Por Miriam Marín Díaz[i]
Hay seres que vienen a la Tierra con el don de la palabra, la fuerza de sus ideales y un sueño: convertir el pequeño mundo que los rodea en un mundo superior.
Pedro Pablo Figueroa Luna es uno de ellos: él vino con el don de la palabra. Periodista, historiador, ensayista, biógrafo, crítico literario, orador, conferencista y cronista múltiple; su obra comprende tal amplitud, que difícilmente se concibe en una sola persona. Nunca tuvo descanso en su ardua labor de escritor. El conocimiento logrado sobre la cultura de su país le permitió abarcar infinidad de temas, todos de gran importancia en su época. Escribió siempre; sin descanso; ya sea como periodista o como escritor. Su obra tiene la luz de sus ideales y la sombra de los problemas cotidianos.
Trabajaba en su escritorio diariamente de 10 a 12 horas, con perseverancia admirable, escribiendo correspondencias para diversos diarios y periódicos, artículos biográficos y literarios, o preparando el material de sus obras. Tenía un trato jovial y afable. Su conversación era culta, amena, salpicada de frases chispeantes e ingeniosas. Siempre dispuesto a confraternizar y dar buenos y estimulantes consejos a los amigos y a los jóvenes escritores que intentaban darse a conocer públicamente.
Formó familia con doña Zoila Rosa Ruiz Rojas.
Amó con intensidad su Patria y usó todo su potencial de comunicación en numerosos artículos para la prensa extranjera. Sus ideales eran liberales, pero no se involucró en política. Defendió estos ideales con todas sus fuerzas, reconstruyendo documentaciones históricas.
Fue gran amigo y admirador de don Pedro León Gallo, caudillo de la Revolución Constituyente, aunque él no tenía militancia política.
Hijo de un respetado y conocido comerciante argentino, Pedro Ameno Figueroa y Figueroa, natural de San Juan, Argentina y de doña Rafaela Luna y Varas, oriunda de La Serena, nació el 25 de diciembre de 1857, en Copiapó. Su infancia transcurrió plácida, rodeado del amor y la solicitud de sus padres.
Sus primeras letras las aprendió en el Colegio de La Merced, dirigido por sacerdotes jesuitas, el cual, al poco tiempo fue clausurado por motivos políticos que agitaban el país en esa época. Ingresó entonces a la Escuela de la Sociedad de Artesanos, cursando allí los primeros años de Humanidades, donde se distinguió especialmente en Dibujo Lineal, Música y Partida Doble. Posteriormente, se incorporó al Liceo de esa misma ciudad, lugar donde cursó Gramática, Aritmética, Álgebra, Francés, Latín e Historia Natural, bajo la dirección de los inteligentes profesores Manuel Concha Ramos, Guillermo E. Grove, Manuel A. Romo, Hilarión Marconi, Rómulo B. Cambiazo y el presbítero D. Marcos Machuca.
Con el estudio de estos ramos y la lectura de obras de literatura, de ciencias y de filosofía, en particular las obras de Lamartine, Michelet, Emilio Castelar, Lamennais, Rousseau, Volney, Bello y los opúsculos revolucionarios del eminente tribuno Francisco Bilbao, le inspiraron pensamientos profundos, ideas de progreso y de amor por la democracia de los pueblos.
Huérfano de padre a los quince años, sin recursos económicos y con una familia numerosa, hubo de trabajar para mantener el hogar, lo que no obstaculizó sus ansias de saber. Logró seguir estudios ahorrando cuanto podía para pagar profesores que iluminaran su mente. Contaba, además, con una pequeña biblioteca de escogidos autores, formada a costa de grandes sacrificios, que le permitió conocer el alma del pueblo y sus ansias de elevarse de la mediocridad a que estaba sometido.
Desempeñó importantes puestos en algunas instituciones como el Cuerpo de Bomberos, Sociedad de Artesanos, Sociedad Protectora del Liceo, Pabellón de la Amistad y muchas otras.
El 20 de agosto de 1876, en Copiapó, cuando un inmenso gentío esperaba la hora indicada en los anuncios de los periódicos de la localidad, lleno de emoción y patriotismo, la inauguración del monumento que se iba a erigir a la memoria de don Bernardo O’Higgins, en el Paseo Juan Godoy, (actualmente Avenida Manuel Antonio Matta), de entre la muchedumbre que rodeaba el monumento, el joven Pedro Pablo Figueroa, de diecinueve años de edad, llegó a la tribuna, pidiendo la palabra al Presidente don Guillermo Matta. Consintió éste y el joven orador, sin palidecer, comenzó su arenga, la cual, a cada período fue aplaudida estruendosamente.
