La primera historia de la literatura chilena recién su publicó a fines del siglo XIX.
Sus redactores entonces se quejaban de que nuestro país parecía ser cuna de ensayistas y memorialistas, pero no de poetas.
No fue el caso de la región donde ya, en 1595, se conocen versos y coplas compuestos por el cura de La Serena, Juan de Ocampo, para celebrar a la Virgen. Sus críticos, porque los hubo, llevaron al caso ante la Inquisición, la que desalentó sus afanes creadores.
Antonio de Aguiar, teólogo y cronista nacido en La Serena a comienzos de 1700 marca un segundo hito literario al escribir: Razón de las noticias de la Provincia de San Lorenzo, mártir de Chile.
Algo parecido ocurre con la monja Francisca Pastoriza de Rojas y Argandoña y, más tarde, dos poetas satíricos, el Padre López, y el canónigo Clemente Morán, que con su controversia, establecen el contrapunto poético chileno, que podemos conocer en la colección de versos que recogió y publicó Alfonso Valderrama en sus Páginas Escogidas (1862).
A comienzos del siglo XIX cobra vigor el aporte que hace a las letras Gaspar Marín Esquivel y su familia, donde se proyectan don Ventura Marín Recabarren, para muchos el primer filósofo chileno, junto a otro descendiente de otra familia de la región, don Juan Egaña, que dejó algo de ingeniosa poesía y, doña Mercedes Marín Recabarren, señalada como la innovadora de la poesía chilena anterior a 1850. Contemporánea suya fue doña Lastenia Martínez Cuadros autora de un texto de 244 páginas ordenadas bajo el título de Episodios íntimos de la familia Martínez Cuadros, donde hace un retrato de gentes y ocurrencias de La Serena entre 1820 y 1860. Otra mujer de su tiempo, Hortensia Bustamante Cárpena, marca importancia en el campo de la leyenda poética. Su Hero y Leandro, son ahora motivo de interés, como también su ensayo sobre la vida y obra de doña Mercedes.
La vena poética de la ciudad se expresó de modo público en 1823, al instalarse en la plaza de Armas una pirámide de madera con versos en sus cuatro caras para honrar la memoria de los hermanos Carrera y Manuel Rodríguez,
Años más tarde, don Enrique Blondel publicó unos singulares versos escritos con ocasión de la campaña libertadora al Perú, que comandó Lord Cochrane. Se titula: Canto de las mujeres coquimbanas., que circuló en 1821 junto con una poesía que celebró la instalación del Instituto Literario, mas tarde Liceo departamental
La brillante generación de alumnos formados en dicho establecimiento, permitió consagrar los talentos de José Joaquín Vallejos Borcosque, quien desde Copiapó impuso en Chile el género costumbrista y; José Nicolás Alvarez Borcosque, quien desde aquí y Santiago, con el pseudónimo de El Diablo Político, estableció en el país el periodismo político
La existencia de imprentas, que permitieron editar periódicos desde 1829 en adelante; el aprovechamiento de la corriente extranjera que se instala en la ciudad y el abierto estímulo a gente de talento, sin importar su condición social, facilita que se fortalezca y nutra a Santiago con un importante contingente de humanistas, algunos de los cuales, aparte de ser brillantes por sí, asumen la convocatoria y conducción de grupos señeros.
Algunos no alcanzan connotación pese a generar obras macizas. Menciono dos nombres: José Domingo Cortés, escritor y bibliófilo, quien publicó el Diccionario Biográfico Americano y anticipa un ensayo de antología sobre nuestros valores al efectuar un catastro de creadores en el que ya menciona a Benjamín Vicuña y los hermanos Concha.
En La Serena solo se le menciona como editor de la revista El Pensamiento, de contenido poético, posible de conocer gracias al apoyo de la imprenta que instaló el Obispado. Estas obras son del mismo tiempo en que Canuto Quinquillana, pseudónimo de Fidelis Pastor Solar Quiroga, sorprende como brillante compositor de la Música de Guerra de La Serena y artículos sobre estética.
También del inicio estelar del doctor Adolfo Valderrama Sainz de la Peña, quien provoca en el país todo un movimiento nacionalista y universitario para reconocer y publicar obras chilenas. Fruto de su esfuerzo fue la colección Primer Centenario dedicada a los Escritores Chilenos, entre los cuales se incorporó su propia obra de poesía y prosa, y la de Julio Vicuña Cifuentes, el creador de la Sociedad de Folklore Chileno, hasta ahora insuperado recopilador de mitos, supersticiones, poesía popular y folklore.
A su vez otros intelectuales de la misma época, convencen a Federico Varela Cortés Monroy, riquísimo industrial minero, nativo de El Palqui, para que financie los primeros certámenes chilenos de poesía, lo que ocurre desde 1887 en adelante, dando espacio para que el país conozca la producción de Narciso Tondreaux, Pablo Garriga, el primero en ver sus versos traducidos al francés e italiano; Manuel Magallanes Moure y Alebardo Varela, quien también es el creador de las grandes revistas literarias. Su publicación como La Revista Cómica, aparecida en 1896, trasunta las primeras ideas impresionistas y la modernidad que trae el siglo XX.
Creado el modelo, lo siguiente es más fácil, permitiendo conocer la obra de Víctor Domingo Silva, Augusto Winter, Carlos Mondaca, Julio Munizaga Ossandón, y Gabriela Mistral.
El listado de publicaciones y nombres que suman la construcción del cimiento literario chileno del norte es sorprendente. Podría extenderlo gracias al poder que permite el Burro del Diablo, figura que Arturo Volantines rescató de la tradición maternal para el Arqueo que conocemos en esta velada, ocasión en que también celebro el nuevo paso de las mil leguas que con él y muchos de los que están aquí, comenzamos en 1989, con miras a estimular la creación regional y rescatar la memoria que nos permitiera construir una identidad regional.
Entonces nadie hablaba más de Gabriela que al celebrar las efemérides escolares. En La Serena se omitía o ignoraba la vida de su núcleo familiar, junto a ocurrencias que marcaron de modo intenso su carácter y pensamiento; carecíamos de todo apoyo para editar e incluso convocarnos.
No había una organización pluralista y amplia; los espacios estaban normados por exigencias de adhesión a ultranza o burdos favoritismos.
Las transformaciones conseguidas hasta el presente son sorprendentes, tanto como para que desear que otros burros del diablo permitan documentar otras expresiones cuya madurez explica a plenitud los méritos que se acreditan en esta acabada y maciza obra respaldada por la U. Católica del Norte.