La Batalla de Los Loros y sus vestigios en la quebrada del mismo nombre, es el mayor símbolo del espíritu descentralizador del país y de la dignidad de las regiones del Norte Infinito (Coquimbo y Atacama). Cientos de hombres dieron sus vidas en la Revolución en la Revolución Constituyente, para crear un Estado interconectado en forma soberana, autogestionado y autosostenido regionalmente; un Estado consagrado a la diversidad y unido por esta. La Batalla de Los Loros se desarrolló al noreste de la Ciudad de La Serena. El ejército libertador del Norte bordeó La Serena por el mineral de El Brillador y bajó por el lado de la hondonada, y se atrincheró en ese lugar. Los centralistas, estacionados cerca del río, enviaron ataques de caballería sobre el naciente de ella; pero fueron rechazados por tropas escogidas en guerrilla, de los insurgentes, ya que estos no pudieron contar con su propia caballería. Esta acción dejó en malas condiciones a las huestes de Pedro León Gallo. Durante algunas horas, se combatió con fusilería y cañones. Pronto, al quedar inutilizada la artillería revolucionaria, los regimientos del Gobierno Central hicieron un ataque sobre la orilla este de la Quebrada de Los Loros, siendo repelidos por los mineros con el corvo, causando muchas bajas y dispersión en las tropas de Gobierno, las cuales fueron perseguidas hasta el río. Los sobrevivientes huyeron a Coquimbo, donde se reembarcaron. En las orillas de esta quedaron centenares de cadáveres y vestigios del combate. Por parte de las fuerzas revolucionarias, quedó un centenar de muertos y heridos. Entre ellos, Víctor Torreblanca, José Antonio Peña, José Antonio manco Moreno y, el mismo comandante Pedro León Gallo, con dos heridas de bala. Después de enterrar a los muertos, el Ejército Constituyente descendió a La Serena y fue recibido con flores y algarabía multitudinaria. La Revolución Constituyente fue un hecho significativo de La Historia de Chile, aunque desconocido y no suficientemente valorado. Han pasado más de 164 años y muchas de las visiones de Estado que tenían los revolucionarios siguen latentes, como son: la creación de regiones autónomas; una verdadera educación pública, ley tributaria equilibrada; la elección de autoridades provinciales y regionales a través de voto popular; el derecho a tener símbolos culturales propios. Por ello, se vuelve imprescindible que la comunidad y las autoridades conozcan esta montaña invisible de la memoria: de la épica, libertad, dignidad, valentía y matriotismo de un pueblo en el mundo. Además que sirva de reflexión para profundizar la democracia, en el marco de mayor justicia social y para que sea un país pluricultural y progresista.