Así adquirió popularidad, iniciando con este éxito su carrera literaria. Su discurso fue publicado en muchos periódicos del norte y reproducido en El Deber de Valparaíso, y, al mismo tiempo, publicado en un folleto, entre otras piezas oratorias referentes a aquel acto patriótico, por el escritor don Valentín Letelier. Posteriormente, habló en la tumba de don Pedro León Gallo. También lo hizo en la inauguración del primer Liceo de Niñas de Copiapó (1876) y más tarde, en el homenaje a los héroes de Atacama de la Guerra del ’79. Como periodista se destacaba, porque sostenía ardorosas polémicas sobre asuntos políticos, literarios y sociales.
El año 1877 viajó a Perú con los escasos recursos económicos que poseía, radicándose en Lima. Allí trabajó en una mina, dedicando parte de su tiempo al estudio de los clásicos antiguos. Mantenía correspondencias políticas con El Constituyente de Copiapó y artículos titulados Cartas de Lima, para El Liberal de Chañaral, bajo el pseudónimo de El Judío Errante. En esa ciudad escribió un folleto con el título de Los Gobiernos Americanos, pero el editor de La Patria, de Lima, se abstuvo de publicarlo, en vista de: “que era demasiado republicano”[1].
Regresó a su ciudad natal en mayo de 1878, un año antes de comenzar la Guerra del Pacífico, donde fundó La Voz del Estudiante, periódico de corta duración. Obtuvo empleo en Chañarcillo, como segundo administrador de la mina Santa Rosa, donde trabajó hasta el año 1883.
Ese año fue llamado a Iquique por recomendación de Vicuña Mackenna y se incorporó a la redacción de El 21 de mayo, El Siglo XX y El Barbero. También formó parte en la redacción de La Industria. Desde ese puerto, redactó El Norte, de Pisagua. Al mismo tiempo, enviaba artículos a La Época, de Santiago; a La Libertad, de Talca; a La Opinión Nacional y a El Nacional, de Lima y colaboraba con artículos literarios en Las Novedades, de Nueva York, firmados con el pseudónimo de Julio Febrero
El año 1884, durante su trabajo en Iquique, dio a la publicidad el folleto histórico titulado “El Periodista Mártir”, causando profunda sensación, cuya numerosa edición se agotó en menos de una semana y lo hizo conocido ampliamente en todo el continente. En esta obra, su voz, su mano y su pluma se atrevieron a narrar la historia auténtica del crimen de un joven periodista chileno, Manuel Castro Ramos, asesinado en la plaza del Reloj de esa ciudad, hoy Plaza Prat, el 24 de mayo de 1875, que redactaba “La Voz del Pueblo”, de Iquique, diario defensor de los derechos de las clases obreras. Con esta publicación intentaba reivindicar la memoria de este joven y castigar a sus asesinos.
He aquí un párrafo de esa obra de justicia y de verdad, que la pinta completa:
“¡Queremos escribir una página de fuego que con su calor queme la conciencia de los culpables, en el teatro mismo del asesinato, para que el eco de nuestras palabras repercuta en los ámbitos de su escenario ensangrentado…donde resuenan todavía los gritos dolorosos de la víctima que clama justicia!”[2].
Este triunfo le dio prestigio y popularidad en todos los países del continente; pero, también vinieron las persecuciones de sus nuevos enemigos, los mismos que ultimaron a Castro Ramos. Se vio casi obligado a dejar la ciudad de Iquique, pero se marchó con su espíritu en paz, por haber desenmascarado a los victimarios del joven periodista chileno, audaz redactor de La Voz del Pueblo, con quien compartía sus ideas de libertad y sus sentimientos de patriotismo.
El vapor Pizarro salió desde Iquique a Valparaíso el año 1884, devolviendo a Pedro Pablo al seno de la Patria. De Valparaíso se trasladó a Talca, donde se hizo cargo de la redacción de La Libertad. Este periódico, en poco tiempo, alcanzó mucha popularidad dentro y fuera del país, debido a su ingeniosa pluma y a sus labores periodísticas. Con posterioridad, fundó los periódicos El Cólera y La Tribuna, que fueron de corta duración.
