Las causas que provocaron la “Revolución de 1851”, en la cual cientos de chilenos regaron con su sangre la geografía nacional y que con su valor defendieron nobles ideales cuando fueron convocados para construir una sociedad mejor, para superar el oscurantismo, el hambre, las enfermedades y la injusticia social que afectaba a la gran mayoría del país, hay que buscarlas en los ideales de lucha política, ideales legítimos por los cuales luchaban los líderes opositores a la política conservadora que, desde inicios de 1831, se había instalado en el aparato gubernamental del Estado.
Un sistema autocrático, añejo y sin un sentido político real, que impedía la libertad de sufragio para que el pueblo pudiese ser el gestor de su propio destino, y que castraba la posibilidad de que éste eligiera con voto directo a sus autoridades. Un sistema gubernamental basado en la Constitución de 1833, absolutamente presidencialista, cuyo gestor principal de estas ideas fue don Diego Portales. Constitución que recién se reformó a los 30 años de su vigencia, para eliminar la reelección inmediata del presidente lo cual permitió a varios mandatarios gobernar diez años, en vez de cinco. Otra de las importantes causas fue la crisis económica mundial de 1848; afectando a la economía chilena gravemente, ya que las exportaciones de materias primas bajaron en forma abismante, lo que llevó, debido al excesivo centralismo de la política económica gubernamental, a postergar el desarrollo económico de las provincias.
El decenio del presidente Manuel Bulnes (1841-1851), en general tan tranquilo y fructífero, lamentablemente llegó a su último año con grandes problemas políticos y sociales, ya que por un lado estaban los antiguos pelucones, que formaban el núcleo más reaccionario del partido conservador, y que se oponían a cualquiera innovación en el sistema político imperante. Este sector había conseguido dos leyes que vigorizaban considerablemente su poder: la ley de régimen interior, que daba nuevas atribuciones a los intendentes y gobernadores y mucho más poder al ejecutivo; y la ley de imprenta, que restringía aún más a aquellos que osaran publicar opiniones adversas al orden establecido o que incitaran a la desobediencia contra el gobierno, aunque sólo se intentara cometer aquellos “delitos”.
En el bando contrario estaba el nuevo Partido Liberal, imbuido por el pensamiento intelectual de don José Victorino Lastarria. A ese movimiento político se vino a sumar un nuevo elemento: la Sociedad de la Igualdad, fundado por Francisco Bilbao, apoyado por la colaboración de Santiago Arcos. Para la propaganda de sus ideas contó con un periódico que dirigió Eusebio Lillo, y que se llamó El amigo del Pueblo. Igualitarios y liberales se dispusieron, al final del periodo de Bulnes, a librar juntos en la siguiente campaña electoral presidencial.
Con la creación de la Sociedad de la Igualdad, y con el concurso entusiasta de varias personalidades y trabajadores artesanales de la capital, se fueron agudizando las contradicciones políticas ya existentes entre la oposición y el gobierno, más aún cuando Bulnes, al término de su mandato, entregó su apoyo entusiasta a la candidatura de Manuel Montt, que era en ese momento, la única candidatura presidencial con arraigo en el país. Además, las medidas restrictivas tomadas por el gobierno habían producido su resultado inevitable: enconar más los ánimos al convertir a los opositores en conspiradores.
Ese hecho profundizó aún más el ambiente pre-revolucionario, cuando el 20 de abril de 1851 se sublevó el regimiento Valdivia, perteneciente a la guarnición de Santiago. El coronel Pedro Urriola, jefe de ese regimiento, murió en el motín y los conspiradores civiles, entre los cuales se encontraban José Miguel Carrera Fontecilla y Benjamín Vicuña Mackenna, fueron encarcelados unos, relegados otros y enviados al destierro una gran cantidad de personalidades opositoras al régimen. Fracasado ese levantamiento el mismo día y muerto su jefe, la paz, momentáneamente, se restableció[1].
