Vidal Naveas Droguet*
¡Todo listo, todo dispuesto ya…! ¡Esto comienza señores!…Frase célebre del relator deportivo Carlos González Márquez, frase que sin su permiso, a partir de hoy me he apropiado de ella – para exaltar mi júbilo – ese de viajar al límite de las regiones mineras de Atacama y Coquimbo, para ver apagarse el sol y luego con fuerza verlo renacer.
He previsto que, probablemente, en las cercanías me encuentre con algún minero – de esos que hacen nata, escudriñando los cerros – para obtener la pequeña pella que le dará el alimento por algunos días.
También me he preparado para hacer frente al viento, al frío del atardecer, y al hielo de la noche en esas desoladas pampas, las que despertarán alarmadas, al ver tanto intruso como yo, merodeando sus alrededores.
Si señores, voy a ver el eclipse solar en esas fronteras, esas que el hombre ha marcado como suyas, sin tomar en cuenta que los cerros y el desierto no tienen dueño, como suelen creer algunos ilusos que venden y compran pedazos de tierra que nunca se podrán llevar al infierno. ¡Y, donde el oro sobra!
Llevo todo mi equipo, todas mis pilchas y provisiones junto a mi música, emulando a mi ídolo de infancia y adultez, ese que quiso cambiar los rumbos de mi Patria Chica y que, en cierta medida contribuyó para cambiar las absurdas leyes centralistas, leyes de aquellos inmundos que solo pensaban en abotonarse la camisa y lucir una humita que les daría «prestigio, valor y sabiduría» según ellos.
Llevo mi música patriotica, tal como lo hizo mi héroe regional de hace 160 años atrás, don Pedro León Gallo, quien encabezaba su ejército con aquella banda de músicos italianos. Músicos que había contratado para amenizar las retretas de la plaza del teatro y de la plaza de Copiapó.
Ahora, iban marchando, tocando sus instrumentos con esa suave música que tranquilizaba a los inquietos mineros – los que solo pensaban entrar en acción luego – mientras afilaban sus relucientes corvos.
Iban los músicos, con sus uniformados trajes y lujosos sombreros, los que de vez en cuando tocaban ese himno de gloria y libertad. ¡La Constituyente!
Los músicos, quizás desconocieron los terrenos, quizás pasaron hambre y sed, como la tropa que deseosa estaba, por llegar a La Cortadera, El Zapallo, Pajonales y La Higuera, para beber la fresca agua y saborear los frutos frescos de aquellas grandes haciendas.
Cuando en mi campamento esté armado izaré mi bandera al tope ¡para que sepan que ahí estaré!…
Mientras que en la pampa minera y lejos del mundanal ruido, leeré al viento aquellas aventuras y sinsabores de ese ejército victorioso y cantaré aquellas notas que musicalizó Jorge Billet y verseó Ramón Arancibia Contreras.
–Alcemos nuestras voces, cantemos la esperanza, luchando por la Alianza
de Patria y Libertad.
Que el voto noble y santo que pide la Asamblea Constituyente, sea el Canto Popular.-
Ojalá esté cerquita por allí don Pedro Pablo Muñoz, para invitarlo a beber un mate cocido en lo que fueron sus tierras, tierras libres, limpias y sanas, tierras sin fronteras como las de Coquimbo y Atacama.
*Nació en Inca de Oro, Región de Atacama. Especialista en temas patrimoniales de Atacama; coleccionista de bibliografías y divulgador de éstas. Escritor, gestor cultural; sus artículos han sido publicados en diarios y revistas. Es vice-presidente y fundador de la Sociedad Patrimonial Pedro León Gallo Goyenechea (SPPLG). Coautor del texto: “Revolución Constituyente (1859-2009); Pedro Pablo Muñoz Godoy, Comandante de los Igualitarios”. Reside en Copiapó.
Atacama y Coquimbo fueron los mejores escenarios para ver el Ojo de Dios en el Cosmos. Felicitaciones y saludos a usted y familia. Con afecto.