Al mismo tiempo que trabajaba en los periódicos, reunía material para sus futuras obras. Desde esa época se lanzó de lleno a las letras. Poseía una gran capacidad para retener información. Su memoria era una enciclopedia, con gran cantidad de nombres, de fechas, de frases y de páginas enteras de los libros leídos y consultados por él.
En los primeros días de enero del año 1885, se trasladó a la capital, impulsado por el intenso deseo de conocer a los hombres más distinguidos en el foro, en las ciencias, en las artes y en la literatura.
Su recibimiento en la capital de la República fue espléndido. La juventud liberal le dio un magnífico banquete al cual asistieron personajes relevantes en Literatura, Bellas Artes, Jurisprudencia, Medicina, Comercio e Industria, manifestando con su presencia el respeto por el joven periodista copiapino, incansable batallador de la defensa de los derechos del pueblo.
Entre ellos, se encontraba el jurisconsulto y poeta, Santiago Escuti Orrego, quien ofreció la mesa a Figueroa, expresando lo siguiente: “… durante nueve años ha batallado con perseverante entusiasmo, sin fijarse en lo ingrato de la tarea, por el progreso de las letras chilenas y en obsequio de las libertades públicas”[3].
Pedro Pablo Figueroa, respondió así: “Al aceptar esta honrosa manifestación, comprendo amigos y colegas, que no tengo títulos suficientes para merecerla; solo un exceso de benevolencia de vuestra parte, ha podido ser el inspirador de tan generosa idea.// En mi página de servicios en la prensa, no encontraréis grandes acciones que os puedan maravillar, ni obras valiosas que puedan despertar vuestro entusiasmo; mi anhelo de progreso y el deseo constante de ser útil a mi patria, me han hecho practicar el periodismo como una profesión gloriosa en la que he creído podía prestar algunos servicios a mis compatriotas.// “a prensa ha sido para mí una institución republicana en la que podía con mi pluma beneficiar a mis semejantes.// Es por eso porque he formado en sus filas, como un soldado humilde pero perseverante, que ha buscado siempre el ideal querido para alcanzar algún día el triunfo del progreso y la democracia.// Flammarion ha dicho que hay dos clases de gloria a que el hombre puede apetecer. Una es la que el soldado conquista con su espada en los campos de batalla, y la otra aquella que el hombre de saber alcanza en los azarosos combates de las letras con su pluma.// Yo me he dejado seducir por la segunda, como por una diosa de la hermosura; y en sus luchas y vicisitudes he conseguido la más grande de las victorias: las simpatías de mis colegas de prensa!// La prueba la tenéis a la vista en esta reunión tan significativa.// Los elementos civilizadores de la capital, han tenido, por un momento, el noble propósito de brindar su mano al modesto periodista de provincia, alentándolo con sus aplausos. // Y el oscuro obrero de las letras provincianas ha venido con el entusiasmo de la juventud, como una mariposa de la prensa, a abrasarse en las llamas de la cultura de este foco de luz del que cada uno de vosotros es un rayo esplendoroso”[4].
En seguida hablaron los señores Robustiano Vera (quien brindó por Figueroa en homenaje a sus numerosos artículos sobre la mujer chilena), Juan Rafael Allende, Francisco A. Subercaseaux, Carlos 2° Lathrop, Marco Antonio de la Cuadra, Pedro Nolasco Urzúa, Miguel Ángel Caradeauc, Dr. Temístocles Reyes, José E. Herrera, Mauricio Cristi, Guillermo Zegers, Enrique Passi, José Miguel Blanco y muchos otros[5].
Se leyeron, al mismo tiempo, numerosas cartas de distinguidos literatos, en que adherían a la espléndida manifestación. Entre ellos: Jacinto Chacón, Eulogio Allendes, Manuel A. Hurtado, Enrique Latorre, Ramón Pacheco.
En aquella reunión, don Pedro Pablo propuso organizar una corporación de Bellas Letras, que con el nombre de Sociedad Literaria Santiago, fomentara la literatura nacional. Esta idea fue recibida con mucho entusiasmo y llevada a cabo por los amigos, colegas y admiradores de su quehacer. Fue un gran aliciente en su azarosa carrera de escritor, pues vio en este gesto la enriquecedora confraternidad de un grupo de inteligentes jóvenes patriotas, impulsando una nueva era literaria.
