Norte. Cantan las cactáceas en las laderas del Norte Florido. Allí canta un pájaro singularísimo. Aquí canta un pájaro entre las quebradas andinas, ondeando el aleteo en cumbres tan altas, pero tan cerca del mar. Este pájaro canta, aunque vuele lejos; y, aunque ande lejos, anda adentro de sus zapatos con su tierra. Y pareciera que cuando se olvida: desde sus mismas arterias —que son los ríos de la patria— la tierra amada lo llama.
Desde el norte, del norte del Desierto Florido —Atacama— Sergio Olave viene cantando, cantando como estos pájaros, siendo él tan definitivo poeta. Desde hace tiempo, ya de vuelta en La Serena nos entregó una remesa de versos; y después partió nuevamente a Francia, pero nunca se olvidó de su tierra y de sus hermanos. Y, ahora. desde Francia, sin olvido, con el corazón y la memoria apegada a la madre tierra, vuelve a poner y exponer un texto de poesía denominado: Para no ser río seco. Poemas mayoritariamente escritos en Francia, con la sustancia de aquí; en su exilio, que siempre es malo, pero que algo hace: engrandece a los hombres.
Pero, tal vez, la tremendad es su lejanía no voluntaria, la lejanía de seguir viviendo como Ulises entre las sirenas; en el exilio, trabajando para reunirse algún día con sus camaradas de generación en la taberna, con lo cuales se ha participado en un naufragio mayor. Pero, también, está la persistencia en reunirse con la familia, bajo la bandera azul ondeada de oro de Atacama. Ulises —el que regresa— también es Sergio en el otro continente, quien indudablemente se acerca al mar del regreso cuando en su poesía nombre los lugares amados.
La escritura de Sergio Olave está contextualizada por su exilio —en la Francia de Guillaume Apollinaire—, por los oficios de la vida y por el regreso a la tierra amada. Esta poesía se ha construido no solo para ser leída sino para ser cantada. Asume la poética de Alfredo Zitarrosa, al señalar este, que los versos son inolvidables cuando el pueblo los vocea. No es lo rabioso lo que hace vigente esta labor, sino la integridad del ser humano: capaz de traspasar la coraza moderna, que ya a la vista de Irak: es la carroza de la humanidad. Y en esto trabaja la poesía. Y creo que si la poesía sirve —si es que sirve para algo—: es ser agua cristalina entre tanta contaminación.
Si se busca en la obra de Sergio Olave —en la de antes y en esta— la complacencia exotérica y el agrado fácil no se encontrará. Pero si quiere oler un ethos del norte de Chile y un mover de remos en la inquietud del destino humano se encontrará aquí una posibilidad profunda de abrazo humano.