Joel Avilez Leiva
Prólogo:
El valor de la Historia escrita con sinceridad
Sergio Villalobos Rivera*
Premio Nacional de Historia
En años de mi niñez, junto a mi padre, que era ingeniero de los ferrocarriles, recorrí varias veces las tierras de Illapel y Salamanca y recuerdo gratamente el trabajo de mi padre en la variante de Longotoma-Los Vilos, ochenta kilómetros por la costa. El perfil de la línea era muy bajo y se eliminó la travesía por las cuestas de Palos Quemados, Las Palmas y las Astas, que se interponían desde La Ligua a Illapel. El tiempo de viaje se acortó.
Mi padre desarrolló otros trabajos, especialmente la reparación de la cuesta del Espino, donde se acumulaban las lluvias y la nieve. Fue mi padre el que ideó y realizó la construcción del túnel artificial de concreto armado que garantizó el paso permanente de trenes a La Serena, que antiguamente quedaban paralizados por meses.
Posteriormente, visité Salamanca y en camioneta y con carpas, el sector de Combarbalá.
En mis memorias publicadas en 2012 muestran que mi familia estuvo ligada al Norte Chico – mi padre descendía de arrieros de La Serena, específicamente de don Jerónimo Villlalobos en tratos con Charles Lambert en 1827 – y personalmente, siendo un niño, viví algún tiempo en La Serena, siendo alumno del prestigioso Liceo de Hombres hoy rebautizado como Gregorio Cordovez.
Como ven, tengo motivos para amar esas tierras agrestes escondidas entre hierbas de montañas.
Pasando al tema que nos convoca. En julio de 1983 publicamos en los Cuadernos de Historia de la Universidad de Chile un artículo denominado “Ocupación de Tierras Marginales en el Norte Chico” referido a la apropiación de tierras por parte de los conquistadores españoles en un área comprendida entre el valle de Elqui y el que forman los esteros de El Pupío y Conchalí, a la altura de Los Vilos, donde se encuentran casos de tierras marginales ocupadas ya en la década de 1570, lo que indica la adjudicación de todo el espacio disponible.
Esto se explica porque la agricultura del valle central dejó de ser de subsistencia, comenzando una etapa débil de exportaciones y sobre la base de productos ganaderos principalmente: cordobanes, suelas, badanas, sebo y charqui hacia los mercados de Lima y las minas de plata de Potosí, en la actual Bolivia.
Otro hecho importante fue la derrota española en Curalaba (1598) con la consiguiente destrucción de las siete ciudades al sur del Biobío que produjo una redistribución del poblamiento hispano criollo, hasta estabilizar un territorio entre el despoblado de Atacama a Concepción, configurando el Chile colonial del siglo XVII en adelante.
No obstante, esos antecedentes generales, en el Norte Chico, el factor que parece haber estimulado la actividad de tierras fue la actividad minera, que se desarrolló en Andacollo y las inmediaciones del Choapa. La mantención de las faenas obligó a concentrar indios de la región y, lo que es más importante, como estos escaseasen, hubo necesidad de trasladar grupos procedentes del centro y sur, y aun de la provincia de Cuyo.
Comenzando desde el sur, uno de los asientos mineros importantes fue el de Chigualoco, situado en una quebrada estrecha y de corto recorrido, equidistante de la desembocadura del estero de Conchalí y del río Choapa. Poseía comunicación interior por senderos aptos para acémilas, con el curso inferior del estero mencionado y el de Millahue (lugar de oro) que afluye en el Choapa.
La antigüedad de los lavaderos en el sector de Choapa no es fácil de determinar. En 1558 fueron descubiertos los de Chigualoco y es probable que todos ellos aún estuviesen en actividad al finalizar el siglo XVII, pues el padre Diego de Ocaña los menciona en 1600. En cuanto a la jurisdicción, se encontraban dentro del término de Santiago, que comprendía toda la cuenca del Choapa, incluso la parte situada al norte del río, pues la delimitación con La Serena no estaba señalada por el curso de agua, sino por el valle entero y las quebradas que desembocan en él.
En 1579, la encomienda de Juan de Cuevas, que reunía, entre otros, los pueblos de Vichuquén, Huenchullami y Loncomilla, en la región del Maule, tenía destacados en Chigualoco 33 trabajadores con 38 mujeres y 31 niños. El viaje que debían realizar, cargando sus bártulos y guiando algunos animales de carga, era de aproximadamente 450 kilómetros. El relevo no se efectuaba periódicamente; había indios que permanecían todo el año y aun varios años.
En una secuencia de sur a norte, debemos referirnos en primer lugar a las concesiones efectuadas entre el estero de Conchalí y el río Choapa. El año 1579 el gobernador Rodrigo de Quiroga concedió a Pedro de Bustamante una suerte de tierras en el valle de Conchalí, una legua arriba desde el camino real que iba al mar. Según Bustamante, la merced era “desde la boca de la mar hasta su nacimiento que comienza de la subida de la cuesta caminando para las minas de Chualoco» y así le fue dada la posesión en presencia de muchas personas.