Un mes más tarde de su llegada a la capital, fundó el periódico político, literario y noticioso El Imparcial, que tuvo gran aceptación por la ciudadanía, desde su primer número.
Comenzó a reunir antecedentes biográficos el año 1884, acudiendo a fuentes de archivos nacionales, documentaciones privadas de familias, y a archivos de diversas corporaciones sociales, creando el Diccionario Biográfico de Chile, su obra maestra, en la que incorporó el período de la conquista, colonia y la organización de las instituciones libres en el siglo XIX. Para las biografías del período republicano, recurrió a la prensa. La primera edición, el año 1885, era escasa en biografías y datos, sin embargo, mostró al país la carencia que había en este tipo de información. En cada una de las ediciones posteriores fue ampliando su investigación, hasta que el año 1887 presentó su obra definitiva. Su Diccionario contiene miles de biografías de ciudadanos que se distinguieron por algún rasgo de su vida pública o en un ramo del progreso nacional, acreedores al respeto y gratitud de sus conciudadanos, enriqueciendo en gran medida la bibliografía nacional.
El año 1891 se incorporó a la causa del Presidente José Manuel Balmaceda, quien tenía como ideal político unir a los liberales en un único y gran partido, enfrentándose al Congreso que aspiraba a disminuir el poder presidencial, mientras Balmaceda buscaba incrementarlo. Esto llevó a una guerra civil. En la batalla de Placilla, última batalla de la guerra civil de 1891, se enfrentaron las fuerzas del ejército revolucionario congresista y las tropas leales al gobierno. Fue una sangrienta lucha que dejó miles de muertos, incluidos los dos generales del ejército balmacedista. Esta batalla selló el triunfo del bando del Congreso. El 31 de agosto hizo su entrada a Santiago en medio de violentos disturbios y saqueos a casas de balmacedistas. El hogar de Figueroa fue saqueado. Las turbas penetraron en él destruyendo todo. Sus manuscritos, sus apuntes fueron pulverizados y su escasa fortuna se esfumó. La tercera versión de su obra Diccionario Biográfico de Chile que preparaba, fue destruida. Solo salvó la letra A en la Imprenta del Correo, donde se imprimía la edición. El arduo trabajo de muchos años quedó en nada. Su vida sufrió un verdadero descalabro. Se encontró al borde de la ruina y de la miseria.
Su dolor lo expresó así: “Este rudo desastre nos impresionó de tal manera que creímos no volver a recuperar las fuerzas necesarias para reconstruir la obra despedazada y perdida con su total documentación.// Aparte de la ruina de nuestro hogar, el desencanto de nuestro espíritu era tan profundo, que no pensábamos en una resurrección literaria para nuestro propio porvenir y el bienestar de nuestra familia, tan injustamente martirizada por las violencias del crimen social y político”[6].
Sin embargo, sobreponiéndose al dolor causado, reconstruyó su obra, y pudo editar el Tomo I y Tomo II del Diccionario Biográfico de Chile, el año 1897. El Tomo III vio la luz el año 1901.
El Diccionario Biográfico de Chile fue valorado tanto en Chile como en España y América. Sirvió para la elaboración de numerosas biografías del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano en España, y en México, del preciado libro titulado Escritores Sud-Americanos. En Buenos Aires, La Nación y La Ilustración Sud-americana acudían a sus páginas para complementar sus noticias sobre hombres de Estado, militares o publicistas ilustres de nuestro país.
Más tarde, el año 1900, completó su Obra Maestra con su Diccionario Biográfico de Extranjeros en Chile, estudio paciente y acucioso, difícil de compilar, que le llevó largas horas de trabajo y desvelos. En ella reunió las biografías de importantes hombres y mujeres, venidos de otros países, que con sus trabajos y servicios contribuyeron al desarrollo de nuestro país. Su obra ha sido la base para los posteriores diccionarios biográficos en Chile.
Muchos de los personajes incluidos en los diversos tomos biográficos fueron ilustrados por el artista Luis Fernando Rojas.
Entre sus múltiples actividades literarias, revisó y corrigió la obra científica que don Eugenio Chouteau presentó al Supremo Gobierno, sobre la Provincia de Coquimbo.
