Antes de la derrota del proceso revolucionario de la provincia de Coquimbo, los trabajadores, mineros, campesinos e indígenas comandados por Pedro Pablo Muñoz, ocupaba gran parte del valle de Elqui. El movimiento sobre este departamento tuvo un desenlace rápido y feliz. Estos hechos demuestran que los mineros, campesinos e indígenas de la zona lograron, en gran parte, el control de la provincia por casi cuatro meses.
En 1851, Gobernador del Departamento de Elqui, en calidad de interino, debido a la repentina muerte de don Anselmo Carabantes,[i] era don José Nicolás Ossa Varas, un destacado representante del Ejecutivo y, por lo tanto, un digno “pelucón”, nombre que se les daba a los conservadores que apoyaban al régimen de Montt; ese apelativo debía a la vieja costumbre de usar peluca, mientras que a los liberales se les llamó “pipiolos”. En Vicuña, siendo cabecera departamental, estaba destacado el Batallón Cívico, comandado por don Nicolás Ansieta, mientras que en las subdelegaciones se encontraban los Escuadrones de Caballería, ambos destacamentos estaban bien armados y contaban con una fuerte disciplina, lo que les permitía constituirse en una poderosa defensa de estas localidades. Así como estaban las cosas en el país, y en previsión de que en el valle pudiese acontecer una posible sublevación de los sectores opositores al gobierno, existía una fuerte guarnición.
Sin embargo, el movimiento revolucionario sobre el departamento de Elqui tuvo un desenlace rápido y positivo para los rebeldes. Esa misma noche del 7 de septiembre, los comisionados de La Serena, el joven Manuel Antonio Álvarez y un vecino de Vicuña de apellido Alcayaga, partieron hacia el interior con un piquete de 15 soldados del Batallón Yungay, con base en La Serena. Cuando hicieron un alto a medio camino para descansar de la larga jornada, se adelantaron dos hombres, don Nonato Pinto, conocido opositor al régimen establecido constitucionalmente y un soldado, entraron a la villa a matacaballo cuando ya todos los habitantes se habían recogido en sus viviendas.
Ambos jinetes se detienen en el frontis del Cuartel del Batallón Cívico, que a la sazón ocupaba un gran caserón ubicado en una esquina de la Plaza de Armas —caserón que pertenecía a la familia Varela—, y con voz fuerte e imperativa, Pinto empieza a dar órdenes a diestra y siniestra a un destacamento que no existía como tal, y a su vez da, con la culata de su fusil, fuertes golpes en la puerta del cuartel, conminando a la rendición de dicho destacamento: “Usted, sargento, mande cincuenta hombres a la izquierda, y usted cabo, lleve cincuenta hombres a la derecha; los restantes estén conmigo, frente a este cuartel”, mientras que el soldado que lo acompaña, a cada orden dada por don Nonato, grita fuertemente: “A su orden, mi capitán, ¡a su orden!
Todos los integrantes del Batallón Cívico, que se encontraban al interior del Cuartel, al oír esas órdenes, en una desbandada total huyeron, la mayoría de ellos, en paños menores, abandonando todo el arsenal a merced de una supuesta fuerza mayor que los atacaba; la vergüenza de la oficialidad que comandaba dicho destacamento de los Cívicos en esos momentos, fue ver que todo el personal militar se rindiese sin combatir y sin disparar un solo tiro. Esa derrota del Batallón Cívico vicuñense, a pesar de las críticas circunstancias políticas del momento, fue el hazmerreír de toda la comunidad elquina por un largo tiempo.
Hay que señalar que, en un gran porcentaje, un 20 %, de la tropa (soldados rasos, salvo Juan y José Cuturrufo, ambos ostentaban el grado de cabo) estaba conformada por personas de origen indígena, entre los cuales se pueden encontrar apellidos como: Alday, Alquinta, Alquintar, Alringo, Areyuna, Casanga, Cuturrufo, Chinga, Garrote, Guamán, Menay y Totoral[ii].
