El libro Volver a reír (LOM, 2024) de Cecilia Prats Cuthbert, reconstruye el asesinato del matrimonio Prats Cuthbert en Palermo, Argentina. Y cuenta como las hijas del general lograron encontrar a los asesinos materiales.
Durante los últimos lustros, han sucedido hechos relevantes en la cultura de la región de Coquimbo y, especialmente, en el ámbito del libro.
Dos hechos han sido gravitantes y relacionados al respecto. El lanzamiento de Los zarpazos del puma, de Patricia Verdugo (Cesoc Editores) y del Testimonio de un soldado (Niebla sobre el campamento), de Carlos Prats (Pehuén Editores).
Del primero, a finales de los 80, en La Recova, hicimos un impresionante lanzamiento con presencia de la autora. Esto causó connotación. La Recova serenense se convirtió en lugar de crisis, ya que la asistencia de la CNI y del negacionismo de los locatarios escaló un escándalo mediático. Ha sido el mayor lanzamiento que me ha tocado asistir. Y eso, se logró con otra experiencia a mediados de los 80, que fue el compartir el Testimonio de un soldado, aprovechando que recién se había terminado la censura previa.
Estos libros encabezaron las ventas de la insipiente feria del libro de La Serena. De abajo de los mostradores, brillaban ocultamente, de los siniestros pasos que daba la dictadura.
El libro Testimonio de un soldado empezó a circular de mano en mano. La carta tan profunda del general Prats, en defensa de lo constitucional se volvió marmórea contra los que le hicieron daño furibundo a Chile y al ethos del Ejército.
Desde muchacho —y desde las tradiciones de mi propia familia— he mantenido un gran interés en los asuntos castrenses. Me tocó estar en esos años más terribles, en mi servicio militar obligatorio, lo que me dejó una fuerte impresión de lo que era el ejército y su disciplina. También, desde entonces, he estado preocupado por los hechos de armas de nuestro país; porque creo que esto ha aquilatado nuestro ser y, especialmente, a nuestra región; que, a su vez, ha sido el territorio de la mayor gesta revolucionaria e insurreccional de Chile, encabezadas por Pedro León Gallo y Pedro Pablo Muñoz.
Este texto de Cecilia Prats, tienen el propósito de hacer visible el pensamiento constitucionalista del general Prats; de que el relato histórico se reconstruya desde la ciudadanía y para que esto, nunca más vuelva a suceder.
Las hermanas Prats Cuthbert, durante más de 30 años no cejaron en buscar la verdad, para encontrar a los asesinos y hacer justicia. Resulta casi increíble que pudieron encontrar el hilo que las condujo hacia la decena de asesinos.
En la mayoría de los casos, los crímenes del Golpe de Estado del 73 siguen impunes. Ha habido un manto de protección a estos y no solo en Chile, sino en el extranjero. Indudablemente, tienen responsabilidad, entre otros, la llamada: Escuela de las Américas, en Panamá, donde varias generaciones de oficiales, han sido entrenados en el anticomunismo.
También, el ejército se ha atrincherado reiteradamente en el silencio cómplice. Durante muchos años hemos buscado el reconocimiento, por ejemplo, del soldado atacameño, Miguel Segundo Mena Araya, encontrado momificado en los arenales de Chorrillos, pero el ejército se ha negado a reconocer su evidente nombre, el cual fue sepultado finalmente como NN. Ni siquiera la comisión Prokurica, encabezada por el senador —quien después fuera ministro de defensa—, logró sensibilizar un asunto que era sencillo y conveniente para el patrimonio del Norte Infinito.
La labor realizada por las hermanas Prats Cuthbert, es un ejemplo notable de amor, resistencia, persistencia, audacia y de notoria inteligencia, principalmente en Argentina, para que no se archivara la investigación judicial y que, finalmente, se encontraran a los asesinos materiales del tan pérfido crimen.
Este libro es contundente. Fue escrito, tal como lo señala Julio Cortázar: se debe escribir solo cuando tenemos algo importante que decir.
Por sobre el estilo, estos nueve capítulos, más el epílogo y, también, la muy notable introducción de Mónica González, lo vuelven una pieza estremecedora de lo que nos ha tocado vivir en estos últimos 50 años. Además, en este tiempo en que se nos vinieron las murallas encima. Los que éramos muchachos y, ahora, después de 50 años, ya pintamos canas, no solo hemos sobrevivido, sino que tenemos que confesar nerudianamente que hemos vivido.
Es necesario seguir este notable ejemplo de búsqueda y valentía, para que nunca más el crimen, sea el pan de cada día en el mundo. Esto me hace recordar a la resistencia del pueblo palestino. Por lo tanto, mientras brillen las estrellas en el Norte Infinito, no podemos dejar de ser criteriosos, pero mucho menos, transar con los asesinos.
El general Prats fue un brillante soldado. Logró la primera antigüedad, tanto en la Escuela Militar como en la Academia de Guerra, que lo llevó a ser comandante en jefe del ejército. Por ello, pienso, tal como lo señalan los ex generales en jefe del ejército Izurieta y Martínez, en cuanto a que este crimen, daña profundamente el ethos del ejército.
Esta verdad lograda por la familia Prats Cuthbert, es luminosa; nos irradia: la búsqueda de la verdad no caduca nunca. Sé que el dolor que provocó el asesinato en Palermo, no tiene consuelo. No es posible sacarlo del alma de las hermanas y de sus familias. Ellas nos han dado un ejemplo tremendo; son un faro.
El libro Volver a reír, indudablemente, es memoria contra el olvido para que las nuevas generaciones tengan un horizonte —donde el diálogo siempre será necesario y constructivo— y para que se abra de paz en paz la esperanza y no la muerte.