Don Francisco Galleguillos Lorca, médico homeópata, le dedicó su obra Tratado de las Enfermedades del Estómago y del Hígado.
Escribía siempre en forma veloz, vertiginosamente, sin revisar ni corregir sus escritos, obligado por la necesidad de ganarse la vida y tal vez previendo que su tiempo en la Tierra sería corto. Tenía la necesidad imperiosa de expresar sus ideas y sus investigaciones sin tardanza. Logró elevar a su propia dignidad la misión del verdadero periodista: la verdad y la justicia en la prensa.
Debido a su incansable trabajo, a su ingenio, a su perseverancia como periodista e investigador, obtuvo la admiración y elogios del célebre novelista francés, Jorge Ohnet; de Andrés Sánchez del Real, escritor español; de S.M. el Emperador del Brasil, don Pedro II de Braganza. Mantuvo relaciones de amistad literaria con los poetas americanos Ricardo Palma, Andrés Avelino Aramburú y Clorinda Matto de Turner, del Perú; Lázaro María Pérez y José María Samper, de Bogotá; Eugenio María Hostos, de Santo Domingo; Nicanor Bolet Peraza, de Nueva York; Rafael Obligado, Bartolomé Mitre, Ricardo Gutiérrez, Francisco Lagomaggiore, Adolfo P. Carranza, Gervasio Méndez, Carlos Casavalle, Francisco Bourel y otros, de Buenos Aires; los publicistas del Plata, Ovidio Lagos y Evaristo Carriego. José Luis Antuña (hijo), Enrique Muñoz y Benigno T. Martínez, de Montevideo; Gaspar Núñez de Arce, entre otros.
En su último tiempo se expresaba así: “He sido explotado, y he perdido mis años en una labor que nadie ha comprendido y todos la han aprovechado y escarnecido. Cuando muere un personaje eminente de los que aparecen en mi Diccionario, los periódicos me roban o plagian mis investigaciones, reproducen mis biografías y ninguno cita mi libro, Después que muera, acaso me recordarán y puede que reconozcan mi trabajo. Pero ya dormiré en la almohada del no ser. Mi sepultura será como la de todos los que esperan en la muerte la tranquilidad de la vida”[7].
En Santiago de Chile, el 04 de enero del año 1909, a los 51 años, Pedro Pablo Figueroa Luna falleció repentinamente, a causa de una infección intestinal. Sus funerales fueron presididos por el Ministro del Exterior de la época. Su despedida fue acompañada por gente de la cultura literaria y política. Numerosos oradores le dieron su último adiós.
Su espíritu superior había abandonado la vida corpórea. Dejó su obra de investigación, que le ha sobrevivido y que es su mejor monumento póstumo. Su legado ha permitido a las generaciones posteriores, el acceso al conocimiento de vida y obra de importantes hombres y mujeres de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX, que, brindando sus esfuerzos al bienestar y prosperidad de Chile, contribuyeron al progreso y desarrollo de éste. La gran calidad de sus escritos, que continúan siendo base y fuente de enriquecedor saber del quehacer nacional. Su afán permanente de apoyar obras culturales, sociales, educativas. Su mirada visionaria, su sabiduría, su conocimiento, que se desprende de cada uno de sus escritos. Y por, sobre todo, la fuerza del profundo y arraigado amor que sintió y proyectó por su tierra natal y por su Patria.
SUS OBRAS:
- La Cortesana, pequeña novela. 1882.
- El leñador, romance histórico. 1883.
- El periodista mártir Manuel Castro Ramos, opúsculo histórico. 1884.
- Romelia, romance histórico. 1884.
- Benjamín Vicuña Mackenna, mini biografía. 1884.
- La historia de un romance, crónicas. 1885.
- Tradiciones y leyendas, artículos de costumbre. 1885.
- La odisea del desierto, crónica. 1886.
- Apuntes históricos. 1886.
- Periodistas nacionales. 1886.
- Galería de escritores chilenos. 1886.
- La sombra del genio. 1886.
- Publicistas contemporáneos, semblanzas. 1886.
- Estudios históricos sudamericanos. 1887.
- Esbozos literarios. 1887.
- Páginas truncas, crónicas. 1887.
- Diccionario biográfico de Chile. 1887.