Al día siguiente de sucedido este episodio, a muy tempranas horas, ingresó a la villa de Vicuña el destacamento conformados por militares opositores al gobierno central, comandados por los comisionados de La Serena, los ya nombrados señores Álvarez y Alcayaga. Los revolucionarios se tomaron sin problemas, el vacío Cuartel, que ya no contaba con ningún enemigo visible, recogieron todas las armas, entre ellas se contaban algunos sables, machetes, fusiles y municiones. Luego recorrieron la villa y sus alrededores reclutando a algunos voluntarios para aumentar la expedición militar que desde La Serena debía partir hacia el sur del país para combatir a las fuerzas gubernamentales que apoyaban a Montt. Entre éstos, varios soldados del Batallón Cívico, casi todos ellos de origen indígena.
El oficial que comandaba el pelotón del Yungay, empezó la búsqueda de don Nicolás Ossa, preguntándole a la gente que encontraba a su paso, en donde residía dicho señor para tomarlo como prisionero de guerra, tocó la casualidad que un pequeño niño que las hacía de fisgón, le dijo al oficial: “Mire, usted caballero, ahí va don Nicolás”, efectivamente el que iba en dirección a la casa de don Juan L. Rojas —un destacado vecino de la ciudad— que también tenía su residencia en una esquina de la plaza, era don Nicolás Ossa.
Rojas, a pesar de ser un militante liberal, era íntimo amigo y además compadre de don Nicolás Ossa. Un soldado, al verlo, trata de detenerlo, más Ossa empieza a correr y se introduce en la casa habitación de su compadre, perdiendo en esa carrera desesperada, su capa y su tongo. La residencia de don Juan Rojas, sirvió como retención domiciliaria para el gobernador Ossa. Días después, el oficial al mando del destacamento, traslada hasta La Serena, en calidad de prisioneros a varias destacadas personalidades de Vicuña; entre otros, se cuentan los señores Nicolás Ossa y el comandante del batallón Cívico, don Nicolás Ansieta. Para suerte de los retenidos, esta detención no duró mucho tiempo, solamente el tiempo en que los rebeldes fueron los que gobernaron en la provincia de Coquimbo. Cabe señalar que ninguno de los prisioneros sufrió consecuencias mayores.
En Vicuña, durante su dominio, los rebeldes se apoderaron de animales y del dinero que existía en la caja municipal, pero ninguno de sus habitantes sufrió vejación alguna. Se nombró gobernador, en virtud de las instrucciones recibidas en la capital provincial, a don José María Galloso.
En el acto, se reunieron las escasas milicias de este distrito y se organizó una compañía de fusileros, todos voluntarios, que al mando del joven don Juan Luis Rojas, se agregaría días después al batallón Igualdad, creado en La Serena por los revolucionarios.
El aporte humano de los elquinos a la defensa de revolución fue importante, pues cuando se supo en la villa de Vicuña la noticia que la rebelión coquimbana sería atacada a mansalva por un ejército proveniente de Copiapó, y cuyos integrantes estaban formados mayoritariamente por una pléyade de ciudadanos argentinos, si bien es cierto que entre los cuales se encontraban militares de profesión, el resto de ellos estaba conformado por la hez de la escoria humana, dedicados algunos de ellos al bandidaje pampeano, otros al residuo del oleaje de aquellas luchas intestinas que los señores de la guerra mantenían desde hacía años en la república hermana de Argentina; los elquinos, de inmediato estuvieron dispuestos a entregar lo mejor de sí en la defensa de la revolución regional. Es en ese contexto en donde las milicias de caballería del departamento de Elqui, se reunieron apresuradamente, y ese numeroso contingente partió de inmediato a entregar su aporte y la vida si fuese necesario, para defender la ciudad amenazada, justo en la madrugada del día 11 de octubre de 1851.
