Por Octavio Álvarez Campos
En este mes de abril se están cumpliendo 131 años desde su nacimiento (07/04/1889) en el Valle de Elqui, sus padres fueron Juan Jerónimo Godoy Villanueva y Petronila Alcayaga Rojas, teniendo presente que su verdadero nombre es Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga y su seudónimo deriva de un homenaje que les hace a los escritores Gabrielle D’Annunzio y Frédéric Mistral.
La formación de la poetisa se puede encontrar en diversas personas y escritores. Ella manifestaba que; “Todos los que vienen después de ti, madre, enseñan sobre lo que tú enseñaste y dicen con muchas palabras cosas que tú decías con poquitas…”.
También su padre fue importante, pese a sus ausencias, varios sostienen que la vena poética viene de él, ya que, era un payador nato, nacido en San Félix, Provincia del Huasco “… y hacia excelentes versos de tipo clásico, de los cuales mi hermana conserva un poema dedicado a mí que yo suelo repetir con dulzura y melancolía” (carta de Gabriela a Virgilio Figueroa, Puerto Rico, 1933). Su relación con él no era de rechazo, “mi recuerdo de él pudiese ser amargo por la ausencia, pero está lleno de admiración de muchas cosas suyas y de una ternura filial que es profunda” (carta Ídem. 1933). La poetisa, reconoce en su hermana materna, Emelina Molina, “…me dio enteramente la educación recibida en la infancia que en buenas cuentas es la única que tuve y que me fue transmitida puede decirse, en las rodillas fraternas” (carta Ídem. 1933). Además debemos recordar a su abuela paterna (doña Isabel Villanueva) quien la acerco a la Biblia y de la que no se separó.
Solo recordemos un extracto de lo escrito por ella, en dicho libro, “…Libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora, bueno y amigo para mi corazón, fuerte, poderoso compañero”. Otra persona importante en la formación de la poetisa fue “…un viejo periodista dio un día conmigo y yo di con él. Se llamaba don Bernardo Ossandón y poseía el fenómeno provincial de una biblioteca, grande y óptima…. Me prestaba a manos llenas libros que me sobrepasaban…”. Con respecto a quien, y que leía, nos dice: “A mis compatriotas les gusta mucho contarme entre las lecturas tontas de mi juventud al floripondioso Vargas Vila, mayoral de la época; pero esos mismos que me dan al tropical como mi único entrenador pudiesen nombrar también a los novelistas rusos, que varios de ellos aprovecharon en mis estantitos. Mucho más tarde, llegaría a mí el Rubén Darío, ídolo de mi generación, y poco después vendrían las mieles de vuestro Amado Nervo y la riqueza de Lugones que casi pesaba en la falda”.
No puedo terminar, sino mencionó la importancia de nuestra poetisa en el mundo, además, ella misma al embarcarse en el vapor Ecuador que zarpó de Brasil un 18 de noviembre de 1945, rumbo a Suecia a recibir el 10 de diciembre el Premio Nobel de Literatura, le expresó a un reportero de la Agencia Reuter; “el nuevo mundo ha sido honrado en mi persona. Por lo tanto, mi victoria no es mía, sino de América”.
Esperamos aportar al conocimiento de la poetisa ya que, la Región de Coquimbo todavía está al debe, en colocarla en el sitial que se merece.