Recopilación y nota: Arturo Volantines
Cuando se cumplían 152 años de la mayor gesta de los pueblos del Norte y de la conmovedora batalla de Cerro Grande (29 de abril), encontré un notable documento histórico publicado en “El Cosmopolita” de La Serena, que dirigiera el oficial y escritor constituyente, Manuel Concha. Se trata de la “proclama que el General dirigió a la división libertadora del Norte”, momentos antes de la batalla de Cerro Grande; paraje, donde cientos de hijos de Atacama y Coquimbo quedaron sepultados en las laderas de aquellos cerros serenenses como testimonio y símbolo de una forma de ser en el mundo.
Asiento e insisto en decir que la “Revolución Constituyente de 1859” unió en la batalla a los pueblos del Norte a partir de una visión ética del Estado y de sus relaciones con las provincias.
La oligarquía minera se opuso tenazmente a la gobernante oligarquía agraria —que conducía Manuel Montt—, la cual mantenía un autoritarismo asfixiante y centralista, y que subía incesantemente los aranceles a la exportación de minerales y se liberaba a sí misma de sus costes de mantener el Estado. El patronaje minero conduciría la rebelión acompañado de los obreros de las minas —que ya se habían sublevado varias veces a comienzos del siglo XIX— y del ascendente y organizado gremio de los artesanos, convirtiéndose así esta revolución en un movimiento popular, poético y creativo. La chispa sería la actitud ética de los diputados Gallo respecto al fraude que buscaba el Gobierno a través del ferrocarril Valparaíso-Santiago, y empezaría concretamente con la toma del cuartel de policía de Copiapó.
Son muchos los hechos que conmueven y singularizan esta revolución. Desde el armamento propio, la disciplina militar, la capacidad de abastecimiento y movilización y su riguroso comportamiento con los civiles y las ciudades ocupadas. Pero, fundamentalmente, me encoge el alma: la cultura, la valentía y el amor y generosidad por la tierra en los rostros y las venas de aquellos hombres que dieron la vida por sus ideales. Cuestión del pasado que me inconforma.
Ahora, que he accedido a un sinnúmero de documentos originales como son: relaciones militares, mapas, informes de abastecimientos, partes de batalla, nóminas de soldados heridos y muertos —y muchos de éstos en manuscritos realizados por hombres que murieron en la batalla—, me llena de orgullo el ser parte de esta raíz atacameña; tan firme, que se puede empezar a explicar: desde la emigración argentina y europea, desde el hacerse árbol en el desierto más seco del mundo y desde la frontera sur del Tiwanaku.
Esta Arenga al ejército libertador del norte por parte del General Pedro León Gallo ante la batalla de Cerro Grande —que fue escuchada por los cientos de sus soldados y por el pueblo de La Serena— es una pieza documental que debe estar para siempre en el corazón del pueblo atacameño de las provincias del Norte:
EL COSMOPOLITA
La Serena, abril de 1859
Reproducimos la proclama que el General dirigió a la división libertadora del Norte.
Soldados:
El grito de guerra ha vuelto a resonar entre nosotros. El enemigo golpea tenaz a nuestras puertas, y el ruido del combate vuelve otra vez a despertar a los valientes.
Rabioso el tirano por la vergonzosa derrota que le hicisteis sufrir el día 14 ha sentido humillarse su orgullo. Débil e imponente, pero cediendo al vértigo de su insano despecho, se ha creído poderoso, y lanza sobre nosotros las viles hordas que aún sostienen su poderío.
No temáis!… Así como en derredor del Sol se apuñan las nubes en un día de borrasca, así se acumulan hoy los infortunios en torno del déspota. Pronto recibirá su castigo, y la historia inmortalizará vuestras hazañas en sus brillantes páginas.
La Justicia, la Libertad, los Derechos del ciudadano, son la causa que habéis jurado sostener. Es llegada ya la hora de que cumpláis vuestro juramento. Con mano firme y segura empuñad pues el acero y disponeos al combate.
Soldados: mirad hacia delante de vosotros y veréis una multitud de pueblos que os piden justicia y libertad. Tornad la vista sobre vuestros pasos, veréis también a multitud de pueblos que han confiado su protección en vuestros brazos y que también os piden libertad. ¿Habrá algo entre vosotros que no quiera hallarse en el campo de honor? No, ninguno!! Marchad, pues; pero tened entendido que la nación os observa para bendecir a los valientes o para lanzar su indignación y su desprecio contra los cobardes! Nada hay que detenga el paso de los libres; porque a su presencia huirán despavoridas las huestes del tirano.
Vuestro General y amigo.
Pedro L. Gallo