En el valle, el número de los que voluntariamente se abanderizaron para defender a mano armada a la revolución en cierne, sobrepasó las dos centenas, lamentablemente la historia no registra todos los nombres de aquellos voluntarios. Eso sí, de Vicuña se recuerdan los siguientes nombres: los hermanos Ignacio y Juan Rojas, Bernardo Carrera, Juan Mundaca, José Ceballos, Gregorio Villegas, Valentín Aliaga, Silvestre Olivares, Benigno Núñez, Ronualdo Morán, Mateo Villalobos, Tadeo Rivera, Pedro Díaz, Martín Riveros, Manuel Castro y Pedro Nolasco Díaz. También se contaron entre estos combatientes, decenas de indígenas, que veían en este estallido de rebelión popular, la única posibilidad de luchar por sus derechos coartados por centurias de explotación inmisericorde. Además, esta vez fueron ellos los que decidieron participar de lleno en este proceso revolucionario, y no como lo fue el año 1829, en la llamada revolución de Uriarte, en donde muchos de sus padres, tíos o hermanos mayores, fueron reclutados a la fuerza para participar en una causa que no era de ellos ni mucho menos comprendían. Entre los que se alistaron voluntariamente en esta expedición revolucionaria, estuvieron: Salvador, Pedro y Leandro Cuturrufo, hijos todos de don Enrique Cuturrufo, último jefe del cacicazgo de Elqui, Estanislao Chinga y don Pedro Alringo. Hay que señalar que después de la fundación de la nueva villa titulada San Isidro de Vicuña en el valle de Elqui, Jurisdicción de Coquimbo, se les había “otorgado”, por la nueva autoridad republicana, a este pequeño grupo étnico sobreviviente en el valle elquino, su propio espacio territorial en la parte norte de la villa, en el llamado Pueblo Indígena, ubicado al norte de lo que hoy es la calle Independencia, entre las calles Sargento Aldea por el Poniente y Baquedano por el Oriente. Con este simple hecho, muy atrás quedaban las épocas en que ellos fueron dueños de sus tierras y en las cuales se encuentra hoy la ciudad de Vicuña.
Los que regresaron de aquella aventura revolucionaria, después que la tropa gubernamental recuperara La Serena, que, con sus manzanas céntricas convertidas en trincheras, habían resistido a los gobiernistas hasta el mes de diciembre, volvieron harapientos, enfermos y perseguidos. Nuevamente en el Valle, renació el predominio pelucón, apoyado, por supuesto, de un destacamento de 25 soldados argentinos, soldados que fueron destacados en reemplazo de los muchos que desertaron o fueron expulsados de la antigua guarnición. Estos soldados, aunque muchos de ellos estaban descalzos y sin su chaqueta militar, tenían la fuerza de las armas; y como es natural, la mayoría de los rebeldes derrotados, fueron víctimas de venganzas, y muchos de ellos, por largo tiempo, vivieron clandestinamente en los cerros circundantes, escondidos en cuevas o amparados por amigos y familiares. En especial, sufrieron la represión conservadora, aquellos últimos indígenas que, con dignidad, habían tomado las armas en esta gesta libertaria, y en ella perdieron casi todo: sus casas y miserables tierras, su libertad, la esperanza de días mejores e incluso la vida, y todo por un ideal.
Ante esto, de nada sirvió, para resguardar los bienes y el derecho a ser persona de los últimos indígenas del valle —eufemísticamente incorporados ya a la sociedad chilena—, el “Reglamento-Lei a favor de los indios”, dictada por la Junta de Gobierno de 1813, bajo la dirección del General José Miguel Carrera Verdugo, ni el Decreto “Ciudadanía Nacional Chilena a Favor de los Naturales del país”, decretado el 4 de marzo de 1819, bajo el mando del gobierno de Bernardo O´Higgins Riquelme, ambas leyes fueron dictadas en los albores de nuestra vida republicana.
