En el nuevo libro del poeta y patrimonialista, Arturo Volantines, llamado: Norte Infinito, Revolución de Los Libres (1851) & Revolución Constituyente (1859), se señala la ligereza de denominar a los pueblos de Atacama y Coquimbo, como “Diaguita” y “Norte Chico”, entre otros exónimos.
Este libro es una selección de artículos en torno a las Revoluciones del 51 y 59. Algunos fueron publicados en diversas revistas y libros. Otros, son inéditos. Pero, todos han sido actualizados.
Contiene un Norte: propuesta, sondeo y recuperación de las luchas heroicas del Norte Infinito. Se homenajea a algunos legendarios hombres y mujeres que dieron la vida por un mundo mejor, especialmente a Pedro León Gallo y Pedro Pablo Muñoz.
No es un ejercicio de melancolía —dice el autor— sino de esperanza. No es un hecho de recreación, sino de completar el relato verdadero del Norte Infinito: de contar la genuina y casi oculta historia de nuestra tierra, que ha sido oxidada por sus hijos o negada por el Estado centralista. Tampoco, se busca propiciar la insurgencia, ni menos la indigencia. El cuesco del Norte Infinito apenas ha sido develado. Está enterrado y aterrado, lleno de exónimos y de etnónimos, que se impugnan. Se han enmascarados sus verdaderos nombres y la preponderancia de estos.
En resumen, este libro busca ser cuña de pirquinero, para abrir un intersticio entre el sol anochecido y la noche alumbradora, que cubren el imponente cielo nortino.
En la introducción, se señala: “El corazón del Desierto fue poblado por los hijos de Atacama y Coquimbo. Después de la Guerra del Pacífico el hablante popular empezó a designar a este territorio como Norte Grande. Cuando Andrés Sabella publicó su libro llamado: Norte Grande (1944) quedó solidificada la denominación así para las provincias de Antofagasta y Tarapacá. Por esta misma comodidad fútil, quedaron las provincias de Atacama y Coquimbo como Norte Chico, con toda la carga peyorativa, que obviamente nos deprecia y degrada. Y la CORFO, en 1955, coronó esto, dividiendo al país en cinco zonas, resultando como Norte Chico las provincias de Atacama, Coquimbo y Aconcagua. Pero. Esto no da cuenta del ser verdadero de estas provincias, que tanto han dado a nuestro país y al mundo. Los intentos posteriores de cambiar esta denominación por: “Norte Verde”, “Norte Florido” y otros no han prosperado. También, son baladí, porque tampoco ya somos arbóreos. Se ha dicho de la conveniencia y de la ligereza conservadora de seguir denominado al Norte Chico así, tal como se nombra a nuestro pueblo originario: imprecisamente. En cambio, Norte “Infinito” deviene del quechua y del etnónimo atacameño. Y, también, involucra al Noroeste argentino. El Norte Grande se justifica por sus inmensos laboreos mineros. El Norte Infinito se destaca en el mundo por su luminosidad poética. Aquí nacieron, por ejemplo, las generaciones literarias más importantes del país, incluido un Premio Nobel. Y para qué decir de los hombres que fomentaron la minería, la justicia social y murieron por cientos en los campos de batalla: desde la resistencia a los incas, pasando por la Independencia; las luchas del 51, del 59, del 79 y del 91. Y con mujeres notables, como Hortensia Bustamante, Filomena Valenzuela, Delfina María Hidalgo, Teresa Gallo de Guevara y Candelaria Goyenechea. Por esto —y por mucho más— nos parece horrorosamente injusto que seamos el Norte Chico, porque de chico no tenemos nada, sino al revés: somos un manantial de identidad, patrimonio y proyección estelar. Los pirquineros hicieron sus herramientas: martillo, cuña y corvo. Fue natural que el Ejército Libertador del Norte hiciera sus propias armas. El fuelle ha sido la asociatividad. El mejor regimiento de la historia de Chile ha tenido un entramado de acero: cultivado en el origen de los laboreos de las minas. Definimos como Norte Infinito a las regiones de Coquimbo y Atacama, ya que nuestro ethos es macizo, como piedra mineral o cuesco de chañar. Es más justo. Es más tesonero. Es más revolucionario. Refleja mejor nuestra identidad. Y, además, es una proposición de futuro esplendor…”. Esta obra tiene 194 páginas al respecto.
El libro posee los capítulos: Copiapoes, copayapos o comechañares; Revolución de Los Libres, Copiapó, 26 de diciembre 1851, 9 de enero de 1852; Pedro Pablo Muñoz Godoy; Revoluciones. Momentos estelares de argentinos en el norte chileno; Revolución Constituyente, 1859; Cuatro poetas de la Revolución Constituyente; Tres héroes legendarios de la Revolución Constituyente; Atacama: su Gallo, su bandera y su himno.
Esta obra es publicada por la Sociedad de Creación y Acciones Literarias (SALC). Y fue ganadora del concurso del Fondo Cultura Editorial, 2022, del Gobierno Regional de Coquimbo. El libro será repartido en bibliotecas y universidades de Atacama y Coquimbo.