Bulnes, al hacer de Manuel Montt el candidato oficialista, y más aún cuando llamó a Antonio Varas, un hombre muy allegado a la persona del candidato, para que asumiera como Ministro del Interior, provocó la ira de la oposición. Ante esto, la Sociedad de la Igualdad se hizo cargo del movimiento adverso a la candidatura gobiernista, y las acciones de propaganda política se hicieron aún más violentas. Pero, en virtud de las facultades extraordinarias que tenía el gobierno, se clausuraron los diarios de oposición y se envió al destierro a los caudillos del movimiento liberal, entre ellos a José Victorino Lastarria y a Federico Errázuriz. Bilbao, líder de los Igualitarios, junto a otros líderes opositores, quienes felizmente, lograron fugarse.
Sin embargo y pese a esa revuelta, la actividad eleccionaria no se detuvo. El partido liberal, con sus jefes desterrados o en prisión, había levantado la candidatura del general José María de la Cruz. Esta candidatura fue una derrota completa ante la abrumadora mayoría conseguida por Montt. Sólo Concepción y La Serena dieron a De la Cruz el triunfo. Por supuesto, la contienda no terminó ahí. En la primera quincena de septiembre de 1851, estallaría en La Serena y Concepción un levantamiento revolucionario. Pero si ambas provincias se sublevaban proclamando un mismo caudillo, el carácter de uno y otro movimiento fue diverso.
Hay que señalar que Manuel Montt, elegido presidente en los comicios celebrados los días 25 y 26 de julio de ese año, llegó a la primera magistratura con sólo 132 votos de un total de 162 sufragios emitidos en los colegios electorales. 29 votos obtuvieron su contrincante, el general José María de la Cruz y Prieto, 1 voto logró don Ramón Errázuriz, pero él ya se había retirado de la contienda semanas atrás. En resumidas cuentas, como se puede comprobar, era ya un sistema innecesario y obsoleto para la realidad social que vivía el país, más aún cuando sólo un escaso número de personas decidían el destino de la nación. El gobierno de Bulnes, que había tenido un gobierno de paz y prosperidad para el país durante 9 años, dejaría al país envuelto en un proceso revolucionario sangriento.
En pleno desarrollo de la sociedad republicana y una semana después de haberse realizado la elección presidencial de 1851, en donde el triunfo de Montt –genuino representante de la burguesía agraria, y primer presidente civil que registra la historia del país, fue la señal de un levantamiento popular, tanto en La Serena, como en el sur del país, específicamente en Concepción.
Pero antes hay que esclarecer, eso sí, que el levantamiento de las provincias contra el gobierno de Montt fue el resultado de una doble rebelión: la de la oligarquía y pequeña burguesía del interior, por un lado, y la de los sectores populares, por otro. Configurando este levantamiento, especialmente en La Serena, en un comienzo de la rebelión, en un movimiento de oposición heterogéneo y policlasista.
La Provincia de Coquimbo se constituyó en uno de los principales focos revolucionarios del país. La rebelión se había iniciado el 7 de septiembre de ese año, fecha en que fue destituido de su cargo el Intendente, don Juan Melgarejo. Es así que, en La Serena, ciudad pipiola y liberal por tradición (en el siglo XIX, en nuestro país el ser pipiolo —novato o inexperto, de acuerdo a cómo lo designaban las clases económicamente dominante, a aquellos que disentían del sistema dominante— fue sinónimo de liberal), estalla un movimiento popular, pero un tanto anárquico en contra de Montt. Ese movimiento tenía un Consejo del Pueblo y un himno, conocido como La Igualdad, también se hicieron muy populares entre los sublevados, la marcha patriótica denominada el Himno de Coquimbo y La Despedida del Soldado.
La Sublevación coquimbana pretendió expandirse hacia el sur por medio de una descabellada expedición militar sobre la capital del país, que abortó en Petorca, el 14 de octubre de 1851. Cabeza visible de ese movimiento, además de Carrera Fontecilla y Vicuña Mackenna, fue la figura señera de don Pedro Pablo Muñoz. Vicuña Mackenna describe en una de sus reuniones en la cual tiene palabras elocuentes para Muñoz:
“Yo contemplé una tarde aquella escena enteramente nueva i que producía una impresión viva i desconocida. Oía desde la distancia la voz vibrante del joven tribuno, quien, al estilo de Bilbao, cuyas arengas había él admirado en los clubs igualitarios de Santiago, invocaba en su inspiración los preceptos evangélicos, el nombre de Jesucristo, supremo libertador, i las teorías de igualdad social que la filosofía sansimoniana había puesto de moda”.