- Locas de amor, romances. 1887.
- Misceláneas biográficas americanas, crónicas. 1888.
- Historia de la revolución constituyente. 1889.
- Hombres y héroes, semblanza. 1889.
- Pensadores americanos, semblanza. 1889.
- Las campanas. 1891.
- Prosistas y poetas de América moderna, semblanzas. 1891.
- Al capitán de navío don Carlos E. Moraga, crónicas. 1891.
- La literatura chilena desde la colonia hasta nuestros días. 1891.
- Una poeta indígena, ensayo. 1893.
- En el altar de la Patria. 1893.
- Los principios del liberalismo Democrático. 1893.
- Vida del general don José Francisco Gana. 1894.
- La historia de un maestro. 1896.
- Un colorista cubano, semblanza. 1896.
- La librería de Chile, ensayo. 1896.
- Un novelista oriental; Eduardo Acevedo Díaz, semblanza. 1896.
- Historia de la fundación de la industria del carbón de piedra en Chile. 1897. Obra premiada.
- Álbum militar de Chile. 1898.
- Francisco Bilbao, ensayo biográfico, 1898.
- Samuel Ossa Borne, ensayo biográfico. 1899.
- El problema de nuestras fronteras del norte, conferencias. 1900.
- Diccionario biográfico de extranjeros en Chile. 1900.
- Los poetas del pueblo, semblanzas. 1900.
- Don Eduardo de la Barra, ensayo biográfico. 1900.
- Chile intelectual, semblanza histórica. 1900.
- El cirujano militar don Francisco Julio Oyarzún, biografía.
- Un mago de la música: Federico Chessi de Uriarte, crónica. 1904.
- El diablo político: Juan Nicolás Álvarez, crónica. 1904.
- El ejército de Chile, semblanza. 1905.
- Antología chilena, escritores nacionales. 1908. Publicada después de su muerte.
- Rehenes nativos, ensayos históricos. 1908.
- Biografía de don Jorge Rojas Miranda. Obra premiada.
PERIÓDICOS:
- El Constituyente de Copiapó.
- El Liberal de Chañaral.
- El Salitrero de Taltal.
- El Hogar, El Industrial y El Porvenir de Antofagasta.
- El Progreso de La Serena.
- El Trabajo, El Mercurio, La Semana y La Patria de Valparaíso.
- El Heraldo, La Razón, El Ateneo, La Lectura y El Americano de Santiago.
- El Censor de San Felipe.
- El Yumbelino de Yumbel.
- La Libertad de Talca.
- La Revista del Sur de Concepción
- El Mayaca de Quillota.
- El Siglo XX y El Veintuno de Mayo de Iquique.
- La Capital del Rosario (República de Argentina).
- La Revista Ilustrada y Las Novedades de Nueva York.
COLABORÓ en:
- La Revista Ilustrada de Nueva York.
- El Investigador de Uruguay
- La Ilustración del Plata de Montevideo.
- La Ilustración Argentina, El Álbum del Hogar, La Revista Nacional, El Sud-América, El Mundo Artístico, La Nación de Buenos Aires.
- El Perú Ilustrado, de Lima.
- La Voz de la Democracia, de Valparaíso.
- El Hijo del Pueblo, de Santiago.
- La Lira Chilena.
PRINCIPALES DISTINCIONES RECIBIDAS:
- Socio honorario de la Sociedad Literaria de Yumbel. (1886).
- Miembro honorario del Círculo Literario “Benjamín Vicuña Mackenna”. (11 de julio de 1887).
- Socio corresponsal del Instituto Geográfico Argentino, de Buenos Aires. (22 de julio de 1887).
- Socio honorario de la Sociedad Literaria “José Antonio Soffia”, de San Felipe. (02 de diciembre de 1887).
- Fue nombrado cónsul de El Salvador en Chile.
- Fue nombrado Bibliotecario del Ministerio de Relaciones.
- La Ilustración de Argentina, Buenos Aires, publicó en un número de gala el retrato de Pedro Pablo Figueroa, como homenaje a su talento, en fino raso de seda, prendido con cintas bicolores simbolizando la bandera argentina.
CORRESPONSAL de:
- El Tacora de Tacna.
- La Estrella de Tarija de Bolivia.
- La Revista de Freirina de Labrar.
- La Capital del Rosario.
