Hasta el día de hoy, las ciudades de Vallenar (Pedro Pablo Figueroa afirma que nació en Vallenar) y Copiapó se disputan su lugar de nacimiento debido a que no hay certeza donde ocurrió y también algunos biógrafos no se ponían de acuerdo en el año, por ser; Miguel Luis Amunátegui señala el año 1809; Benjamín Vicuña Mackenna, apoyado en datos que le entregó una hermana de Jotabeche dice que fue en 1807 y Alberto Edwards se afirma en una carta que le envió don Joaquín Bernardo Vallejo, hijo del escritor, donde le expresa: “La fe de bautismo de mi padre, don José Joaquín Vallejo Borkoski, no se ha encontrado en ningún archivo; pero conservo una cartera de apuntes íntimos que uso mi padre el año 1857, poco antes y durante su viaje a Argentina”(Páginas Históricas. Alberto Edwards, página 58).
En dicha cartera sale especificado la edad que tenían su esposa e hijos al primero de enero de dicho año: “Yo; 45 años, 4 meses, 12 días”; de modo que sin duda ninguna nació en 1811. Ahora, para determinar el día preciso, la fracción de 12 días hasta el 1° de enero de 1857, parece que más bien corresponde al 20 de agosto; pero más abajo está anotado: “Joaquín Bernardo: 3 años, 4 meses, 11 días”; y como yo nací el 20 de agosto, es evidente que mi padre nació el 19 de ese mes, pues en la fracción de días, él tiene 12 y yo 11.
Entro en estos detalles, que tal vez para Ud. no tienen interés, sólo para explicarle cómo hemos llegado a precisar la fecha exacta del nacimiento de mi padre, que fue el 19 de agosto de 1811” (Ídem. Obra Citada).
Sus padres fueron don Ramón Vallejo (ejercía él oficio de platero) y doña Petronila Borkoski de familia humilde (ambos están sepultados en el cementerio de Vallenar), tuvieron que desplazarse de Copiapó a causa del terremoto de 1819 el cual, fue de 8.3° (Terremotos y Tsunamis en Chile, página 59) y, por ello, se trasladó la familia a La Serena donde fue recibida por don Juan José Espejo y donde este niño estudio 5 a 6 años, posteriormente llega a profesor de dicho establecimiento. A este respecto hay una crítica de Alberto Edwards que afirma; “Vallejo fue a todas luces en La Serena un alumno distinguido, como lo prueba el hecho de haber sido nombrado profesor. Además, hacía clases privadas, según se desprende de su correspondencia. Sin embargo, la instrucción que se daba en el Liceo de La Serena parece haber sido deplorable. Las cartas de Vallejo escritas en esos años, acusan un desconocimiento absoluto de las nociones más elementales de la sintaxis y hasta de los rudimentos de la ortografía”. (Ídem. Obra citada, página 60).
En 1828 el gobierno creó becas (42) para el Liceo de Chile en Santiago y el Diputado por Coquimbo don Ventura Marín, le pidió al Municipio de La Serena nominar al beneficiado recayendo en José Joaquín Vallejo. Allí, estuvo hasta 1830, donde perfeccionó sus estudios literarios teniendo como compañeros a personas que después le ayudaron y, que ocuparon altos puestos en la estructura administrativa del país.
Sus primeros escritos son de 1835 cuando ocupó el cargo de la Secretaría de la Intendencia del Maule (estuvo 8 meses). De este periodo es el escrito “Una Prensa” a la cual Edwards nos dice, “este artículo, por desgracia no bastante conocido, tiene una importancia decisiva para la historia literaria de Chile”.
Durante bastante tiempo JOTABECHE, llevó una vida de trabajo (clases particulares, dependiente de mostrador, entre otros) por la subsistencia y, solo en 1840, aparece en la escena política para defender la causa de su protector, don Joaquín Tocornal. Hay que resaltar que no se le podía encasillar ni en el bando de los pelucones, ni en el de los liberales, era de carácter independiente. En este periodo en Santiago escribió en el periódico “La Guerra a la Tiranía”. A este respecto, vale recordar que Edwards expresa que, para conocer a Vallejo, no hay que tomar en cuenta ese periodo, para sí hacerlo, desde la publicación de “El Doctor Raguer” de 31 de marzo y “Carta sobre el Cajón del Maipo” de 23 de abril de 1841, donde afirma que “los críticos han considerado acertadamente como el punto inicial de la serie “Jotabeche”” (Ídem. Obra Citada, página 71).
