Ramón Arancibia,
Jefe de Estado Mayor.
Al señor General en Jefe de la División Libertadora del Norte, don Pedro León Gallo,
IMPRENTA EL COSMOPOLITA, (Director: Manuel Concha, La Serena),
21 de marzo de 1859.
Al Señor General:
Cumpliendo con mi deber, paso a dar cuenta a US., de la batalla que el lunes 14 del presente tuvo lugar en el sitio denominado La Compañía.
Al amanecer partiendo de las Escobas, donde habíamos descansado una hora emprendimos nuestra marcha hacia esta ciudad. El Capitán Montes, con treinta Carabineros montados, presidía a la división que avanzaba en columnas por mitades con la artillería al centro y guardando su flanco izquierdo con dos escuadrones de caballerías. A las seis de la mañana, nuestra descubierta nos dio aviso que el enemigo estaba a tiro de cañón en la parte baja del llano del Diez y ocho; inmediatamente, se dio orden al Capitán Montes de emprender lentamente su retirada hacia el grueso del ejército, a medida que el enemigo avanzara, sin perderlo de vista. Al efecto, la descubierta formó un cordón desde la cadena de cerros que teníamos sobre nuestra izquierda, hasta un pequeño morro que cierra el llano por el costado derecho, cubriendo una extensión de diez cuadras más o menos.
Entre tanto, la división continuó su marcha al paso redoblado para ganar el camino que corre paralelo al cerro Brillador, que debía de servir de punto de apoyo a nuestra ala izquierda si el enemigo nos ganaba el frente; para cubrir nuestra retaguardia si nos salía a través o para apoyar la derecha si nos atacaban por retaguardia. Después de veinte minutos que marchábamos en esta forma, el enemigo avanza en línea recta en la dirección de nuestro punto de partida, por manera que lo habíamos dejado a retaguardia, teniendo expeditos los caminos del Romero y el de La Serena. Al N.O. de esta ciudad y a distancia de una legua, hicimos alto. El enemigo avanzaba hacia nosotros, cubierto por un batallón desplegado en guerrilla. Para contenerlo y dar tiempo a que marchase nuestro ejército, US. dispuso que dos compañías de infantería, una del batallón de línea al mando del capitán Puelma y otra de los Voluntarios de Atacama, formasen un cuerpo de guerrilla bajo la orden del que suscribe, teniendo orden de cubrir la marcha del ejército batiéndose en retirada. De estas dos compañías que formaban un total de 112 hombres, dejé de reserva la 2ª desplegando la 1ª, en guerrilla por el flanco izquierdo y habiendo inmediatamente ubicado de frente sobre el centro adelantando el ala izquierda, quedé dando el frente al enemigo y ocupando la parte baja del llano, teniendo por la izquierda y retaguardia un barranco profundo, y por la derecha el cerro Brillador, por cuya falda debía emprender la retirada cuando fuese necesario.
De esta manera, esperando a pie firme al enemigo, la División desfiló a mi espalda en esta forma: el batallón 1º de línea de Atacama, a la cabeza; el batallón Cívico de Copiapó; el batallón Zuavos; la Brigada Constituyente de artillería y el batallón Voluntarios de Atacama. Los dos escuadrones de caballería seguían al costado izquierdo, a la misma altura y en línea paralela a la infantería. La circunstancia de ser el terreno escabroso y cortado por barrancos que nos estrechaban entre el río y el cerro haciéndose difícil el paso de la artillería, parque y bagajes hizo que la marcha fuese lenta y que, cuando el enemigo habido desplegado en guerrilla las columnas que en masa cubría con su primer batallón de tiradores, presentando un frente de más de una milla en que avanzando sus alas formó un semicírculo que envolvía a mis pocos tiradores, la División sólo hubiese avanzado unas diez u ocho cuadras. En este estado, como a las 8, el enemigo rompió el fuego en toda su línea y nuestra División hizo alto. Durante media hora mi guerrilla sufrió un fuego nutrido de fusilería, sin contestar un sólo disparo, hasta que, llegando los contrarios a la distancia de una cuadra, mandé a romper el fuego. En un momento me hice cargo de la mala posición que ocupaba, estando dominado por los fuegos del enemigo y separado del grueso de la división por un barranco cortado a pique. No obstante, para darle tiempo a que siguiera su marcha al Romero, mantuve mi posición media hora.