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A mediados de diciembre de 1851, se organizó en el norte de la ciudad de La Serena, una montonera comandada por los oficiales revolucionarios de la plaza sitiada, los señores Juan Muñoz Godoy y Lagos Trujillo. Esta montonera estaba conformada fundamentalmente, por pirquineros y obreros de los centros mineros de La Higuera y de Quebrada Honda. Estos dos jóvenes rebeldes habían salido furtivamente de la plaza, amparados en la oscuridad de la noche burlando así a las patrullas enemigas, con el fin de incrementar la resistencia con nuevos voluntarios, llevando consigo algunas armas y municiones. Muñoz, un conocedor nato de esa zona, localidades en donde su familia poseía extensas faenas mineras, se proponía armar a los mineros de la sierras de la costas y con ellos tomarse algunos villorrios del valle de Elqui, y por último el pueblo de Vicuña —hay que recordar que los pueblos del valle, incluida la villa de Vicuña, habían sido nuevamente tomadas por las tropas gobiernistas—, para apoderarse de armas, municiones, caballos y víveres, para en seguida retornar a La Serena con aquel importante auxilio.
El 19 de diciembre ingresó dicha montonera al valle de Elqui a través de la quebrada de Marquesa. Ese mismo día tomaron por asalto el cuartel de los Cívicos de la villa de Vicuña, requisaron las armas, caballos y víveres, todo en nombre de la revolución, pero no se tomó ningún prisionero. Se agregaron a ese grupo de montoneros algunos elquinos que sufrieron las tropelías del Intendente Campos Guzmán como también los abusos de un destacamento de los Cazadores de Atacama. Luego se replegó por la misma ruta por la cual ingresó al valle hacia Quebrada Honda, desde cuyo lugar la montonera regresaría a La Serena.
El coronel Vidaurre, conocedor del asalto perpetrado en Vicuña por la montonera de Muñoz y Lagos, ordenó inmediatamente la persecución de los rebeldes al sanguinario bandido Vicente Neirot, comandante del Escuadrón de Lanceros de Atacama, quien cayó de sorpresa sobre el campamento de los sublevados cuando éstos estaban dormidos, matando a 11 de los mineros y haciendo 34 prisioneros, entre ellos a 7 oficiales. El mayor Lagos, como un valiente, se negó a rendirse y sólo fue desarmado cuando lo hirieron horriblemente en la cabeza con un feroz sablazo. Felizmente, este oficial, a pesar de sus horribles heridas, se salvó. Por su parte, Muñoz logró escapar con algunos de los mineros. Neirot retornó a La Serena con sus cautivos y un considerable botín, consistente en dos recuas de mulas cargadas de víveres, y 30 fusiles que los montoneros habían requisado en Vicuña, entre otras cosas.
El bandido argentino Vicente Neirot, estando ya en el campamento del ejército gubernamental, fue recibido como un héroe por el coronel Vidaurre, dándole a este bandido, en nombre del Estado chileno, las más expresivas gracias por este gran hecho de armas, olvidando, por supuesto, que los chilenos asesinados eran sus compatriotas y que fueron atacados cuando estaban completamente indefensos, siendo varios de ellos degollados por el machete, el puñal artero o el sable asesino de los mercenarios argentinos.
Dos días antes, en La Serena, al amanecer, el comandante Galleguillos atacó con sus carabineros y una fuerza considerable de infantería que mandaba en persona el coronel Arteaga, al campamento del Escuadrón de Atacama, acantonado, desde el principio del sitio, en las dependencias de la fundición de cobre de don Carlos Lambert, ubicado en la margen derecha del río. Muchos integrantes de esa soldadesca mercenaria, al avistar que se le venían encima los revolucionarios serenenses pusieron pies en polvorosa, dejando botadas sus armas y sus cabalgaduras. En esa oportunidad fue herido en la cabeza con un sablazo el comandante argentino Pablo Videla, cuando trataba de saltar una cerca. Así, al menos los 11 montoneros y el capitán Lagos fueron vengados a priori.