Seis días después estalló en Concepción la revuelta revolucionaria en contra del Gobierno, encabezada por Cornelio Saavedra, un joven militar que nunca antes había participado en contienda bélica alguna; el general don Fernando Baquedano (padre del futuro general Manuel Baquedano) y don Pedro Félix Vicuña —padre de Benjamín Vicuña—, todos estos importantes personajes apoyaban al general José María de la Cruz y Prieto; este último era primo del general Joaquín Prieto, ex presidente de Chile anterior a la administración de Bulnes. De hecho, don Pedro Félix Vicuña, el mismo día 13 de septiembre, se hizo cargo de la intendencia de Concepción.
Por su parte, el general De la Cruz ya se había asegurado su retaguardia, logrando el apoyo de los loncos comarcanos mapuches, quienes aportaron centenares de belicosos guerreros, pero armados sólo con lanzas de coligüe. Además de ellos, apoyaban a de la Cruz una mayoría de montoneros y campesinos. Los “crucistas” tildaban a Montt de autócrata sin corona y le reprochaban, en el caso de Concepción y La Serena, la designación de funcionarios locales de escaso criterio.
La lucha en el sur del país, entre los bandos fue reñida e impuso al país grandes sacrificios, tanto en lo material como en pérdida de vidas humanas. El general Bulnes había dejado investido a su sucesor con facultades extraordinarias, y no contento con haber echado sobre sí la responsabilidad de esta medida, tomó él mismo la jefatura de las tropas destinadas a sofocar la revolución en el sur del país. La sublevación en Concepción fue dominada a principios de diciembre de 1851, después de muchos combates parciales, se libró la batalla de Loncomilla, el 8 de ese mes, y ella fue decisiva para poner fin a la sublevación del sur. Junto al río de ese nombre y cerca de la confluencia con el Maule, las tropas del general de la Cruz y del general Bulnes combatieron durante siete horas. Una vez finalizado el combate, entre gobiernistas y rebeldes, más de 2.000 muertos quedaron sobre el campo de batalla, y dejó más de 1.500 heridos, muchos de ellos lisiados por vida.
Al comprobar el alto costo en vidas humanas, y completamente desmoralizados, las deserciones en el ejército sublevado fueron muchas, sobretodo en la oficialidad, es por eso que el día 10, de la Cruz empezó a organizar su retirada con lo poco y nada que le quedaba de sus fuerzas, y cuatro días más tarde, el 16 de diciembre de 1851, se firmó el tratado que puso fin a la guerra civil en el sur del país, ratificado por el líder rebelde De la Cruz y el general Bulnes.
Vale la pena decir algo sobre la personalidad del general De la Cruz, aparte de su comportamiento sedicioso contra el gobierno de Montt, que él había estigmatizado como el “funesto decenio monttista”, era reconocido como un profundo conocedor de los problemas de la Araucanía, de ahí el apoyo que había recibido de algunos jefes mapuche a su causa. Se trataba de un hombre que poseía una mezcla de “patrón de fundo” y liberal, respetado por los mapuches y la población marginal campesina, pero, a la vez, decidido partidario de someterlos a la autoridad del gobierno de Chile. Era, además de militar, un importante hacendado que hablaba y escribía con estilo campechano y con maneras de caudillo patriarcal.
[1] .- Motín de Urriola: El período que precedió a las elecciones presidenciales de julio de 1851 se caracterizó por la efervescencia política reflejada en infinidad de conspiraciones en todo el país. El 7 de noviembre de 1850 se declaró el estado de sitio y se detuvo a los participantes de la conspiración fraguada en Aconcagua, y dos días después se prohibía la Sociedad de La Igualdad. Las innumerables conspiraciones que se fraguaron en los meses siguientes culminarían en el golpe militar que estalló el 20 de abril de 1851. En este motín participaron, además de los militares Urriola y el coronel Justo Arteaga Cuevas, los civiles José Miguel Carrera Fontecilla, Benjamín Vicuña Mackenna, Francisco Bilbao y Manuel Recabarren. Sin embargo, a las 11 de la mañana de ese día, la rebelión estaba sofocada por las tropas leales a Bulnes.