- La Razón y La República de Montevideo.
Algunos pseudónimos usados por Pedro Pablo Figueroa:
- El Judío Errante.
- Julio Febrero.
- Lápiz Rojo.
Fuentes:
- Miscelánea Biográfica Americana. Estudios Históricos, Críticos y Literarios. Pedro Pablo Figueroa. Imprenta De La Unión. Año 1888.
- Diccionario Histórico Biográfico y Bibliográfico de Chile. Virgilio Figueroa. Tomo III. Establecimientos gráficos, Balcells & Co. Año 1929.
- Diccionario de la Literatura Chilena. Efraín Szmulewicz. Tercera Edición Corregida y Actualizada. Ediciones Rumbos. Año 1997.
- www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/visor/BDN:330180 Diccionario Biográfico de Chile- 4 Edición Tomo 1. Año 1897.
- [8]http://www.galeon.com/escritoresdeatacama/ppp.html
- memoriachilena.gob.cl/602/www-article-582.html
[1] Eliz, Leonardo. Rasgos Biográficos del señor don Pedro Pablo Figueroa. Miscelánea Biográfica Americana, Pedro P. Figueroa, pág. 24, 1888.
[2] Eliz, Leonardo. Rasgos Biográficos del señor don Pedro Pablo Figueroa. Miscelánea Biográfica Americana, Pedro P. Figueroa, pág. 26, 1888.
[3] Eliz, Leonardo. Rasgos Biográficos del señor don Pedro Pablo Figueroa. Miscelánea Biográfica Americana, Pedro Pablo Figueroa, pág. 27, año 1888.
[4] Eliz, Leonardo. Rasgos Biográficos del señor don Pedro Pablo Figueroa. Miscelánea Biográfica Americana, Pedro Pablo Figueroa, pág. 28, 1888.
[5] Eliz, Leonardo. Rasgos Biográficos del señor don Pedro Pablo Figueroa. Miscelánea Biográfica Americana, Pedro P. Figueroa, pág. 28, 1888.
[6] Figueroa, Pedro Pablo. Diccionario Biográfico de Chile, Cuarta Edición, Tomo I, pág. 9, Imprenta, litografía y Encuadernación Barcelona. 1897.
[7] Figueroa, Virgilio. Diccionario Histórico, Biográfico y Bibliográfico de Chile, Tomo III, pág. 180. Imprenta y Litografía La Ilustración, Santiago. 1929.
[i] Díaz Marín, Miriam. Nace en Inca de Oro. Sus estudios de básica, media y profesionales los realizó en Copiapó, en el Liceo de Niñas “Mercedes Fritis Mackenney” y en la Escuela Normal “Rómulo J. Peña Maturana”. Esta última le otorgó el título de Profesora de Educación General Básica con Mención en Artes Plásticas y posteriormente, obtuvo Mención en Castellano en la U. de Atacama. En la actualidad reside en la ciudad de La Serena. Es parte de la directiva de la Sociedad de Creación y Acciones Literarias de la Región de Coquimbo (SALC), de la Sociedad Patrimonial Pedro Pablo Muñoz Godoy (SPPMG), y socia de la Institución Ecológica y Deportiva Corazón Verde. Es correctora de textos de libros patrimoniales y literarios.
Cada vez que releo esta Biografía de mi Bisabuelo materno, Pedro Pablo Figueroa , que emociona y a la vez me asombra, quisiera compartir esto a las nuevas generaciones como un ejemplo de vida de trabajo y lucha de ideales .
Estimada, muchas gracias. Puede compartir cualquiera de los materiales de acá.
Prontamente publicaremos un libro de la Guerra del Pacífico donde aparece su bisabuelo, además de su biografía completa. Si fuera posible que nos enviara su teléfono para que en algún momento llamarla
Hola buscando referencia de mi bisabuelo encontré su artículo, soy Adriana Elisa Figueroa Tagle, mi padre Andres Hernan Figueroa Soto, mi abuelo Raúl Figueroa Ruiz, hijo de Pedro Pablo Figueroa Luna. El artículo me pareció muy completo y me enorgullece que mi bisabuelo se reconocido y recordado como un importante contribuyente al historia de nuestro país.
Me encantaría seguir averiguando sobre él, si tienen más información agradecería que me la enviaran.
Muchas gracias
Adriana Elisa Figueroa Tagle