La obra es un recuento de estudios bibliográficos en torno a los diaguitas y su cultura. En forma erudita y con mucha preocupación por el lenguaje y formas requeridas por un texto de esta envergadura, Gonzalo Ampuero ahonda en desarrollar una hipótesis cuestionante de lo que llamamos pueblo diaguita. Es sabido, desde Ricardo E. Latcham hasta los más recientes investigadores, los cuestionamientos a la denominación originaria de los pueblos que habitaron el norte chileno, ahora denominado Norte Infinito, o sea, de las antiguas provincias Atacama y Coquimbo.
Este libro es un trabajo conjunto de Volantines Ediciones de La Serena y Ediciones Mediodía en Punto de Vallenar. Esta edición fue preparada por Juan García Rodríguez, Miriam Marín Díaz y Eva Tapia Cortés. Su portada es de una indígena pilagar, con hilo para tejer en telar, correspondiente a 1964. Esta fotografía, exclusiva y relevante por su belleza, y porque es extremadamente difícil encontrar imágenes del siglo pasado, tanto del norte chileno como argentino, fue conseguida a través de la fundación PROA y su autora es Grete Stern, y autorizada por los propietarios de la Colección Matteo Goretti, Buenos Aires, Argentina.
Se ha planteado, por muchos arqueólogos y etnos historiadores, que se trataría más bien de culturas y lo único más claro es lo que señala Gerónimo de Vivar en su texto donde señala que estos pueblos hablaban un lenguaje distinto, es decir, diferente al quechua, aymara, atacameño y otros del alto Perú. También, Ampuero da cuenta de los distintos estudios e investigaciones de otros arqueólogos, especialmente de las Culturas Copiapó, La Serena, Molle, Ánimas, Huentelauquén y otras. Por lo tanto, este libro resulta muy relevante porque viene a ordenar los distintos hallazgos, lo que puede permitir ir aclarando definitivamente la composición indígena de los pueblos que habitaron esta zona.
Esta investigación, indudablemente, es controversial, pero, también es un salto adelante, respecto a crear los primeros consensos entre los especialistas, los cultores de la República y los que se auto convocan o auto llaman pertenecientes a esta cultura o etnia.
Juan García Ro, señala: “Es bueno conocer las raíces para comprender el presente y mirar con optimismo el futuro, no obstante, debemos hacerlo con sabiduría y seriedad, a eso apunta este ensayo. Estudio basado en los vestigios que nos dejaron los antiguos habitantes, y seguir buscando, en los pocos que dejaron la rapiña, la indolencia e ignorancia, para reconstruir ese pasado. También es bueno reconocerse diaguita, pero con honestidad y no solo persiguiendo recursos económicos en beneficio de la ambición, pues si recordamos que, pocas décadas atrás, al consultar si eran descendientes de esta etnia, muchos, como Pedro, lo negaron más de tres veces, sin embargo, ahora con las Leyes, todos quieren serlo”.
José Berenguer Rodríguez, del Museo Chileno de Arte Precolombino, en el prólogo, dice: “Es para mí una feliz coincidencia que se me haya invitado a escribir el prólogo de la nueva edición de este libro, justo cuando el museo donde trabajo está planeando montar una exhibición ―la segunda en 30 años― sobre la cultura Diaguita Chilena. Aquella vez, en 1986, fui el editor del catálogo de la exposición: “Diaguitas: Pueblos del Norte Verde”, cuyo artículo de fondo, “Antiguas culturas del Norte Chico”, fue escrito por Gonzalo Ampuero. Nuestro autor era entonces la voz más autorizada sobre esta materia y me complace constatar que continúa siéndolo. Porque, digamos las cosas como son: difícilmente hay otro investigador que maneje tan vivencialmente la historia de la investigación arqueológica y tan panorámicamente el desarrollo cultural de los pueblos prehispánicos de esta zona del país como él. Allí radica el principal valor de este libro. Escrito por alguien que domina el tema, dueño además de una gran capacidad narrativa, se lee como un ensayo erudito, pero, a la vez, como un entretenido relato de comienzo a fin. // Después de sintetizar con oficio once de los doce mil años de desarrollo cultural de la zona en unas pocas páginas y de recordarnos que Ricardo E. Latcham fue el creador del concepto de cultura Diaguita Chilena, en el Capítulo III Gonzalo Ampuero aborda la historia de los primeros cuarenta años (1936 – 1976) de investigación de esta cultura arqueológica, revisando críticamente la contribución de figuras señeras de la arqueología de Atacama y Coquimbo, ―Francisco Cornely, Jorge Iribarren, Junius Bird, Julio Montané― y reseñando sus propios aportes iniciales al tema (1966 – 1976). De estos antecedentes se concluye que, además del hallazgo y excavación de numerosos sitios arqueológicos Diaguita, en estos primeros estudios la preocupación principal de los investigadores estuvo en establecer las fases de desarrollo de esta cultura, dilucidar sus orígenes, determinar su ubicación dentro de la secuencia prehispánica del Norte Chico y conocer sus relaciones con áreas vecinas. Es destacable en este capítulo cómo los minuciosos trabajos e innovadores planteamientos de Montané sobre las cuatro fases de la cerámica de Las Ánimas fueron comprobados estratigráficamente por Ampuero. A tal punto que le sirvieron para plantear la existencia del complejo Las Ánimas como sucesor del complejo El Molle y como base de sustentación de la cultura Diaguita Chilena a partir del siglo X. También para proponer que la cerámica Ánimas IV de la tipología de Montané integra la primera fase de esta cultura, denominada Diaguita I”