Apéndice: Guía de Personajes Históricos
Alfonso Cavada, Antonio: Nació en La Serena en 1826, murió el 4 de marzo de 1891. Se graduó de ingeniero de minas en 1842 y se perfeccionó en Europa. Fue catedrático de minas en el Liceo de La Serena hasta 1851. Fue coronel de ingenieros militares bajo las órdenes del coronel Justo Arteaga en la Revolución de 1851. Al fracasar la revuelta, emigró al Perú. También participó en la Revolución Constituyente iniciada por Pedro León Gallo el 5 de enero de 1859. Triunfante la revolución en la batalla de la quebrada de Los Loros, fue nombrado intendente de Coquimbo. El desastre de la batalla de Cerro Grande lo obligó a exiliarse en La Plata, Argentina. Regresó a Chile acogiéndose a la amnistía decretada por el gobierno liberal de José Joaquín Pérez en 1862. Durante la Guerra del Pacífico fue intendente de Coquimbo y de Tarapacá. Fue comandante durante 12 años del batallón Cívico de La Serena (1879-1891).
Álvarez Borcosqui, Juan Nicolás: Nació en La Serena el 17 de abril de 1810. Murió en El Callao, Perú, a causa de la fiebre amarilla, el 24 de mayo de 1853. Se graduó de abogado. Fue opositor al régimen implantado por Diego Portales. Sufrió persecuciones políticas por esta causa. Fundó y redactó el periódico El Diablo Político en 1839. Uno de sus colaboradores fue José Victorino Lastarria. De “El Diablo Político” se publicaron 31 números, 24 de ellos en Santiago y los restantes en Valparaíso. Al ser condenado por el delito de imprenta a 10 años de prisión o destierro, el presidente Bulnes, a causa de la gran popularidad de Álvarez, tuvo que declarar a la capital en “estado de sitio” para evitar disturbios populares. Más tarde se estableció en La Serena, siendo elegido diputado suplente por Elqui, asumió en propiedad el 13 de agosto de 1847 estando en funciones hasta 1849. Durante la Revolución de 1851, fue nombrado auditor de guerra del Ejército revolucionario. Vencida la revolución el 31 de diciembre de 1851, se tuvo que refugiar en la hermana república del Perú.
Arcos Arlegui, Santiago: Nació en Santiago en 1822. Se suicidó en París en 1874. Compañero de lucha de Francisco y Manuel Bilbao. En su estancia en Francia, después de la Comuna de París en 1848, hicieron de Arcos un partidario ferviente del socialismo utópico. De regreso en Chile, funda junto a Francisco Bilbao, la Sociedad de la Igualdad. Fue desterrado al Perú en noviembre de 1850, regresando nuevamente a su patria en septiembre de 1852. Por su actividad política, nuevamente fue apresado y desterrado definitivamente del país. Pasó a Argentina, en cuyo país participó activamente en las luchas políticas y sociales. Luego se radicó en Francia.
Arteaga Cuevas, Justo: Nació en Santiago el año 1805, falleció en la capital el 9 de julio de 1882. Participó en todas las acciones de guerra a partir de1818 hasta su retiro en 1879. A raíz de la sublevación de 1851 fue borrado del escalafón militar y condenado a muerte. A raíz de esta situación buscó refugio en Cobija, entonces territorio perteneciente a Bolivia. En 1861 se le reincorporó al ejército, y en 1879 fu comandante en jefe del ejército de Antofagasta.
Bulnes Prieto, Manuel: Nació en Concepción el 25 de diciembre de 1799. Luchó en el proceso independentista. Fue comandante en jefe del ejército en la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana, fue luego elegido Presidente de la República (1841-1851). En 1851 debió enfrentar el llamado “motín de Urriola”, producido el 20 de abril
Y más tarde, con diferencia de días, en Concepción y La Serena, que derivaron en una verdadera guerra civil. Bulnes entregó el mando a Manuel Montt, y a sus órdenes combatió a los insurrectos. Murió el 19 de octubre de 1866.
