Comienzan a conmemorarse 150 años de la Revolución Constituyente iniciada en enero de 1859 en Copiapó y concluida, por lo menos en lo material, con dos batallas donde nuestra ciudad y su gente fueron el escenario y co-protagonistas.
Por consecuencia, en marzo y abril próximos fuerzas vivas, de conmemoración, y políticas, tendrán que poner en escena pública las ocurrencias guerreras ocurridas en quebrada de Los Loros —ahora extramuros de Compañía Alta— y, los llanos de La Pampa y Cerro Grande —parte urbana de la entonces capital de la provincia de Coquimbo—.
Es imposible sustraerse al peso de tales lances, ya que se trata del último capítulo de revoluciones donde librepensadores, liberales moderados y pueblo, sumado espontáneamente, plantearon una idea, murieron y fueron enterrados para que, al día siguiente, nacieran, con vida perenne, en las páginas de nuestra historia, gravitando así en la configuración de paulatinos y profundos cambios sociales,
La Revolución Constituyente no fue hecho ocasional. Por el contrario, fue maduración épica de una zona que venía luchando contra asfixiantes centralismos y manejos discrecionales de gobiernos que, amañando todo, bloqueaban la voluntad soberana de una sociedad que aspiraba un trato igualitario y acceso a valores primordiales.
Lo de Copiapó fue reiteración de lo ocurrido en La Serena el año 1951, donde también se formó un ejército para ir contra Santiago, fuerza que —vaya cosas del destino— fue derrotada, igual que en Cerro Grande, por: Juan Vidaurre Leal.
Los actuales habitantes de San Joaquín, El Milagro y la Quebrada de Peñuelas, deben saber lo que significó un choque de los 3 mil mejores soldados de línea del ejército gobiernista contra las fuerzas de Pedro León Gallo, reforzadas con voluntarios mineros de La Higuera, Brillador y una población que aún llevaba luto por sus caídos en Cuz Cuz, Petorca y combates en la ciudad, entre noviembre y diciembre de 1851 donde emergió la figura de otro gran revolucionario: Pedro Pablo Muñoz Godoy.
Ninguna guerra puede ser celebrada; más, vista su significación, está claro que marca un antes y un después en la disposición del país para entender que la educación, libertad de conciencia y derecho a decidir de las regiones, debían ser resueltas con equidad.
Donde hoy existen numerosos poblaciones y condominios, hubo barricadas extendidas a lo largo de 6 cuadras, en ambos lados de la calle Balmaceda (entonces camino Real), para combatir con denuedo durante 5 horas.
Cuesta imaginar ahora que a la altura de calle Huanhualí y pasado el mediodía del día 29 de abril, las fuerzas de Vidaurre hicieran un alto tras haber conquistado el espacio medido desde quebrada de Peñuelas hasta ese sitio, esperando que don Jacinto Concha, en nombre de los Constituyentes, presentase los términos de una capitulación que evitó seguir combatiendo dentro de la ciudad.