La mención del sendero a las minas confirma cual era el interés por disfrutar de esas tierras. El terreno tiene, en verdad, una longitud aproximada de 3 kilómetros en la parte utilizable, desde una laguna junto a playa Amarilla, hasta donde los cerros lo estrechan en las cercanías del sendero a Chigualoco. Su ancho máximo, cerca de la boca, junto al camino, es de un kilómetro aproximadamente. El terreno es llano, amenazado por las dunas, y por su costado norte discurre el estero que, por lo general, tiene agua todo el año. Ofrece el inconveniente de estar escasamente defendido de los vientos del mar; aunque por el sur los lomajes de la terraza costera y los cerros defienden del mayor rigor de los vientos predominantes. En forma natural crecían allí algarrobos, boldos y gran cantidad de arbustos de varias especies, que aún pueden observarse. El suelo, pedregoso y arenoso, era apto para la ganadería de caprinos y ovinos, y en algunos lugares podía ser preparado para los cultivos.
Estando Casuto inserto en el circuito minero artesanal colonial de Chigualoco no es posible separar el uno del otro. El desarrollo posterior de los lavaderos en la era republicana no se explicaría sin la existencia cercana de las haciendas del Choapa que lo abastecían de todo tipo de vituallas y alimentos.
En cuanto al texto en sí, este es contundente en fuentes y en la aproximación que el autor hace del tema minero colonial y republicano en su introducción, lo que denota su amplio conocimiento de la historia de su tierra. Por tanto, la importancia del trabajo aquí presentado radica en que, por primera vez están reunidos y compendiados en una misma obra historiográfica la información de Casuto, llenando el vacío que, injustificadamente, lo habían convertido, más que en una referencia geográfica en un mito.
En ese aspecto, el trabajo que ha realizado Joel Avilez merece ser observado con optimismo, no es la historia por la historia, tan comunes en publicaciones actuales, si no, es un tema trascendental para la zona como es la explotación minera y, que, además, como nos dicen los diferentes textos insertos en el libro, escritos por una impresionante variedad de connotados hombres públicos de nuestra historia, es un testimonio palpable de la construcción de sociedad en el Choapa y de cómo miles de personas se vieron arrastradas por las duras condiciones y de segregación social existente en la época, retratadas por otros tantos testigos de la vida minera del s. XIX, a los lavaderos de oro y así, soñar con la ascensión social, como es el caso del liguano Santiago Lira, mencionado por Vicuña Mackenna en 1881, que demuestran ciertos grados de prosperidad.
Resulta sorprendente conocer la riqueza de Casuto, que junto a otros minerales de Coquimbo y Petorca financiaron buena parte de la expedición del general Bulnes contra la Confederación Perú-boliviana vencedora en Yungay en 1839 ($600.000 pesos oro de aquellos años). Sin duda, es acertado afirmar que fue “El Dorado Vileño”, así como también, es ambiciosa la hipótesis -como señala Joel – que, sin la existencia del mismo, el puerto de Los Vilos no habría emergido. Dada la gran producción agrícola y mineral de la zona de Petorca, Combarbalá y el Choapa en general, que claramente necesitaba salir al mercado nacional e incluso internacional, sobre todo si pensamos que las otras caletas como Pichidangui o Puerto Oscuro no poseían las condiciones favorables que tiene la bahía de Conchalí. Recordemos que también están cerca Illapel, Las Vacas, Canela, Espíritu Santo, Cavilolén y Hierro Viejo, entre tantas otras pequeñas placillas mineras.
Es, por tanto, un texto de consulta obligada para aquellos que quieran conocer la historia minera del Norte Chico, desde ciudadanos comunes, estudiantes, académicos y altas autoridades políticas, lo cual se agradece, ya que es raro que en estas épocas un joven sacrifique tiempo, esfuerzo, familia y dinero para publicar libros abocados a la cultura.
En buena hora.
* Profesor de Estado en Historia, Geografía y Educación Cívica. Historiador connotado y Premio Nacional de Historia (1992). Sergio Villalobos Rivera nacido en Angol en 1930, exhibe larga carrera universitaria; ha sido académico de la Universidad de Chile y Pontificia Universidad Católica en nuestro país, y de la University of California en Los Ángeles, Estados Unidos y la University of Cambrigde en Inglaterra. Actualmente se desempeña en la Universidad San Sebastián y en la Universidad Bernardo O´Higgins. Formador de varias generaciones de historiadores e intelectuales, sus lecturas revolucionaron la historiografía nacional de mediados del siglo XX en adelante. Entre sus principales libros se cuentan: Tradición y reforma en 1810, El comercio y la crisis colonial, La Economía de un Desierto, Portales: una falsificación histórica, Historia del pueblo chileno (4 volúmenes), Vida fronteriza en la Araucanía: El mito de la Guerra de Arauco. Chile y Perú: la historia que nos une y nos separa, la Araucanía: historia y falsedades, Las guerras de Chile y Perú. Sus historias y Bolivia, un vecino molesto.
El lavadero de Casuto empezó su declinación al descubrirse oro en California. La gran cantidad de barcos con personas de la Costa Este de EEUU pasaban por el Cabo de Hornos y una escala del viaje era el puerto de Los Vilos que estaba muy cerca de la Qda de Casuto lo que hizo que los mineros se embarcaran rumbo a California