrechadas, vestidas y alimentadas, las cuales no daban respiros a las revolucionarias.
Es admirable que, en algunos puntos de sublevación, la resistencia haya sido tan extensa como lo fue en Talca y San Felipe o que se hayan prolongado tanto, como lo fueron las campañas llevadas por las guerrillas. Si la organización del centro y sur de la República hubiese tenido la misma que tuvo la del Norte chico, la definición de este capítulo importante de la historia de Chile, hubiese tenido un final a favor de los REVOLUCIONARIOS CONSTITUYENTES.
Bibliografía
–Historia de la Revolución Constituyente de 1858-1859; Pedro Pablo Figueroa.
– Las Guerras Civiles de 1851 y 1859 en Chile; Luis Vitale.