Bilbao Barquín, Francisco: Nació en Santiago el 9 de enero de 1823; murió el 19 de febrero1865, en Buenos Aires. Escritor y sociólogo chileno. Opositor a los gobiernos de Bulnes y de Manuel Montt, perseguido por sus ideas liberales, vivió desterrado, murió en Buenos Aires.
Cavada, Santos: Nació en la ciudad de La Serena en 1826. Se graduó de abogado en la Universidad de Chile el 29 de julio de 1856. Figura sobresaliente y que, junto a Pedro Pablo Muñoz, fue uno de los promotores de la Revolución de la Serena en 1851. En la Revolución Constituyente de 1859, fue nombrado Intendente de Coquimbo, luego que Pedro León Gallo ocupó la ciudad de La Serena. Ocupó el cargo de juez de letras de Ovalle y de La Serena. En 1880 fue ministro de la Corte de Apelaciones de La Serena. Adicto al Gobierno de Balmaceda, fue separado de su cargo por las autoridades contra revolucionarias comandada por Pedro Montt Montt.
Cruz Prieto, José María de la: Nació en Concepción el 25 de marzo de 1799-murió el 23 de noviembre de 1875. General y político chileno, fue candidato a la presidencia de la República frente a Manuel Montt en 1851. Líder de los revolucionarios liberales. Fue derrotado por Bulnes en la batalla de Loncomilla.
Lambert, Carlos: Nació en Estraburgo, murió en Londres en 1876. Químico e industrial con estudios de minería, metalurgia y geología matemática en la Escuela Politécnica de París, que arribó a La Serena en 1824. Instaló el primer horno de reverbero en 1831 para procesar minerales sulfurados de cobre, y aportó otros avances como la primera máquina laminadora de cobre, la fabricación de ácido sulfúrico, el sistema de lavado de metales de baja ley y la primera máquina a vapor aplicada al trabajo minero. Tras comprar el yacimiento cuprífero de Guamalata, amasó su fortuna y fue considerado uno de los primeros millonarios de la región de Coquimbo.
Montt Torres, Manuel: (1809-1880) Abogado y político nacido en Petorca. Fue rector del Instituto Nacional, ministro de la Corte Suprema, ministro del Interior y Relaciones Exteriores, de Justicia, de Hacienda, de Guerra. También fue diputado, por Valparaíso, por Petorca y por Santiago. Al ser elegido Presidente de la República, su elección provocó la guerra civil de 1851. Fue reelegido en 1855, y en su segundo periodo se produjo la Revolución Constituyente en el norte del país. Murió siendo senador de Chiloé.
Munizaga, Nicolás: Ciudadano honorable y laborioso que había sabido conquistar, merced a sus esfuerzos, no sólo la fortuna sino, lo que suele ser más difícil, el aprecio y consideración de sus paisanos. Opinión de don Alberto Edwards, sobre este importante personaje. Fue el penúltimo Intendente de Coquimbo en 1851.Munizaga, como Zenteno y el vicario Álvarez, cruzó la cordillera y buscó en sudor de su trabajo el sustento de sus hijos, que su generosidad proverbial de patriota había reducido a una suerte precaria. Nota de Vicuña Mackenna, refiriéndose a este tribuno serenense.
Vallejo Borkoski, José Joaquín: Nació en Vallenar el 21 de agosto de 1811. Falleció en Copiapó el 27 de septiembre de 1858. Escritor humanista, periodista, que firmaba sus trabajos con el seudónimo de Jotabeche. Colaboró con sus trabajos políticos y festivos en varios periódicos. Su obra más notable es “Artículos y estudios de costumbres chilenas”. En el movimiento intelectual 1842, Jotabeche se destaca como un polemista ingenioso e irónico. Su talento y agudo ingenio constituyeron un aporte muy valioso para los intelectuales chilenos en sus disputas con los argentinos de la época.