Regresa de Santiago a Copiapó a finales de 1841 y para subsistir se dedicó a labores de abogacía sin serlo y convertirse en minero, que era lo natural en ese periodo en el norte chico.
JOTABECHE (según Vicuña Mackenna, estima que es un nombre de alfabeto (J. B. CH.), mientras la mayoría, se inclina por lo que comentaba Domingo Faustino Sarmiento que, tuvo su origen en las iniciales de Juan Bautista Chenau, argentino muy popular en Copiapó por su chiste y desenvoltura). Se estima que es el primer escritor verdaderamente chileno y basado en cosas propias del país, sin tomar en cuenta el romanticismo que quisieron imponer los argentinos que se refugiaron en Chile, entre ellos, Sarmiento y a los cuales él, los denominaba “loros”. “Jotabeche fue un escritor chilenísimo, ladino, criollo, malicioso, embelequero, copiapino y minero” (Benjamín Vicuña Mackenna, La Niñez de Jotabeche, 1880.)
Vallejo, publicó un sinnúmero de artículos en los medios de prensa, como ser; en 1842, Mineral de Chañarcillo, Vallenar y Copiapó, Las Tertulias de esta fecha, Carta de Jotabeche a un amigo de Santiago, Algo sobre los tontos, Carta de Jotabeche, estos dos últimos son considerados de los mejores que escribió. Entre 1843 – 45 algunos de sus escritos fueron; Un viajecito por mar, Extractos de mi diario (donde escribe sobre La Serena; “la linda ciudad que divisábamos es la patria de mis primeros años, la patria de los amigos y protectores de mi niñez: allí cumplí mis quince años, que se pasaron dejando para todo el resto de mi vida los recuerdos de una fiesta…”), El Provinciano, entre otros. Y, entre los años 1845-47 escribió en el periódico El Copiapino sus últimos artículos de costumbres, algunos de ellos; quien te vió y quien te vé, Los Chismosos, Los Cangalleros, El teatro, los vapores y el hospicio de chañarcillo. Aquí, hay un artículo que causo mucho revuelo: El Liberal en que desnudaba “los lados flacos que la naturaleza humana ostenta en la política, como en los demás terrenos de su actividad” (Ídem, obra citada, página 90.) Posteriormente aparecen unos artículos de narración histórica; El último Jefe Español en Arauco y Francisco Montero.
Su talento tuvo algunos reconocimientos, al fundarse la Universidad de Chile fue nombrado miembro académico de la Facultad de Humanidades, también fue miembro de la Municipalidad de Copiapó y en el año 1849 fue elegido Diputado por el Departamento de Huasco. A ese entonces se había convertido en un hombre con recursos económicos suficientes. Sus escritos de este periodo están enfocados a relatar las sesiones parlamentarias a través del Diario El Mercurio de Valparaíso. Años después, es elegido Diputado por Cauquenes pero, no alcanzo a asumir ya que, es nombrado Encargado de Negocios de Chile en Bolivia, en dicho cargo duro cuatro meses.
Se casó en 1850 con su sobrina Zoila Vallejo, con quien tuvo cinco hijos y sobrevivieron tres (Joaquín, Manuel y Zoila) y él tuvo que hacerse cargo debido al fallecimiento de su esposa. Sus últimos años (1854-58) lo paso enfermo, viajando a Argentina y Perú buscando mejoría y, después se queda en su hacienda de Totoralillo en Tierra Amarilla, un 27 de septiembre de 1858.
Es válido citar lo que se dice de él, en el sitio Memoria Chilena, en que lo reconoce como perteneciente al Movimiento Literario de 1842, “sino que permitió abrir el camino a la escritura costumbrista y dar cauce a ´los ideales del nacionalismo literario por los que transitaron creadores como Alberto Blest Gana, Daniel Barros Grez y Joaquín Díaz Garcés, por nombrar a algunos de los más renombrados exponentes de esta corriente“.
Finalmente, citaremos un párrafo del discurso de incorporación de don Domingo Arteaga Alamparte en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile en 1866: “Los amigos de Vallejo también lo encontraron igual en la prosperidad y en la desgracia. Ellos recuerdan todavía aquel carácter vivo, amable, franco, generoso, jovial: aquella conversación llena de amenidad y chispa: aquella “sangre ligera” que circulaba por sus venas: aquella tierna solicitud con que cultivaba los dulces sentimientos del hogar y la familia, en los cuales, por desgracia, se vió sometido a duras pruebas en sus últimos días».