A las ocho y media me hallaba cuasi rodeado por todo el ejército enemigo y se hizo preciso variar de colocación. Hice que mi reserva virara al barranco, y cambiando de frente a retaguardia, retirando el ala izquierda de mi guerrilla, la dejé colocada en una línea cuasi perpendicular al centro enemigo, teniendo el barranco por medio. Allí mandé fuego en retirada con el fin de atraerlo hacia nuestro terreno, lo que en efecto se consiguió. Marchábamos en esta disposición cuando S.Sa. mandó una pieza de artillería hacia mi izquierda, para romper sus fuegos sobre el centro enemigo, lo que hizo con una destreza admirable. Viendo la brecha que abría en los contrarios y que les hacía plegar su línea a los costados, mandé avanzar toda mi reserva, y pedí, por medio de varios ayudantes, una compañía de caballería para cargarlos por el flanco derecho. Eran tan certeros nuestros tiros y tal la posición que el enemigo ocupaba que, de haber recibido el pequeño auxilio de caballería que solicitaba con instancia, la batalla se habría terminado sin haber empeñado por nuestra parte un soldado más; pero faltándome ese auxilio, el enemigo pudo ganar el cerro con su ala izquierda, mientras que su derecha salvaba el barranco. Entonces, para no ser totalmente envuelto, mandé desfilar por el flanco izquierdo, haciendo fuego sobre la derecha. La sangre fría y el orden de nuestros guerrilleros en esa marcha difícil fueron dignos de todo elogio. Entre tanto, el ala derecha de los enemigos llegaba ya al frente de nuestra división, y US., dispuso que la compañía de cazadores del batallón cívico con la 3ª y 5ª, avanzaran al camino y el medio batallón de la derecha, atacara al centro. Mientras este valiente cuerpo cruzaba sus fuegos con el ala derecha del enemigo, el resto del batallón Voluntarios de Atacama marchó hacia la derecha de nuestra línea, para combatir el ala izquierda contraria, que nos iba dominando por la falda del cerro. Inmediatamente, la 1ª compañía de Zuavos marchó a apoyar el flanco derecho del batallón cívico; dos piezas de artillería se colocaron a la izquierda de nuestra línea para contestar los fuegos de las que el enemigo había situado sobre la derecha; otra se apostó en el centro, un poco a retaguardia para hacer fuego sobre la derecha y desalojar al enemigo de la eminencia que ocupaba su izquierda; y la 4ª, siguió siempre al costado izquierdo de nuestra guerrilla.
El batallón de línea y la 2ª compañía de Zuavos quedaron de reserva en la falda del cerro, sobre el costado izquierdo de nuestra línea de batalla, hasta el momento en que se les dio la orden de entrar en acción avanzando de frente sobre el centro enemigo. En esta forma, continuó el combate hasta las once de la mañana. A esta hora, el ala derecha del enemigo se había replegado en gran parte sobre nuestra izquierda, amenazando envolverla, mientras que una parte de su artillería lanzaba sus proyectiles sobre nuestra reserva. A esta hora, para desalojar al enemigo de la izquierda que se hallaba comprometida, unos 30 lanceros al mando del capitán mayor Saavedra, juntos con la 2ª compañía de Zuavos, cargaron el ala derecha enemiga hasta desalojarla del punto que ocupaba. Por el costado derecho nuestros guerrilleros rechazaron el toque de a la carga hacia el barranco a la izquierda enemiga. Este toque se repitió simultáneamente en toda la línea y todos avanzaron de frente en la dirección en que se hallaban. Pronto, la artillería enemiga quedó en nuestro poder, con todos sus pertrechos de guerra. Desde este momento, ya no se pensó en coordinar movimiento alguno: a los gritos de carga de nuestros bravos, a su impetuosidad, la turbación del enemigo llegó a su colmo. Abandonados por su jefe, acosados por los nuestros, el enemigo emprendió su retirada, que pronto se convirtió en derrota completa. La última carga que dio nuestra derecha, dirigida en persona por US., y efectuada por mi guerrilla y el batallón voluntario de Atacama, completó la derrota de los enemigos en su ala izquierda; como la que al momento dirigieron al comandante Saavedra y varios otros jefes con los Zuavos, Cívicos y de Línea, que no habían perdido un momento, su posición completó la derrota de su derecha. A las doce nuestro triunfo era completo, quedándonos expedito el camino a La Serena de la que tomamos posesión en medio de vítores del pueblo, como a las tres y media de la tarde.
Nuestra tropa, debilitada por la marcha larga y penosa, rendida de cansancio y de necesidad, no se hallaba en estado de perseguir al enemigo que huía hacia el puerto de Coquimbo; el que por otra parte, marchaba en buenas cabalgaduras.
Toda la artillería enemiga, compuesta de cuatro magníficas piezas, más de cuatrocientos fusiles y rifles, pertrechos de guerra, de toda clases, vestuario, cajas de guerra, cornetas, algunas espadas y más de ciento ochenta prisioneros; incluso, un jefe de batallón y cinco oficiales quedaron en nuestro poder.
Al entrar en combate, las fuerzas enemigas contaban de 1.600 hombres de todas armas. Sin contar los prisioneros y los dispersos que ascenderán a 400 hombres más o menos, han caído valientemente muertos en campo de batalla, incluso algunos oficiales y más de cien heridos. Por nuestra parte hemos tenido a más de SSª, un jefe, siete oficiales y sesenta y tres individuos de tropa heridos; y muertos cinco oficiales y cuarenta individuos de tropa. El solo prisionero que nos hicieron fue el bizarro ayudante de E. M., don Bernardo Moreno, cuya impetuosidad lo llevó al centro de las filas contrarias.
No me detendré en recomendar el mérito distinguido de cada uno de los jefes, oficiales y soldados de nuestro ejército, puesto que US. conoce su impetuosa bravura.
El dolor que llena mi alma por la pérdida de nuestros nobles compañeros, muertos por la santa causa que patrocinamos, neutraliza el placer que debíamos sentir por la victoria, impidiéndome el ocuparme de detalles y tantos hechos heroicos como a cada paso presenciamos en nuestras filas.
Ubicación y estado actual del sitio
El lugar de la batalla se encuentra al norte del centro de La Serena y al oriente del sector de «Las Comapñias», junto al pueblo de Islón. Actualmente el lugar aún conserva gran parte de su superficie casi tal cual como fue hace más de 160 años