Vicuña Mackenna, Benjamín: Nació en Santiago el 25 de agosto de 1831. Falleció el 25 de enero de 1886. Historiador y político chileno nacido en Santiago. Participó en las revoluciones de Santiago y La Serena en 1851, lo que motivó que fuera condenado a muerte, aunque pudo escapar y refugiarse en varios países. Fue en 1863, ya en nuestro país, después de dos viajes a Europa, cuando se le nombró redactor jefe de El Mercurio, de Valparaíso, al año siguiente fue elegido diputado. Se le considera como uno de los más notables historiadores de nuestro país. Vicuña, murió en Santa Rosa de Colmo, Valparaíso.
Vidaurre Leal Juan: Nació en Concepción en 1802. Hijo de Juan Fermín Vidaurre y de Josefa Morla. Como militar participó en el asalto a Talcahuano y en los combates de Quechereguas, Cancha rayada y Maipú. En 1826 estuvo en la batalla de Bellavista, en Chiloé. En 1837, después del asesinato de Portales, derrotó en el combate del Barón a las tropas sublevadas que habían apresado al ministro y que eran comandadas por el coronel José Antonio Vidaurre. Participó en la guerra contra la Confederación Perú-boliviana. Comandante en jefe del “Ejército Pacificador del Norte”, en la Revolución de 1851. En 1859, derrotó en la batalla de Cerro Grande, a las fuerzas del Ejército Constituyente, comandadas por Pedro León Gallo. Murió a consecuencia de un disparo a quemarropa, por un revoltoso integrante de una asonada popular. El hecho ocurrió en Valparaíso el 18 de septiembre de 1859. El apellido Leal, que añadió al propio, se lo dio como protesta por la felonía de su primo, José Antonio Vidaurre, el organizador del motín en contra de Diego Portales.
Bibliografía
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- Ras, Norberto: La Guerra por las vacas: Impreso por Ronaldo J. Pellegrini Impresiones. Distribuidor Editorial Galerna, Buenos Aires, 2006.
- Toro Ponce. Carlos A.: Legado Histórico y Cultural de las Etnias del Norte Chico. Taller Gráfico Posenatto, La Serena, Chile, 2006.
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- Vicuña Mackenna, Benjamín: Historia de la Administración de don Manuel Montt, Tomo 1 y 2. Imprenta Chilena, Santiago de Chile, 1862.
- Vitale, Luis: Interpretación marxista de la Historia de Chile, Tomo 3, Ediciones Cela, Rucaray, Cronopios, Santiago de Chile, 1992.
[i] .- Don Anselmo Carabantes, antes de asumir sus funciones de gobernador en el Departamento de Elqui, había desempeñado la labor de empleado público, cumpliendo dichas funciones en la Isla de Chiloé. Fue nombrado Gobernador en 1848, y como tal ordenó el cierre de todos los sitios de cada cuadra en el casco céntrico de la villa de Vicuña. Carabantes tuvo la desgracia de morir en un opíparo almuerzo que se le concedía en su honor, en un pueblo del interior del valle; la causa de tal muerte, fue el de atragantarse con el carozo de un huesillo, el 1 de mayo de 1851. Esa es la razón por la cual, todas las personas que le sucedieron hasta diciembre de ese año, fueron nombradas por la Municipalidad, quienes administraron el departamento en su carácter de alcaldes.
[ii] .- En la sociedad del Chile republicano en la primera mitad del 800, se usaron diversas políticas gubernamentales para incorporar a las etnias indígenas como simples ciudadanos chilenos a nuestra sociedad: “Es posible que una de esas estrategias, a través de las cuales los indígenas elquinos se incorporarían a lo chileno, fuese su incorporación a las milicias”. Fernando Graña Pezoa.
Interesante,he aprendido algo más,sobre la historia de Coquimbo,Valle de Elqui y lo mas atractivo el rol que tuvo lugar en la qbda de marquesa hacia Vicuña por los rebeldes pipiolistas,buen articulo.