Por Arturo Volantines
Se escribe para mejorar el mundo, para estar acompañado y para participar de la fiesta de la vida. Havel, el presidente y dramaturgo checo, dice que escribimos para corregir el mundo y comparte con el premio Nobel, Seamus Heaney, respecto a que la labor del escritor: es adelantarse al desarrollo de la sociedad, y así alcanzar a salvar a esta del despeñadero. Y los escritores más conscientes escriben, como un ejercicio, para no oxidar la memoria y, fundamentalmente, para que «el pasado tenga futuro».
Se escribe en América Latina para conservar el legado primigenio, para que no vuelva a suceder el genocidio. En el texto Conversaciones con el demonio, Carl Goldberg (Cuatro Vientos editorial), señala que el paradigma fundamental de la «malignidad» es actuar contra la amenaza. Con este canon se ha justificado el etnocidio al «pueblo indómito».
La palabra es un embrión. Platón dice que el artista vuelve de la luz, para anunciar y entusiasmar en lo nuevo. Para nosotros, los hispanoamericanos, el Popol Vuh, contiene las crónicas no sólo de la confirmación de Dios, sino de la matriz, de la raíz creadora y de la palabra fundante del ser artístico de la “terra nuova”.
La literatura acompaña el cambio. Gabriela Mistral, tempranamente descubrió la importancia de la gesta de Sandino. La visita del poeta Ernesto Cardenal a La Serena y al valle de Elqui contiene profunda significancia. Víctor Domingo Silva, fue el primero en denunciar los crímenes de la Escuela Santa María. Neruda dice en su Para nacer he nacido, que permanece «lo que se escribe con sangre para ser escuchado con sangre».
Los papiros y las tablillas de arcilla fueron destruidos por las invasiones romanas, pero gracias a los monjes se conserva parte de la cultura occidental. Y Aristóteles se dio cuenta y formó maestros para preservar la cultura laica.
El escritor tiene la responsabilidad histórica de dar testimonio de la esperanza de la gente sencilla. Y si el escritor no lo hace, sucederá de lo que dijo el ex diputado Palma: los arqueólogos y los bibliógrafos recogerán una historia parcial y pensarán que en estos tiempos de cólera: solamente habitamos en Sodoma.